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Marcel Gascón Barberá

Crónicas del Donbás "liberado"

'In Isolation: Dispatches from Occupied Donbas' recopila crónicas breves sobre lo que suponía vivir bajo la bota de Putin en Donetsk y Lugansk.

'In Isolation: Dispatches from Occupied Donbas' recopila crónicas breves sobre lo que suponía vivir bajo la bota de Putin en Donetsk y Lugansk.
Cartel que alerta de minas en el Donbás. | Archivo

A veces nos olvidamos, pero la agresión directa, bélica, de la Rusia de Putin contra Ucrania no comenzó el 24 de febrero de este año, sino en 2014. Al precio de más de un centenar de muertos, y tras resistir al hostigamiento criminal de las fuerzas especiales del régimen, que los reprimieron con métodos de guerra, francotiradores incluidos, los manifestantes prooccidentales de la plaza del Maidán en Kiev le habían ganado la partida al presidente Yanúkovich. Este peón del Kremlin se vio obligado a huir, dejando paso a las elecciones que sellarían el rumbo democrático y europeo de Ucrania. Putin no se tomó bien una derrota. Como venganza se anexionó por lo militar Crimea y agitó revueltas secesionistas en el este y el sur de Ucrania que se saldaron con la secesión de facto de las ‘repúblicas’ de Lugansk y Donetsk en el Donbás.

Muchos ucranianos abandonaron entonces los territorios ocupados por Moscú a través de estos regímenes títeres. Entre los que se quedaron en Donetsk estaba el periodista Stanislav Aseyev, que, hasta su detención en 2017, siguió escribiendo con un pseudónimo para la prensa de Kiev. In Isolation: Dispatches from Occupied Donbas recopila aquellas crónicas breves sobre lo que suponía vivir bajo la bota de la variopinta coalición de esbirros de Putin que se había hecho con el poder en parte de los oblasts de Donetsk y Lugansk.

Con prosa clara y tersa e inmenso talento para identificar y contar detalles elocuentes que nos dicen más que mil tratados, Aseyev ayuda a desentrañar el misterio que, incluso para los ucranianos, es la realidad cotidiana de las dos entidades fantasmas. Por razones obvias de conveniencia política, Kiev y sus partidarios siguen insistiendo en que la paternidad de las dos ‘repúblicas’ le corresponde exclusivamente al Kremlin.

Es verdad que el parto no se hubiera producido sin la ayuda militar y la agitación de Rusia, pero leyendo al siempre honrado Aseyev descubrimos también que una parte significativa de la población, que quizá fuera mayoritaria entre quienes se quedaron, apoyó al principio la ruptura de Ucrania y seguía haciéndolo años después de la secesión, aunque solo fuera por apatía e inercia.

Desde su firme convicción de que la única esperanza para el Donbás venía de su continuidad como parte de Ucrania, Aseyev observa con desazón el efecto irreversible de la omnipresente propaganda rusa sobre las clases trabajadoras del Donetsk y el Lugansk ocupados.

Embrutecidos por décadas de bajar a la mina mal pagados, con el alcohol y la grandeza de la Madre Rusia, o la nostalgia de la URSS, como únicas ventanas para evadirse, mucha gente en esta parte de Ucrania abrazó la proclamación de las dos ‘repúblicas’ como una oportunidad de fundar un país (Novorrusia), de integrarse en Rusia o simplemente de tener sueldos y pensiones mejores que las que les ofrecía Ucrania.

Ninguna de las tres aspiraciones ha llegado a materializarse, como tampoco lo hicieron los propósitos de Ucrania de recuperar los territorios perdidos. El entusiasmo inicial de la mayoría ha ido desvaneciéndose y los amigos y conocidos de Aseyev que se alistaron a la ensalada de milicias prorrusas —de nombres tan sugestivos como Somalia, Esparta, el Ejército Ortodoxo Ruso o Las Huestes de los Cosacos del Don— fueron matizando su compromiso. De pegar tiros en el frente pasaron a guardar puntos de control, y de esta lucrativa actividad, por los sobornos, a descargar munición o comida.

Las crónicas de Aseyev son una radiografía amena y muy precisa de los luchadores por el "Ruskii mir", el mundo ruso, en el Donbás. El periodista parece saber exactamente cuáles son las preguntas que se hace el lector y satisface a los más prosaicos con detalles sobre los precios y el origen de los productos de las estanterías de las tiendas de Donetsk y Lugansk, pero también a quienes somos algo más frívolos con jugosas descripciones de los lugares donde salía a divertirse la juventud en sus tiempos de libertad (los de Aseyev) bajo la bota delegada del Kremlin.

El resultado es un fresco abigarrado y vivísimo de dos territorios regidos por gañanes armados que hacen y deshacen a su antojo, pueden detenerte, torturarte y matarte porque no les gusta cómo les has mirado y no tienen más límite que el que traza quien mueve los hilos sentado junto a la Plaza Roja a un millar de kilómetros de distancia.

Después de que alguien descubriera que era él el que firmaba aquellas notas, Aseyev fue detenido y pasó casi mil días de tortura y cautiverio en Donetsk. Hoy es libre en Kiev, donde vive plenamente comprometido con la causa ucraniana sin querer saber nada de un "Ruskii mir" del que él se empachó en el Donbás y que Putin quiere imponer al resto de Ucrania.

Además de un placer literario, y de una semblanza inteligente, humanista y llena de matices sobre lo que te espera si te salva el Kremlin, el libro de Aseyev sirve también para conocer el imperio de la mentira y la arbitrariedad que les espera a millones de ucranianos si Occidente no libra sus armas a tiempo y la Rusia de Putin sale victoriosa en Ucrania.

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