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La Ilustración Liberal

Álvaro Flórez Estrada

Álvaro Flórez Estrada (Pola de Somiedo, Asturias, 27-II-1766/Miraflores, Asturias 16-XII-1853) protagonizó buena parte de la revolución liberal española entre 1808 y 1834. Fue el economista español más internacional del siglo XIX; de hecho, su Curso de Economía Política fue traducido a los más importantes idiomas y alcanzó la sexta edición. Incoherente y conspirador, Flórez Estrada pasó de la exaltación de las sociedades secretas a la fundación del Partido Moderado. Siempre estuvo interesado en la propaganda y en la formación de una opinión pública liberal. Fue un pésimo orador, y quizá por esto se prodigó en la prensa y en el ensayo político. Flórez Estrada es un buen ejemplo del tránsito del liberalismo español desde las barricadas y la logia al Ministerio de la Gobernación y la garantía constitucional de la libertad con orden.

El clan asturiano

La Asturias de finales del siglo XVIII reunió a un grupo muy señalado de ilustrados y reformistas que protagonizó la primera mitad del siglo XIX; es decir, el paso del Antiguo Régimen al Estado Constitucional. El Principado poseía una aristocracia que hacía gala de una formación intelectual y un desempeño económico propios de la incipiente clase media. El padre de Álvaro Flórez Estrada, Martín de los Santos, era un hombre ilustrado, influyente, emparentado con la aristocracia del lugar y en buenas relaciones con su élite intelectual. Al igual que otros ilustrados, disfrutó de una biblioteca interesante, que fue aprovechada y ampliada años después por su hijo. Oviedo era entonces uno de los centros universitarios más respetados de España, y allí estudió Álvaro los cursos de Jurisprudencia y Filosofía entre 1780 y 1781. No se sabe más de su carrera académica porque los archivos de la universidad fueron incendiados en la revolución de 1934.

En ese círculo aristocrático asturiano encontró Flórez Estrada a su primera mujer, Juana Queipo de Llano, hermana del liberal Conde de Toreno, autor de Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (1835). El matrimonio no llegó al año porque ella falleció. Este parentesco le sería útil a Flórez Estrada en el exilio, ya que Toreno le auxilió económicamente en varias ocasiones.

Decidió entonces marchar a Madrid e iniciar una carrera en la Administración. Llegó a la capital en 1786, con dos cartas de recomendación de su padre para que se las presentara a dos paisanos: Jovellanos y Campomanes. El primero de ellos protegió siempre a los liberales, máxime si procedían de Asturias, como fue el caso de Argüelles.

El Madrid de finales del siglo XVIII era una ciudad con una interesante vida social e intelectual. Las tertulias políticas, la ensayística y la prensa estaban en un buen momento. Y, como cualquier ilustrado, y más con ansias de medrar, Flórez Estrada se convirtió en un asiduo de los círculos reformistas. Una de las maneras de darse a conocer entonces, con el marchamo además de vanguardista, era traduciendo alguna obra francesa. Flórez Estrada vertió al castellano la de Antoine Yves Goguet titulada De l’origine des loix, des arts et des sciences, et de leurs progrés chez les anciens peuples, aunque lo hizo de forma anónima: y es que había sido seducido por los republicanos franceses, los girondinos y los jacobinos, lo que no dejaba de ser percibido por el Gobierno como un peligro.

La influencia de los acontecimientos franceses, especialmente los ocurridos entre 1789 y 1792, desde la revolución hasta el establecimiento de la República, fue grande en el pensamiento de Flórez Estrada y en su disposición hacia las instituciones y los actores políticos. Su concepción de la política ligada a la revolución callejera, a las sociedades secretas, a la conspiración, al golpe, al pronunciamiento y al gobierno exclusivo proviene del deslumbramiento que le produjo la revolución francesa. Era entonces un rousseauniano, y tradujo los Etudes sur la nature de Jacques-Henri Bernardin de Saint-Pierre. No llegó a publicarlos, pero es muy probable que la policía supiera de su autoría. Esto, unido a su participación en tertulias radicales, posiblemente jacobinas, donde criticaba la política del momento, le acarreó la destitución. Volvió entonces a Pola de Somiedo.

Trabajar para Godoy

Godoy cambió su disposición hacia las Luces en 1796, a raíz de la paz firmada con la Convención francesa. Llamó a Flórez Estrada para que ocupara el cargo de Tesorero Principal de Rentas de la Corte. El asturiano amplió entonces sus relaciones sociales y se casó en 1797 con María Amalia Cornejo Juareguiundo, hija de Andrés Bruno Cornejo, miembro del poderoso Consejo de Castilla, y de María Josefa Juareguiundo, dama de honor de la reina María Luisa. Es más: algún biógrafo apunta la posibilidad de que los Reyes fueran los padrinos de la boda, pero no hay constancia documental. Tuvieron dos hijos, Álvaro, con el que nuestro hombre pasó mucho tiempo en el exilio, y Carlos, que padecía cierto retraso mental. Tuvieron además dos hijas, Ramona y Manuela, nacidas en Grado (Asturias). El desapego que mostró Flórez Estrada hacia su esposa Juana puede indicar que se trató de un matrimonio de interés. Los años del exilio en Gran Bretaña y Francia, entre 1824 y 1834, los pasó sin escribir apenas a Juana[1], aunque es preciso tener en cuenta que la policía fernandina interceptaba las cartas de los emigrados, en busca de pruebas de conspiraciones en marcha, y quizá esto impidió que le llegaran más a su esposa.

A pesar de su buena posición social, Godoy le destituyó en 1801. El motivo no está claro. Flórez Estrada seguía criticando la política godoyista, según dicen algunos historiadores, pero no hay constancia de ello, y puede ser que el valido decidiera alejar de Madrid a un opositor. También es cierto que la crisis económica obligó a reestructurar la Administración para ahorrar algo, y por esto quizá le echó. Las dos explicaciones son posibles: es decir, que Flórez Estrada fuera tan crítico que molestara al Gobierno y que, aprovechando la crisis, Godoy se deshiciera de él. El hecho es que parece que volvió a Asturias con una buena pensión, lo cual sí es creíble.

Los siguientes seis años (1802-1808) los pasó, sin abandonar el primer plano social, en el Principado. En el ámbito personal, se dedicó a los negocios familiares. Su padre había instalado una herrería, y empeñó su esfuerzo en sacarla adelante. En 1802 fue nombrado miembro de la Diputación General de Asturias, que era un órgano de la Junta Principal del Principado, lo que le permitió mantener el contacto con la vida política.

El procurador liberal

Poco antes del levantamiento de 1808, la Junta General del Principado le eligió procurador general, lo que le confirió un protagonismo decisivo en la insurrección: le dio d una orientación liberal y nacional que de otra manera es muy probable que no hubiera tenido. El 9 de mayo publicó un manifiesto como llamando a la rebelión general en defensa de la patria, el rey y la religión para procurar la libertad y la independencia nacionales. Por otro lado, reunió un grupo de liberales en torno suyo que se dedicó a la propaganda: intentaron extender la revolución por el norte de España, enviaron a Toreno a Inglaterra para recaudar fondos y falsificaron cartas en nombre de Fernando VII en las que se alentaba la insurrección. Una de ellas decía:

La Junta General del Principado no debe perder un momento en publicar la Carta que sigue, que se acaba de recibir de su rey (...), y de cuya letra hay positivas seguridades por el conocimiento que de ella tiene uno de sus individuos. (...) Estoy rodeado por todas partes. Soy víctima de la perfidia. Vosotros salvasteis la España en peores circunstancias, y hoy aprisionado no os pido la Corona, pero sí que vindiquéis, arreglando el Plan con las Provincias inmediatas, vuestra libertad de no admitir yugo extranjero (...). Bayona, 8 de mayo de 1808[2].

La idea de Flórez Estrada era centralizar el levantamiento, que él entendía una revolución, creando un Gobierno nacional, constituido en Cortes, que unificara el esfuerzo bélico, se convirtiera en el único interlocutor español e iniciara el camino para la elaboración de una Constitución. Era la versión adaptada y española de los Estados Generales franceses de 1789. En la proclama del 13 de junio de 1808 defendió la bondad de reunir unas Cortes, compuestas por dos representantes de cada provincia, para que eligieran un Gobierno nacional, pues la dispersión en autoridades provinciales independientes rompía la "integridad" de la monarquía española y era contraria a "los "sentimientos de todo patriotismo sensato, y tan perjudicial a los intereses de la Nación"[3]. No era un régimen de Convención, pero casi.

Las elecciones convocadas en el Principado para formar la Junta reforzaron al grupo de Flórez Estrada en detrimento de los realistas, defensores de la monarquía tradicional, que llamaron en su auxilio al marqués de La Romana. Éste había desembarcado en Galicia con unos 8.000 hombres procedentes de Dinamarca, donde habían combatido junto a las tropas francesas. Se sublevaron al conocer las noticias de España y, con ayuda inglesa, volvieron al país. La Romana luchó contra el francés, pero fue un golpista; de hecho, no sólo disolvió por la fuerza la Junta asturiana, sino que después acudió a Sevilla a derribar la Junta Central y convertirse en regente en nombre de Fernando VII.

Efectivamente, en abril de 1809, lo que no había conseguido el ejército francés lo logró el general La Romana: deshacer la Junta de Asturias. Flórez Estrada emprendió viaje a Sevilla para encontrarse con el Gobierno nacional, la Junta Central, donde se encontraban su antiguo protector, Jovellanos, y amigos suyos como Toreno o Agustín de Argüelles. Manuel José Quintana había reunido en la capital andaluza a un grupo de liberales, la denominada Junta Chica, cuyo objetivo era influir en el proceso político. Allí estaban, además de estos últimos, Isidoro de Antillón, José María Blanco-White, Alberto Lista y Antonio de Capmany, que no era liberal, ni siquiera amigo de Quintana, pero sí uno de los grandes ilustrados del momento. Entabló entonces amistad con Lord Holland, del partido whig inglés, que auxilió en numerosas ocasiones a los liberales españoles exiliados[4].

Constitución y propaganda

En aquella Sevilla, y bajo la influencia de la Junta Chica, Flórez Estrada expuso dos de las cuestiones centrales de su pensamiento casi hasta el final de sus días; eran dos necesidades: la necesidad de una Constitución para garantizar la libertad y la necesidad de la conformación de una opinión pública liberal sobre la que edificar el régimen constitucional. Para contribuir a lo primero dio a la imprenta la obra Constitución para la nación española, que respondía también al llamamiento que hizo la Junta Central para recabar opiniones fundadas sobre el proceso político que había de emprenderse. Ahí defendió los principios liberales que daban contenido revolucionario al levantamiento: soberanía nacional, derechos individuales, separación de poderes, monarquía con poderes controlados y limitados por unas Cortes unicamerales.

Los liberales sabían que sus opiniones eran francamente minoritarias entre una población española cuya cultura política se reducía al culto al rey y la tradición, y al motín como forma de protesta. Algunos se decidieron a publicar revistas y periódicos, como el Semanario Patriótico o La Voz de la Nación Española, y otros dieron a la imprenta buenos ensayos, como fue el caso de Canga Argüelles o del propio Flórez Estrada, que escribió Reflexiones sobre la libertad de imprenta, donde sostenía que la referida libertad era básica para difundir las luces y construir y preservar un régimen liberal.

La labor de los liberales en las comisiones de la Junta Central fue notable; hasta el punto de que la Junta de Legislación, cuyo secretario era Agustín de Argüelles, adelantó las tareas que las Cortes abordaron en 1810. Sin embargo, el avance francés por Andalucía y las maniobras conspirativas de los defensores de la monarquía tradicional aceleraron el hundimiento y huida de la Junta Central a Cádiz: sus miembros fueron perseguidos por los tradicionalistas, en una operación orquestada por el Conde de Montijo. El desánimo conquistó a buena parte del grupo liberal. Algunos se quedaron en Cádiz para no perder la batalla política, por ejemplo Argüelles y Toreno, y otros decidieron irse, como Blanco White y el propio Flórez Estrada.

Mientras José María Blanco White criticará a la Junta Central y luego las Cortes de Cádiz, Flórez Estrada seguirá trabajando para la revolución española desde posiciones cada vez más radicales. Esta diferencia no impidió que el primero publicara algunos trabajos del segundo en su revista El Español.

Un exilio para la reflexión

A finales de 1810, nuestro hombre publicó en esa misma cabecera un "Discurso con ocasión de la reunión de Cortes"en el que, como muestra del radicalismo que fue dominando su pensamiento, sostenía el sufragio universal masculino y el mandato imperativo de los diputados. Consideraba imprescindible que no se perdiera la idea de que lo que estaba ocurriendo en España era una revolución, un cambio en la concepción de la política y del régimen cuya clave residía en la soberanía nacional. En Introducción para la historia de la revolución de España resumía la manera en que veían los liberales los acontecimientos en nuestro país, y qué contenido político le daban[5]. Esta obra fue traducida al inglés en 1811.

Los liberales consideraban que el levantamiento de 1808 había sido una revolución porque la nación había recuperado su soberanía y porque esa soberanía iba a crear un régimen nuevo para asentar la libertad. Todos intentaron separar el caso español del francés; no sólo por motivos de coherencia, en plena guerra, sino por adaptarse a una sociedad en la que, a diferencia de los tradicionalistas, no tenían poder. De aquí proceden las continuas profesiones de fe católica y el rechazo a la violencia; abogaban por una revolución sin jacobinos y con respeto a una supuesta tradición liberal, con lo que hacían referencia al histórico contrapeso entre las Cortes y el Rey.

La preocupación por la situación americana, que ya estaba cobrando tintes muy oscuros para los intereses españoles, llevó a Flórez Estrada a publicar Examen imparcial de las disensiones de la América con la España, de los medios de su recíproco interés, y de la utilidad de los aliados de la España. El independentismo cobraba forma; tanto, que ya era posible ver a Bolívar en los despachos oficiales de Londres pidiendo financiación para el levantamiento en la América hispana. No todos los exiliados actuaron igual frente a esta cuestión; Blanco White postuló la separación como beneficiosa para ambas partes.

El Tribuno

En España, la batalla política continuaba. Argüelles y Toreno organizaban a los liberales residentes en Cádiz, mientras los tradicionalistas se apoyaban en la Regencia, especialmente en el obispo de Orense y en Miguel de Lardizábal, para impedir la reunión de las Cortes. Pero se reunieron y proclamaron la soberanía nacional, que fue asumida por las propias Cortes. Lardizábal, entonces, publicó un manifiesto contra éstas y la soberanía nacional. Ya en 1811, la Regencia llamó a Flórez Estrada para que constituyera un tribunal que juzgara al ex regente Lardizábal, lo que le permitió volver al país.

En Cádiz, Flórez Estrada, siempre preocupado por la conformación de una opinión pública liberal, fundó El Tribuno del Pueblo Español, cuyo prospecto decía:

Promover la independencia política de la Nación, y asegurar la libertad civil de sus individuos, debe ser el doble, pero inseparable objeto de todos los españoles.

En esta publicación, que salía dos veces por semana, colaboraron, entre otros, Lorenzo Calvo de Rozas, que había sido miembro de la Junta Central y acabará siendo un exaltado en el Trienio Liberal, e Isidoro de Antillón, que se distinguió por su combate dialéctico contra los reaccionarios. El Tribuno mantuvo buena comunicación con el grupo de diputados liberales dirigidos por Argüelles y Muñoz Torrero, y defendió los principios que los identificaban, como la soberanía nacional, el iusnaturalismo racionalista, el sufragio universal masculino, la Constitución como resultado del pacto social, la primacía de las Cortes y la importancia de la libertad de imprenta.

Su vinculación a los parlamentarios liberales facilitó el nombramiento de Flórez Estrada como intendente del Ejército de la provincia de Sevilla. Sus estudios y proyectos se plasmaron en su obra Constitución política por lo tocante a la parte militar. La influencia de los revolucionarios norteamericanos y franceses fue evidente en esta cuestión, ya que Flórez Estrada proponía la formación de un ejército de soldados-ciudadanos, nacional, al que se sumara una "guardia constitucional", lo que luego, con el andar del siglo, sería la milicia nacional.

Un segundo exilio para conspirar

El establecimiento del absolutismo en 1814 condujo a Flórez Estrada otra vez al exilio. Fernando VII había dado un golpe de estado contra el Gobierno de la soberanía nacional, que ya era reconocido por otros países europeos y había dirigido el esfuerzo español para derrotar a Napoleón y devolver la corona al Borbón. El 14 de mayo se puso en marcha una rueda de detenciones y procesos que llevó a los liberales a la cárcel o al extranjero. Más de 10.000 españoles comprometidos con el régimen constitucional abandonaron el país. La mayoría recaló en Francia, donde los que no tenían dinero suficiente para vivir con desahogo en París y otras ciudades fueron internados en lugares miserables[6]. Los más afortunados buscaron refugio en Gran Bretaña. Allí se instaló, en el mes de julio, Flórez Estrada.

Nuestro hombre escribió aquel mismo año su Representación a S. M. C. el Señor don Fernando VII en defensa de las Cortes, pero no la publicó hasta 1818. El libro causó gran revuelo entre la emigración española, especialmente entre los exaltados, teñidos algunos de republicanismo, que veían en la transacción con Fernando VII un empeño inútil, cuando no una ignominia. Flórez Estrada fue acusado por alguno de estar al servicio del Rey; nada más lejos de la realidad, pues siempre estuvo en los primeros puestos de la lista de hombres peligrosos que el Gobierno español pedía les fueran extraditados. En aquella obra apelaba al principio de consentimiento en lo relacionado con el sistema de gobierno, defendía la supremacía de las Cortes por ser fruto de la voluntad nacional, abogaba por la limitación de los poderes del Rey y criticaba el absolutismo sobre la base del patriotismo liberal.

Era la última parte la que originó la crítica de los exaltados, en la que Flórez Estrada hacía siete propuestas para la transacción con Fernando VII: anulación de las medidas represivas y reparación de daños a los perseguidos; convocatoria de Cortes según la legislación de Cádiz, "sin perjuicio de que en lo sucesivo se nombre una Cámara Alta"; negociación con los gobiernos insurrectos americanos para incorporarlos a la nación española, "dejando enteramente a su arbitrio todas las demás condiciones"; libertad de imprenta; abolición de la Inquisición, libertad "absoluta y general de comercio a las Américas" y "amnistía general a todos los llamados afrancesados, con restitución de todas sus propiedades secuestradas"[7].

Flórez Estrada se dedicó en el exilio a escribir, conspirar y allegar fondos para los exiliados, entrevistándose para ello con quien hiciera falta. Puede que se reuniera con Carlos IV, entonces en Italia y pensionado por el Gobierno francés. La desesperación hizo que algunos liberales albergaran la esperanza de reponer el régimen constitucional sustituyendo a Fernando VII por su padre. El empeño era tan descabellado como inútil. La vuelta al sistema liberal se produjo con el pronunciamiento de 1820.

Tres meses tardó en surtir efecto el acto del general Riego del 1 de enero. El 8 de marzo, una multitud asaltaba los patios del Palacio Real de Madrid exigiendo el restablecimiento inmediato de la Constitución de 1812. El rey cedió y nombró un Gobierno presidido por Argüelles, que entonces estaba recluido en Mallorca. El regreso de Flórez Estrada a España se produjo por Barcelona, donde era jefe político de la provincia su pariente Manuel María Acevedo. Se presentó a las elecciones a Cortes de 1820 por la división administrativa de Asturias, y le votaron obtuvo 9 de los 15 electores designados en los partidos electorales.

La Confederación de los Comuneros

La vida política giró entonces en torno a las sociedades patrióticas, que se distinguían entre sí por sus tendencias ideológicas. Flórez Estrada se decidió por la más radical, la de los exaltados, la Comunería o Confederación de Comuneros Españoles, constituida a principios de 1821 con el objetivo de contrarrestar el moderantismo de la Masonería y proseguir el impulso revolucionario. Hay quien ha visto entusiasmado en La Comunería la defensa de la "democracia popular" frente al liberalismo templado, sin explicar que en la Europa de esos años dicho término era sinónimo de dictadura jacobina[8]; es decir, de la eliminación política, y a menudo física, del adversario, en un sistema en que el Gobierno se erigía en único y permanente portavoz de la voluntad popular, a la que no se consultaba.

El gran problema del Trienio Liberal fue la articulación del liberalismo político; es decir, la incapacidad de los liberales para confeccionar un partido político, o dos, con que dar vida al régimen dentro del orden y la ley, controlando al rey, tranquilizando a Europa y acallando a los enemigos de la libertad. Gil Novales contabilizó hasta 75 motines entre abril de 1820 y octubre de 1823, protagonizados tanto por liberales como por absolutistas[9]. El liberalismo político se repartía entre la masonería, la confederación comunera, la Sociedad Landaburiana y la Sociedad del Anillo, enfrentadas entre sí y en su interior, y cada una con una pequeña fuerza armada a su disposición.

La confederación comunera, a la que pertenecía Flórez Estrada, estaba en 1823 en pleno debate por la intromisión de otra sociedad secreta, los carbonarios, jacobinos que pretendían controlar la organización. El rey aprovechó la ocasión para excitar la división creciente de los liberales y, el 19 de febrero, sustituyó al Gobierno de San Miguel, de la masonería, por uno compuesto por comuneros, presidido por Flórez Estrada y en el que figuraba gente como Torrijos y Calvo de Rozas. Al día siguiente, Alcalá Galiano organizó un motín en Madrid, en el que participaron alrededor de 1.000 personas, para exigir la reposición del Ministerio y el nombramiento de una Regencia. El 28 de febrero se nombró a los nuevos ministros. "Por primera vez –ha escrito Gil Novales– entraban en el Ministerio representantes auténticos del partido exaltado y popular". Pero en el mismo decreto de nombramiento se posponía su entrada en ejercicio hasta que los ministros salientes leyeran en las Cortes las memorias sobre su gestión.

El ejército francés, mientras tanto, ya había entrado en España. Era la tropa del Duque de Angulema, los Cien Mil Hijos de San Luis, que venían a terminar con el régimen. Las Cortes, el rey y el Gobierno se vieron obligados a marchar a Sevilla. La peculiaridad de Flórez es que estaba dispuesto a negociar con las potencias europeas para evitar la intervención, lo que ya no era posible, y amoldar el sistema constitucional para hacerlo aceptable para quienes lo despreciaban, asunto harto complicado. Ninguna de las dos posturas fue tolerable para los exaltados. El Gobierno de San Miguel –aún vigente porque los destituidos no habían leído sus memorias en las Cortes– se reunió con unos 40 diputados y acordaron el 16 de abril pedir a Flórez Estrada la dimisión. Al no obtenerla, se dirigieron al rey, quien se negó en primera instancia; pero al ser amenazado de muerte por al menos dos ministros –según cuenta Romero Alpuente- no tuvo más remedio que acceder. Así lo confesaba Flórez Estrada en una carta a la viuda de Torrijos, en la que decía que los comisionados pidieron al monarca

que nos depusiese a nosotros en aquel momento, y que en caso de no hacerlo, tuviese entendido que su vida perecería aquella misma noche. El rey pidió un día de término para decidirse, más no se le concedió este término; en seguida el rey pidió dos horas de término, el que tampoco se le concedió, y temiendo perecer si se resistía aún, convino en firmar allí mismo y en el acto, el decreto de nuestra deposición.

Al Gobierno nunca ejerciente de Flórez Estrada le siguió uno presidido por Calatrava. Pero todo estaba ya perdido; y no sólo por la intervención militar francesa, sino por la calamitosa actuación de los liberales y el abandono justificable del apoyo popular. No obstante, Flórez siguió a las instituciones hasta Cádiz, y allí, tras la rendición, marchó a Gibraltar y huyó a Londres.

El tercer exilio: conspiración y economía

El Gobierno británico salvó la vida de Flórez Estrada, como la de muchos otros exiliados, al darle una pensión y negarse a extraditarlo. El embajador español, sin embargo, consiguió cierto control de los emigrados; pero sobre todo fue muy eficaz el cuerpo de "alta policía" creado personalmente por Fernando VII. Este grupo estaba dirigido por José Manuel de Regato y tenía comprados a algunos revolucionarios, que le servían como informadores. Flórez Estrada estuvo siempre en los primeros puestos de la lista de los más peligrosos. No aprendió de su paso por el Trienio y siguió adherido a la sociedad de los comuneros, con el nombre de Brutus: hasta 1826, fue el principal planificador de pronunciamientos en España. Junto a Romero Alpuente y Díaz Morales, un carbonario, organizó un grupo cuyos ejes eran Londres y Gibraltar. Aún no mantenían relaciones con otros grupos de la emigración, como los de Espoz y Mina, más moderado, y el de Torrijos, exaltado pero menos que el de Flórez Estrada.

La última intentona del grupo de Flórez fue en Bazán, en febrero de 1826. Consistía en provocar un conflicto civil y librarlo según la táctica de la guerra de guerrillas. Fracasaron, y culparon del batacazo al escaso espíritu revolucionario de los demás emigrados. De hecho, en octubre publicaron un folleto titulado Manifiesto del adelanto de los trabajos patrióticos en que nos ocupamos los pocos emigrados que de veras desean la felicidad y decoro de la nación española. Esto deja ver dos cosas importantes: que el patriotismo comenzaba a vincularse con la revolución violenta, y a excluir cualquier otra disposición política, lo cual fue muy dañino[10], y que la izquierda liberal ya había hecho parte fundamental de su corpus lo de "la revolución necesaria". Bajo esta necesidad patológica de revolución, el grupo de Flórez Estrada negoció con México la caída de Fernando VII. El acuerdo consistía en que los mexicanos darían cinco millones de pesos a los revolucionarios españoles a cambio de que el nuevo Gobierno que se formara reconociera su república, así como al resto de las hispanoamericanas. Flórez firmó el acuerdo el 25 de marzo de 1828. No obstante, el asturiano y los suyos nada intentaron, animados como estaban por el éxito de la revolución francesa de julio de 1830, que creían bastaría para derribar a Fernando VII. Quizá porque Lafayette, uno de sus artífices, les brindó protección, pensiones, armas y esperanza.

Casi todos los exiliados marcharon entonces a París. También Flórez Estrada. Era precisa la unión, por lo que se convocó una junta con la idea de reunir a los refugiados de Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Suiza, Gibraltar y Argel en una sola comisión directiva. Las elecciones para dicha comisión las ganó Flórez Estrada, que obtuvo 868 votos, seguido de Torrijos, con 823. Esto no sirvió para que Torrijos y los suyos se sintieran arropados en el pronunciamiento de 1831, ni para evitar filtraciones sobre la intentona, ni para que luego se produjera un luto general entre los exiliados por el fusilamiento de sus compañeros...

En el exilio, Flórez Estrada tuvo tiempo también para escribir. Colaboró con El Español Constitucional, creado por Fernández Sardino, que ya había editado en el Cádiz de la Guerra de la Independencia el controvertido El Robespierre Español. Desde las páginas de aquel periódico debatió, mínimamente, eso sí, con José María Calatrava y Alcalá Galiano sobre las razones del fracaso de 1823. Flórez sostuvo que el problema radicó en el poco poder que habían ejercido las Cortes, que se habían dejado dominar por el rey, y que, por otro lado, la rígida separación de poderes establecida por la Constitución de 1812 beneficiaba a la Corona en detrimento de las Cortes. Además, escribió su Curso de Economía Política, publicado en 1828, la obra más internacional de los economistas españoles del siglo XIX. Hasta este tercer exilio, el asturiano estaba influido por Adam Smith, David Hume y Condillac, pero a partir de entonces bebió en las obras de David Ricardo, James Mill, Say o Sismondi. Este cambio le convirtió en un liberal incoherente, con una noción imprecisa de los límites del poder y del derecho de propiedad, porque, al mismo tiempo que atacaba los privilegios y apoyaba la competencia y la búsqueda de la riqueza, defendía la intervención del Estado en la propiedad privada en materia de expropiación y desamortización[11]. Pretendía que el Estado repartiera tierras entre los agricultores al objeto de que surgiera una clase media que apreciara al Estado liberal, como dejó claro en La cuestión social, que luego incorporó al Curso de Economía Política.

A esto se dedicó Flórez Estrada en el exilio francés, cobrando un subsidio de dos francos y medio al día, que fue luego ampliado[12].

'Brutus' se hace moderado

Las amnistías concedidas por el Gobierno de María Cristina en 1833 y 1834 permitieron a Flórez Estrada volver a España. Entre 1830 –nacimiento de Isabel de Borbón, Princesa de Asturias– y 1834 debió de ingresar en una sociedad secreta llamada La Isabelina, fundada por Eugenio Aviraneta, cuyo objetivo era el establecimiento de un régimen constitucional con una regencia durante la minoría de edad de Isabel. Los de La Isabelina planearon presentar una exposición a la regente María Cristina para que derogara el Estatuto Real y presentara a las Cortes un proyecto constitucional que ya habían preparado. La proposición la escribió Flórez Estrada, que había sido elegido para el Estamento de Procuradores. El plan era presentarlo en éste el 24 de julio de 1834, contando con el apoyo de las tribunas, preparadas al efecto. "Si se encontrara resistencia –escribió Pirala–, se armaría un alboroto en el seno mismo de las Cortes, que sería la señal para el pronunciamiento general". La multitud tomaría los edificios oficiales, el Duque de Zaragoza se pondría al frente de la tropa y se formaría un Gobierno en el que estarían Pérez de Castro, Calvo de Rozas y Flórez Estrada –como "ministro de interior" –; a San Miguel se lo colocaría como gobernador de Madrid[13].

En el proceso, la policía no pudo encausar a los detenidos en la conspiración, por lo que siguieron con sus vidas políticas. Flórez Estrada se sentó en el Estamento de Procuradores junto a exaltados como Fermín Caballero y Joaquín María López, aparecidos en la escena pública después del Trienio Liberal. Firmó la petición para que el Estatuto Real llevara un título sobre los derechos individuales, e hizo oposición a los gobiernos de Martínez de la Rosa, Toreno y Mendizábal, especialmente a este último. La razón fue el tipo de desamortización que planeaba. Flórez Estrada era partidario de utilizarla para crear una clase media a través del reparto de la tierra. Publicó entonces en El Español de Andrés Borrego, con fecha del 28 de febrero de 1835, un artículo titulado "Sobre el uso que debe hacerse de los bienes nacionales", y posteriormente dio a la imprenta el folleto Contestación de don Álvaro Flórez Estrada a las impugnaciones hechas a su escrito sobre el uso que debe hacerse de los bienes nacionales[14]. La propuesta de Flórez consistía en expropiar la tierra en manos de la Iglesia y que el Estado la cediera a los individuos para su explotación durante determinado tiempo, pero reservándose la propiedad y el derecho a percibir un estipendio anual.

El fracaso del Gobierno de Mendizábal, tanto en la guerra como en la economía, parece ser que empujó a Flórez Estrada a abandonar el partido exaltado y, junto a otros antiguos radicales como Istúriz y Alcalá Galiano, fundar el partido monárquico constitucional, que fue la primera denominación del partido moderado. Su vida política estuvo ligada desde entonces al moderantismo. Fue presentado en su lista por el distrito de Oviedo en las elecciones de febrero de 1836; y aunque resultó elegido, no llegó a jurar el cargo, debido al golpe de estado de La Granja, perpetrado en agosto de ese año.

De todas maneras, Flórez Estrada parecía acabado para la lucha política. Estuvo en un segundo plano, muy alejado de la creación y desarrollo del partido moderado. Fue diputado por Oviedo en las legislaturas de 1839, 1840 y 1843, y ocupó interinamente la presidencia del Congreso entre febrero y marzo de 1840. Isabel II le nombró senador por decreto el 29 de agosto de 1845. Recibió entonces algunos honores: el Instituto Argen de París le nombró vicepresidente honorario, y la Academia Francesa de Ciencias Morales y Políticas le acogió como miembro en sustitución del economista Federico Bastiat. No obstante, ya cansado, se retiró a Asturias, al Palacio de Miraflores, propiedad de su prima Concepción Acevedo. Prácticamente recluido, redactó la sexta edición de su Curso de Economía Política, que apareció en 1852. Murió un año después, el 16 de diciembre, y fue enterrado en el cementerio de Noreña.

La complejidad y la incoherencia de la trayectoria vital de Álvaro Flórez Estrada explican que su figura fuera prácticamente olvidada por la política y la historiografía. Progresistas y republicanos no le perdonaron su postrero paso al moderantismo, y los liberal-conservadores no podían ensalzar esa vida dedicada casi en exclusiva a la conspiración y la revolución[15]. Fue precisamente un republicano, Manuel Pedregal, que hubiera llegado a ser presidente de la República en 1874 si no hubiera dado un golpe de estado el general Pavía, el que, desde la admiración y la épica, recuperó su figura en 1886, en una conferencia en el Ateneo de Madrid. Quizá Pedregal sintió la solidaridad del revolucionario frustrado, ilusionista, constructor de Españas paralelas, con esa empatía propia del romántico de barricada y sociedad secreta, contradictorio, cuyo anacronismo quedó pronto al desnudo.



[1] Juan Uría Ríu, "Flórez Estrada en París, 1830-1834", Archivum. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras, tomo V, núm. 1, enero-abril 1955, pp. 39-76.
[2] "Junta de Asturias. Correspondencia con la Junta de Galicia sobre su propuesta de crear una Junta Central", AHN, Estado, 70, A, 4.
[3] Id., AHN, Estado, 70, A, 18.
[4] Manuel Moreno Alonso, La forja del liberalismo en España. Los amigos españoles de Lord Holland, 1793-1840, Madrid, Congreso de los Diputados, 1997.
[5] Álvaro Flórez Estrada, Historia de la revolución de España, introducción de Jorge Vilches, Madrid, Espasa-Calpe, 2009.
[6] Juan B. Vilar Ramírez, La España del exilio: las emigraciones políticas españolas en los siglos XIX y XX, Madrid, Síntesis, 2006, p. 124.
[7] Álvaro Flórez Estrada, En defensa de las Cortes. Con dos apéndices, uno sobre la libertad de imprenta y otro en defensa de los derechos de reunión y de asociación, Madrid, Miguel Castellote Editor, 1973, pp. 130-131.
[8] Iris M. Zavala, Masones, comuneros y carbonarios, Madrid, Siglo XXI, 1971, p. 68. Marta Ruiz Jiménez, "La confederación de Comuneros Españoles en el Trienio Liberal (1821-1823)", Trienio, núm. 35, mayo 2000, pp. 155-186.
[9] Alberto Gil Novales, Las sociedades patrióticas (1820-1823). Las libertades de expresión y de reunión en el origen de los partidos políticos, Madrid, Tecnos, I, pp. 740-741.
[10] Véase Jorge Vilches, "1808: el patriotismo liberal español", La Ilustración Liberal, núm. 35, 2008.
[11] Carlos Rodríguez Braun, "Flórez Estrada y el liberalismo", en Diez ensayos liberales, Madrid, Lid Editorial, 2008, pp. 151-173.
[12] Juan Uría Ríu, o.c., pp. 45 y ss.; Charles Lancha, Álvaro Flórez Estrada (1766-1853), ou le libéralisme espagnol à l’épreuve de l’histoire, Grenoble, Université des langues et lettres de Grenoble, 1984, p. 205.
[13] Antonio Pirala, Historia de la guerra civil, y de los partidos liberal y carlista, Madrid, 1868, I, pp. 443-444.
[14] L. A. Martínez Cachero, "Estudio del pensamiento económico de Álvaro Flórez Estrada", prólogo a A. Flórez Estrada, Obras, Madrid, Atlas, 1958, II, p. XXV-XXIX. Germán Rueda Herranz, "Álvaro Flórez Estrada y la desamortización", en Joaquín Varela Suanzes-Carpegna, (coord.), Álvaro Flórez Estrada (1766-1853). Política, economía, sociedad, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 2004, pp. 439-473.
[15] Además de las obras citadas, son interesantes para la figura de Flórez Estrada las siguientes: Miguel Artola, estudio preliminar a Álvaro Flórez Estrada, Obras, Madrid, BAE, 1958, tomo I; L. A. Martínez Cachero, Álvaro Flórez Estrada. Su vida, su obra política y sus ideas económicas, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1961; Manuel Jesús González, estudio preliminar a Álvaro Flórez Estrada, Escritos políticos, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 1994; Juan Pan-Montojo, "Álvaro Flórez Estrada: el otro liberalismo", en M. Pérez Ledesma e Isabel Burdiel (eds.), Liberales eminentes, Madrid, Marcial Pons, 2008.