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Manuel Pastor

Presidente transitorio

El agujero negro de la inflación ha engullido los múltiples problemas de la Administración Biden desde sus inicios.

El agujero negro de la inflación ha engullido los múltiples problemas de la Administración Biden desde sus inicios.
Joe Biden. | EFE

El pesado Pedro Rodríguez (no por su peso físico, sino por su obsesivo y tedioso progresismo afectado del TDS–Trump Derangement Syndrome) ha escrito que tenemos que comprender que Trump ha sido y sigue siendo una "gravísima" amenaza para la democracia americana. Debería ser más preciso: Trump ha sido y sigue siendo una gravísima amenaza para el corrupto Establishment de la democracia americana. Pero defendiendo al Establishment es el periodista (v. "Watergate y el sesgo cognitivo", ABC, 16/06/2022) el que resulta ser una amenaza –no materialmente ya que su persona política es irrelevante, sino como un propagandista más en la desinformación sistemática– para la democracia americana.

En las últimas semanas se han intensificado dos mensajes desde la Casa Blanca que los periodistas lacayos de Biden repiten como papagayos: que EEUU está en una fase "transitoria" (y por tanto la inflación misma es algo transitorio) y que Trump es un "peligro claro y presente" para la democracia.

Si no estuviera ideológicamente ciego el mentado periodista señalaría como gravísima amenaza más bien al presidente transitorio, Joe Biden. Toda su agenda, definida por los voceros de la Casa Blanca como de transición a un sistema alternativo económico y energético según un utópico por estatista/colectivista Plan Verde, ha implosionado. Lo cual, junto al descomunal gasto público, ha provocado una inflación galopante y un precio creciente y descontrolado de los combustibles y la energía.

El ala izquierdista del Partido Demócrata (Elizabeth Warren, Bernie Sanders, Alexandra Ocasio-Cortez y compañía), quizás en su delirio imaginó que Biden sería en efecto un presidente transitorio, una especie de Kerensky, en el camino hacia la utopía verde-socialista. En un país atrasado, tal ilusión podría parecer plausible. En EEUU, sin embargo, en medio de la tremenda crisis política y constitucional propiciada por la corrupción del Establishment, Biden es más probable que sea un presidente transitorio hacia el caos general y el probable suicidio del Partido Demócrata.

El agujero negro de la inflación ha engullido los múltiples problemas de la Administración Biden desde sus inicios, que conviene recordar: la retirada catastrófica de Afganistán, el torrente permanente de inmigrantes ilegales en la frontera sur, las pandemias del coronavirus (con más muertes en 2021 que en 2020) y del fentanilo –de ambas, China comunista responsable–, la oleada de vandalismo de las tropas de choque del Partido Demócrata (Antifa y BLM), la altísima criminalidad en las grandes ciudades, las aberrantes políticas de género en la educación, los intentos sucesivos de imponer censuras progresistas (en la oficina para la desinformación de la vicepresidenta Kamala Harris, en la macartista Comisión del 9 de Enero, etc.), el reto de la invasión rusa de Ucrania… y para el colmo el elevado precio de la gasolina y la dramática escasez de la baby formula.

Resulta plausible y previsible una Ola Roja (el rojo es el color del Partido Republicano) en las elecciones midterm del próximo noviembre, según la mayoría de las encuestas, con un peso específico del trumpismo, como se está evidenciando en las elecciones primarias en curso.

Finalmente, la bomba de la derogación de Roe vs Wade en la Corte Suprema, pese a los esfuerzos por evitarla del RINO presidente John G. Roberts.

La decisión derogatoria confirma que en realidad estamos ante una Corte Suprema Thomas (Clarence Thomas como líder intelectual y de facto de la mayoría conservadora, originalista y constitucionalista, gracias también a Samuel Alito y a los tres jueces nombrados por Trump: Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett).

Las izquierdas (especialmente las españolas), tan entusiastas del federalismo, deberían comprender que ha sido un triunfo de éste frente al centralismo. Invocando la Enmienda X, la Corte Suprema ha resuelto que el aborto no es competencia del Gobierno central, ni es un derecho reconocido en la Constitución. Por tanto, son los Estados y sus respectivos ciudadanos ("el pueblo") quienes deben regularlo.

Las tropas de choque del Partido Demócrata –esta vez con el concurso de las hordas feministas radicales– han vuelto a las calles y a practicar el vandalismo, además de las amenazas y los escraches personales contra los jueces conservadores, llegando incluso a intentos de asesinato (en el caso del juez Kavanaugh).

El nuevo mensaje desde la Casa Blanca y su constelación mediática es denunciar la "ilegitimidad" de la decisión sobre el aborto, y de la propia Corte Suprema. Vuelven las amenazas por parte de los senadores progres de "to pack the court" (aumentar el número de jueces en la Corte Suprema), y la vicepresidenta Kamala Harris inmediatamente se ha erigido en Zarina del Aborto, aprovechando la ocasión para anunciar también (el 27 de junio) que Joe Biden y ella no son "transitorios" sino candidatos para la reelección en 2024.

El delirio y la histeria infanticida del feminismo radical y sus aliados han llegado a proponer la creación por decreto presidencial de "campamentos de aborto en tierras federales". Una forma suave de referirse a campos de exterminio posmodernos.

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