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Marcel Gascón Barberá

Andrew Tate y el Islam como última forma legítima de machismo

La epifanía islámica de Tate me hace repensar algo: la conversión a la fe musulmana es una salida natural para los machistas occidentales.

La epifanía islámica de Tate me hace repensar algo: la conversión a la fe musulmana es una salida natural para los machistas occidentales.
Andrew Tate durante su detención, con un Corán en las manos. | Archivo

El influencer briátnico-americano Andrew Tate está en el candelero mediático estos días por su detención en Rumanía, donde está en prisión preventiva desde el 30 de diciembre mientras se le investiga por posibles delitos de criminalidad organizada, tráfico de personas y violación. Las noticias sobre su comparecencia ante la justicia y la confiscación de sus numerosos coches de lujo obsesionan a los tabloides británicos y despiertan el interés de la prensa del resto del mundo, incluida la española.

A este interés contribuyó sustancialmente el intercambio de mensajes que el influencer tuvo con Greta Thunberg en Twitter días antes de que agentes enmascarados rumanos se lo llevaran junto a su hermano y dos de sus cómplices femeninas de su mansión en las afueras de Bucarest. En su estilo arrogante de playboy hecho a sí mismo, agresivo y misógino, que reivindica una masculinidad alfa y se ha declarado en rebeldía contra el matrix que la proscribe, Tate quiso burlarse de la activista verde ofreciéndose a facilitarle por email su lista de 33 coches de superlujo altamente contaminantes.

Greta le siguió el juego, dándole una dirección ficticia con un nombre de usuario y servidor que ponían en duda la hombría y el éxito social de Tate. Fue, probablemente, la primera aportación positiva que la célebre adolescente sueca hace al debate público, y la audiencia se la premió con cerca de 4 millones de ‘likes’.

Ansiosos siempre de humillaciones de machos a manos de guerreras feministas, los medios de referencia celebraron el KO de Thunberg a Tate, cuyo primer pasaporte a la fama fue su exitosa carrera como luchador profesional, y campeón del mundo, de kickboxing. Pero los tres millones largos de ‘likes’ que cosechó el revés de Greta son poca cosa al lado de la exposición mediática que Tate continúa teniendo en internet, pese a que le han expulsado, por el contenido sexista de sus streamings, de casi todas las redes sociales. Según datos del propio motor de búsqueda, Tate fue el personaje más buscado en todo 2022. Más de 4,5 millones de personas siguen su cuenta de twitter, donde siguen apareciendo mensajes aunque su titular esté en la cárcel.

¿Qué hace tan popular a este profeta del éxito masculino que apela a la separación tradicional de los roles sexuales y desprecia a los hombres débiles y a las mujeres promiscuas? Según los comentaristas libertarios y conservadores que le han concedido suficiente crédito como para analizar su discurso y su marca, Tate tiene gran predicamento entre varones jóvenes y adolescentes airados que no encuentran su lugar en una sociedad cada vez más feminizada, que asocia rasgos que antes se aceptaban como masculinos al abuso sexual y la misoginia. Según una información reciente de la BBC, los profesores buscan fórmulas para contrarrestar su influencia en los institutos de secundaria británicos.

Es a este público, y a un segmento de hombres algo mayores y con más poder adquisitivo susceptibles de pasar por crisis de edad, al que parece dirigirse la Hustlers University de Tate, una iniciativa online que presume de tener cientos de miles de alumnos a los que, a cambio del pago de una matrícula, enseña a hacerse ricos invirtiendo en bolsa y criptomonedas y a través del comercio y la visibilidad en internet. Otra parte importante del Imperio Tate sería su negocio de webcam para adultos que le ha llevado a la cárcel en Rumanía, adonde se fue a vivir en 2017 poniendo tierra de por medio, según medios británicos, con sus problemas con la justicia británica.

Tate entró en el radar de la fiscalía antimafia rumana en abril del año pasado, cuando la policía hizo una redada en su mansión para liberar a una joven estadounidense de 21 años que habría sido retenida contra su voluntad en la vivienda. El aviso lo dio entonces la embajada de Estados Unidos en Bucarest. Tate y su hermano Tristan, que también fue kickboxer, fueron interrogados y puestos en libertad hasta su detención meses después en la víspera del año nuevo.

Los fiscales acusan a los Tate de engatusar a varias jóvenes con relaciones amorosas para después empujarlas a producir dinero en su negocio de webcam. Según la fiscalía rumana, algunas de estas jóvenes habrían sido obligadas bajo coacción a permanecer en la vivienda, en la que una de ellas dice haber sido violada dos veces durante su estancia. Dos mujeres rumanas fueron detenidas con ellos por su supuesto papel de cómplices en el entramado.

La máquina de hacer dinero de los Tate funcionaría asimismo en algunas de las discotecas más exclusivas de Bucarest. Según ha revelado el periodista rumano Madalin Necsutu en este artículo para Balkan Insight, los Tate organizan en la capital rumana fiestas privadas y extremadamente discretas cuya entrada cuesta miles de euros. Como ocurre con los presidentes de Estados Unidos, que venden unos minutos de conversación con oportunidad de imagen por muchos miles de dólares, los Tate hacen de su presencia en las zonas VIP uno de los atractivos para que la élite de nuevos ricos rumanos y los árabes, eslavos, occidentales y turcos que vuelan a Bucarest para estar en estas fiestas se dejen fortunas para estar esa noche en la discoteca. Las fiestas de Tate serían también oportunidades de negocio para los hermanos, con gente acaudalada predispuesta a financiar una vida de opulencia y desafío en la que les gusta verse reflejados.

En su comparecencia de esta semana ante la justicia rumana, Andrew Tate apareció esposado a su hermano y llevando un Corán en las manos. Tate fundamenta algunas de sus ideas sobre las mujeres, como la que defiende que son propiedad del marido una vez el padre de éstas las ha dado en matrimonio, en la tradición y en preceptos religiosos. Como la mayor parte de iglesias cristianas han renunciado a estas interpretaciones rigoristas de la Biblia, Tate ha buscado refugio en el Islam, del que el influencer dice que es "la última religión verdadera".

Según una de las muchas mujeres esculturales que le defienden y dicen haber disfrutado de su compañía, la exmiss New Jersey Samira Khan, que por el nombre parece ser musulmana y se define como "periodista anti-woke", un grupo de talibanes con los que ella mantuvo una conversación online a través de Twitter habrían mostrado su "preocupación" por el arresto de Tate, al que verían como un defensor de los occidentales "oprimidos por las feministas".

El Islam es, seguramente, la única gran religión en la que una parte sustancial de ministros y fieles aceptan las opiniones de Tate sobre el papel de la mujer. Su elección es, en este sentido, un acto de coherencia que podría desarmar al segmento de la opinión pública más encarnizadamente crítico con lo que quiere representar Tate. Se trata, sin duda, de esa izquierda intereseccionalista que ha hecho suyas las causas de todos los colectivos oprimidos. Tate es verdugo de uno de ellos: las mujeres. Pero abraza por motivos muy concretos a otra de las falanges de la revolución de los desposeídos: el Islam.

Si es inteligente en su batalla cultural, potenciará un elemento islámico que descoloca a muchos de sus adversarios y quizá ya se esté ganando el favor de muchos jóvenes y adolescentes musulmanes que los medios tendrán mucho cuidado en descalificar por las mismas razones por las que les crucificarían sin remilgos si fueran blancos.

La epifanía islámica de Tate me hace revisitar algo en lo que ya había pensado hace tiempo: la conversión a la fe musulmana es una salida natural para los machistas occidentales. La única forma legítima de misoginia y sexismo en las sociedades woke.

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