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Marcel Gascón Barberá

Israel yerra el cálculo sobre Ucrania

Siendo "el último país del mundo libre que aún teme irritar a Putin", Israel se está traicionando a sí mismo.

Siendo "el último país del mundo libre que aún teme irritar a Putin", Israel se está traicionando a sí mismo.
El sistema Iron Dome de Israel interceptando cohetes lanzados por terroristas en Gaza. | EFE

Desde que Rusia lanzara en febrero su invasión a gran escala de Ucrania, el Gobierno de Kiev no ha dejado de pedirle a Israel que le venda sus sistemas defensivos antiaéreos. Javier Arias Borque explicó este miércoles toda la saga en un excelente artículo que da todas las respuestas y plantea con lucidez nuevas preguntas.

A grandes rasgos, Jerusalén ha ofrecido dos motivos fundamentales para decir que no. Por una parte, los israelíes temen estropear su cooperación con el ejército ruso presente en Siria, que le permite bombardear objetivos hostiles iraníes en el país árabe sin que Rusia interfiera en los bombardeos. La otra razón tiene que ver con la numerosa población judía que vive en Rusia, contra la que Putin podría tomar represalias en venganza por un eventual apoyo militar de Israel a Ucrania.

Un tercer motivo del que se ha hablado menos responde a dinámicas internas de la sociedad y la democracia israelíes. Más de 1,3 millones de israelíes, alrededor de un 15 % de la población del país, proceden de exrepúblicas soviéticas y se identifican como rusófonos. Esos israelíes votan, sobre todo, al admirador declarado de Putin Avigdor Liberman, hoy en el Gobierno, y a otro viejo amigo del dictador ruso: el exprimer ministro y líder de la oposición Benjamín Netanyahu.

El Ejecutivo que gobierna ahora a Israel caería sin el apoyo del partido de Liberman. Mientras, las encuestas apuntan a una victoria del bloque de partidos de derecha que apoya a Netanyahu en las elecciones anticipadas del 1 de noviembre. Netanyahu insiste en presentarse ante el electorado como el único líder verdaderamente patriótico y capaz de proteger a la población israelí de las muchas amenazas que la acechan. Aunque el actual Gobierno —liderado por el centrista Lapid— salvara el escollo de Liberman, Netanyahu podría aprovechar cualquier envío de armamento a Ucrania para acusar a sus rivales de irresponsables.

Ucrania paga con muertos e infraestructuras críticas destruidas cada día que pasa sin la tecnología adecuada para protegerse de los misiles rusos y los drones iraníes que ahora utiliza masivamente Rusia. Israel parece disponer de esta tecnología, lo que explica la creciente frustración de los ucranianos con el veto de Jerusalén.

La negativa a vender armas a Ucrania parece, a simple vista, una apuesta por el pragmatismo y los intereses de Israel frente a quienes exigen tomar un rumbo en el que tengan más peso las consideraciones morales. Pero Israel podría estar errando el cálculo.

Rusia ya recibe drones kamikazes de Irán y podría empezar a comprar misiles fabricados por Teherán para mantener el ritmo de sus bombardeos en Ucrania. No es descabellado pensar que —además del dinero que recibe por estas armas— Irán esté cobrándose estos servicios con asistencia militar, o incluso nuclear, que los mulás dedicarán a la larga a su gran obsesión: la destrucción del pequeño Satán sionista al que culpan de todos sus males.

Como muestran los desaires que está sufriendo por parte de repúblicas exsoviéticas hasta hace poco obedientes, la Rusia que se ha encasquillado en su "operación especial" en Ucrania es una potencia en decadencia que se ha mostrado incapaz de proteger a su aliada Armenia de Azerbaiyán y de meter en vereda a sus antiguos subordinados más díscolos.

Según publicó este jueves el New York Times, Rusia ha retirado de Siria a parte de sus tropas y "un sistema antiaéreo clave" de Siria ante las urgencias que le surgen en Ucrania. Es posible que Israel esté sobreestimando la capacidad de tomar represalias de Rusia.

Además de poner en peligro —de la manera en que apuntaba Arias Borque en su artículo— sus relaciones comerciales y de defensa con socios occidentales, Israel debe muchas de las simpatías que despierta fuera de sus fronteras a su condición de poder civilizado y moral bajo la amenaza permanente de los bárbaros.

Siendo —en palabras del expreso de conciencia soviético y gran referente moral israelí Natan Sharanski— "el último país del mundo libre que aún teme irritar a Putin", Israel se está traicionando a sí mismo.

La primera razón de ser de Israel es ser el hogar y el Estado protector de todos los judíos, pero su misión e imagen internacional tienen también un pronunciado componente ético que quienes defendemos a Israel utilizamos a menudo como argumento. Quedándose fuera de la coalición de democracias que defiende la civilización en Ucrania, sus líderes lo están debilitando.

PS: Cuando ya había terminado de escribir este artículo, la experta en política internacional Jessica Berlin publicaba un tuit en el que decía haber recibido información confidencial sobre el sólido apoyo que Israel estaría brindando a Ucrania en secreto, presumiblemente en materia militar y de defensa.

"No puedo decir más. Cuando se gane la guerra, esta historia será contada. Todá rabá [muchas gracias en hebreo]", cerraba su tuit Berlin, que anteriormente había sido muy crítica con la inacción israelí que desmienten las informaciones que recibió después. ¿Sabremos algún día si son verdad?

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