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La Ilustración Liberal

Martillo de herejes

Carlos Rodríguez Braun acaba de publicar una sabrosa recopilación de artículos aparecidos en prensa durante el último lustro. Se echa en falta los análisis de las tonterías económicas proferidas por los ungidos que cada semana ofrece en Libertad Digital, pero es cierto que la poca longitud de aquellos chocaría con la mayor extensión y profundidad de los textos incluidos en este volumen.

No encontrará el lector en este libro sesudos y originales avances teóricos en los ámbitos de la economía y la política, porque su autor es principalmente un estudioso y divulgador de las mejores ideas de los demás. A quien esto le parezca poco es porque no se ha enfrentado nunca a una hoja en blanco con la obligación de cubrirla de letras que hagan más comprensible al lector no iniciado argumentos cuya explicación completa ha sido desgranada en varios libros de autores cuyos nombres no resultan especialmente conocidos a quienes al oír Hayek piensan primero en Salma, que son la mayoría.

Así, podremos leer entre estos panfletos un resumen de las ideas que Anthony de Jasay (sin duda el liberal vivo más admirado por Rodríguez Braun) desgrana en varios de sus libros, lúcidas reflexiones sobre la propiedad intelectual, un estudio de cómo el pensamiento dominante en nuestros días merece el nombre de fascismo o una descripción del socialismo que alberga nuestra Constitución. Sin embargo, el grueso de los artículos son diatribas contra el pensamiento único y omnipresente en todos los medios de comunicación, universidades y manifestaciones públicas: el socialismo de todos los partidos.

La lectura de estos panfletos –opúsculos de carácter agresivo– es obligada para todo el que sienta el amor por la libertad y tenga convicciones liberales firmes pero se vea incapaz de expresarlas adecuadamente ante un público socialista de amigos o compañeros de trabajo. Quizá han sido los años de tertuliano liberal "de cuota" en la Ser y en Onda Cero los que han otorgado a Rodríguez Braun una extraordinaria habilidad para rebatir las ideas socialistas, y a ello se dedica con fruición en este libro. Veamos algunos ejemplos del uso de su capacidad de demolición de la retórica socialista.

José Bové, tras salir de una breve estancia en la cárcel debida a su vandalismo, aseguró que "la gente no va al McDonald's porque les guste sino porque es barato". Es decir, la gente es tonta y no sabe lo que quiere. Pero es que los mismos que aplauden en España a Bové se indignan cuando los agricultores franceses vuelcan los camiones cargados de fresas de Huelva, acciones perpetradas por Bové y sus amigos. Y es que las vuelcan porque son baratas y sabrosas, y por tanto mejores en calidad/precio que sus competidoras francesas; la misma razón que aducen para apedrear hamburgueserías.

Ante el caso de las solicitudes de trabajo rechazadas por la empresa Sánchez Romero, en ocasiones con comentarios despectivos de la apariencia de los candidatos, Rosa Montero aseguró que lo peor era el fondo, es decir, que se discriminara por el aspecto. Carlos Rodríguez Braun define esa afirmación como una bobada, pues la discriminación es imprescindible. Asegura que él mismo está discriminado como premio Nobel, pues ese galardón excluye a los que no tienen talento (es de suponer que se refiere sólo al de Economía), del mismo modo que su universidad discrimina contra los que no ganan oposiciones pero no contra los feos, algo que sabe por propia experiencia. Distintos empleos tienen distintos requisitos, y una apariencia agradable se puede considerar como un plus en un vendedor, del mismo modo que ser anticapitalista es un punto a favor a la hora de ser publicado en El País, donde escribe Rosa Montero.

Entre las muchas tonterías proferidas por los sindicatos en una de sus manifestaciones destaca la sempiterna queja por la precariedad laboral. Dado que en sus análisis de las razones nunca está el elevado precio que el contrato fijo tiene para los empresarios, sus soluciones consisten en encarecerlo aún más subiendo los costes de despido y otros. Del mismo modo, los extranjeros dejarían de ser "explotados" si los costes de la contratación legal no fueran tan altos. Pero nada, los sindicatos, erre que erre quejándose de las consecuencias inevitables de sus propias propuestas.

Pasó en una ocasión Oskar Lafontaine por España y profirió una serie de entretenidos asertos, como que "sin la reorientación de los mercados financieros, no puede haber una política democrática"; de ahí cabe deducir que la gente, cuando invierte, es boba, y cuando vota, unos genios que deben reorientarse a sí mismos. También asegura que los mercados financieros internacionales han matado más que Hitler, poniendo como ejemplo a Etiopía y Eritrea. Es curioso que omita que las hambrunas y matanzas de esos países fueron producidas por un dictador comunista.

Estos ejemplos son sólo una muestra de los aproximadamente doscientos panfletos incluidos en esta selección. Una fiesta para el liberal convencido y una prueba dura para quien no comparta esa ideología, pues deberá confrontar sus convicciones con demoledores argumentos. Si el liberalismo fuese una religión –o su versión moderna, la ideología–, este libro y su autor serían unos verdaderos martillos de herejes. Pero como no es así, habrá que conformarse definiéndolo como un buen conjunto de polémicas de un gran polemista.

Carlos Rodríguez Braun, Panfletos liberales, reflexiones de un economista audaz, Madrid, LID Editorial Empresarial, 2005, 322 páginas.