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La Ilustración Liberal

México: llegó la hora de una alternativa a la guerra contra las drogas

Este ensayo fue originalmente publicado en el Economic Development Bulletin (24 de septiembre de 2012) y está parcialmente basado en la conferencia que dictó Castañeda el 11 de noviembre de 2011 en el Cato Institute, titulada "Ending the global war on drugs".

Si no nos preguntamos por qué México se involucró en una lucha agresiva contra los cárteles de la droga será muy difícil entender cómo salir de ella. Muchos de mis colegas en México y EEUU dicen: "Bueno, cualesquiera que hayan sido las razones por las que el presidente Felipe Calderón tuvo para involucrarse en esta guerra, el hecho es que ahora estamos en ella y tenemos que hacer algo al respecto". Sí, pero no es un ejercicio ocioso retroceder y ver hasta qué medida esta guerra fue declarada, hace más de cinco años, bajo premisas falsas.

Premisas falsas

La primera premisa falsa: la violencia venía aumentando y algo tenía que hacerse al respecto. Esto, simplemente, no es verdad. La violencia en México había estado cayendo de acuerdo a cualquier indicador, principalmente de acuerdo al más importante y confiable: los homicidios voluntarios por cada 100.000 habitantes. Desde principios de los 90 hasta el 2007, la violencia en México había caído de alrededor de 20 homicidios voluntarios por cada 100.000 habitantes por año a alrededor de 8 en 2006 y 2007. Esa tasa es aún más alta que la de EEUU, pero es un tercio de la de Brasil, un décimo de lo que Colombia vio en sus peores años y un tercio de la tasa mexicana de hoy. La violencia en México había venido cayendo por veinte años, pero se disparó del 2007 en adelante. En el año 2011 la violencia en México llegó a niveles comparables a los de Brasil.

La segunda falsa premisa: el consumo de drogas estaba llegando a un nivel alarmante. México había pasado de ser un país de tránsito a uno de consumo. Algo se tenía que hacer al respecto. Esto, simplemente, no es verdad. La tasa de consumo de drogas de México está entre las más bajas de América Latina: es mucho más baja que las de los países centroamericanos, que la de Brasil y que la de Colombia; incluso más baja que las de Chile y Uruguay. Además, los aumentos, que si bien son muy significativos en términos puramente estadísticos, se dieron desde una base tan baja que eran insignificantes.

México no es un mercado para las drogas por una razón muy sencilla: solo un traficante desquiciado vendería drogas en México: justo al otro lado del río se encuentra el mercado más grande y rico del mundo para la venta de su mercancía. En México los traficantes de drogas no están desquiciados, son empresarios muy inteligentes y sofisticados. Este no es el caso en Bolivia. Bolivia queda cerca de Brasil, de Chile y de otros lugares. Si ya lograste introducir la mercancía en México, ¿para qué venderla ahí, si se puede vender al otro lado de la frontera por un precio diez o quince veces superior

No hay señal alguna un aumento significativo en el consumo de drogas en México en los últimos quince años. Ha permanecido estable y en niveles muy bajos.

Tercera premisa: los cárteles de drogas se habían vuelto tan poderosos que se estaban apoderando del país. Esto es difícil de calibrar. ¿Cómo se sabe cuándo parte del país ha sido tomado por los cárteles? Bueno, probablemente la única manera de saberlo sería retomar el control de un lugar y anunciar que ese lugar que antes estaba en manos de los cárteles ya no lo está, y que en el proceso se ha arrestado, matado o encarcelado, no a los traficantes –eso no sería difícil–, sino a los gobernadores, alcaldes, senadores, congresistas, jefes de la policía, etc., implicados. Bueno, esto no ha ocurrido en un solo estado mexicano durante los más de cinco años de gobierno del presidente Calderón. Ni un solo gobernador o exgobernador, ni un alcalde importante de una ciudad importante, ni un diputado o senador: nadie ha sido encarcelado por este tipo de reconquista territorial. Es cierto que se ha encarcelado y liberado a policías, pero eso es parte de otra historia. Incluso en el estado natal de Calderón, Michoacán, donde dio inicio la guerra, hace cinco años, se tuvo que liberar a los treinta alcaldes que habían sido arrestados porque no había caso contra ellos.

Así que la guerra fue declarada bajo premisas falsas. Ninguna de ellas era verdadera.

La verdadera razón

Entonces, ¿por qué se declaró la guerra? Creo que se hizo por razones políticas muy simples. Yo voté por el presidente Calderón. Hice llamados a que la gente votara por él. Respaldé sus esfuerzos después de las elecciones por asumir la presidencia porque pensé que él había ganado y que había ganado de manera limpia. Por un 0,56 por ciento. Es verdad que no fue una victoria aplastante, por decirlo de alguna manera, pero ganó. Creo que fue una elección esencialmente limpia, pero él decidió que, como muchos presidentes mexicanos antes que él, tenía que hacer algo espectacular al momento de asumir la presidencia, para poder consolidarse y legitimarse luego de una votación severamente cuestionada y controversial.

Así que Calderón decidió por razones políticas que lo que haría sería enviar a las fuerzas armadas a Michoacán y a otro par de estados para que hicieran el trabajo y se retiraran. Las cosas no resultaron de esa manera.

La guerra contra los cárteles fue declarada por razones políticas, no por razones relacionadas con las drogas. Esto es importante porque significa que si las premisas eran falsas en ese entonces, siguen siendo falsas ahora. Y esto significa que si cambiamos las estrategias y encontramos una alternativa no tenemos que lidiar con las causas de la guerra, tenemos que abordar otras causas y otros efectos de la guerra; por ejemplo, el desastre en materia de derechos humanos que se ha vivido en México en los últimos cinco años, y que ha sido documentado recientemente en un reporte publicado por Human Rights Watch[1].

Los costes

¿Cuáles son los costes? Primero, tenemos alrededor de 55.000 muertes relacionadas con las drogas desde que Calderón asumió la presidencia. Esto es más que el número de estadounidenses que murieron en Vietnam, pero en un país con un tercio de la población de EEUU.

En segundo lugar, tenemos una situación de derechos humanos en donde los incidentes de tortura, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas han aumentado exponencialmente, como ha sido documentado por grupos de derechos humanos mexicanos e internacionales. Eso es algo que el mismo Gobierno está reconociendo y tratando de resolver. La manera en que el informe de Human Rights Watch fue recibido por Calderón y su Gabinete en noviembre del año pasado muestra que la discusión consiste más en qué hacer al respecto y no en si el informe es cierto o no. México es un país que ha tenido enormes problemas de derechos humanos a lo largo de los últimos treinta, cuarenta o cincuenta años, pero donde la situación venía mejorando considerablemente, bajo los Gobiernos de los presidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox, que representaban dos partidos distintos.

En tercero lugar, hemos sufrido una destrucción de la imagen internacional de México. Para algunos países esto es más importante que para otros. Para México, una imagen terrible importa bastante. Si se ven escenas como las que se ven en las televisiones y en los periódicos de todo EEUU –gente decapitada, colgando de puentes o ejecutada en las calles– y la industria más importante es la del turismo, entonces existe un gran problema.

Finalmente está el tema del dinero. México es un país grande y rico. Nuestro presupuesto será de alrededor de 320.000 millones de dólares este año. Para fines de la Administración Calderón habremos gastado alrededor de 60.000 millones combatiendo el tráfico de drogas, además de lo que gastamos normalmente en seguridad y en el ejército. Esa es una cantidad considerable para un país de nuestro tamaño.

Si usted suma todo esto, puede ver que los costes de esta guerra han sido inmensos. Los resultados positivos no son muy claros. Por ejemplo, la erradicación e intervención de marihuana y heroína, las drogas que producimos en México, ha caído significativamente. Hoy, en México estamos confiscando considerablemente menos marihuana y heroína que hace diez años. En cuanto a la cocaína, es difícil saberlo, porque viene del sur, básicamente de Colombia y Perú, a través de Centroamérica, rumbo a EEUU. Aparentemente se puede haber dado una pequeña caída en la cantidad de cocaína colocada en EEUU a través de México. Si hubiese habido una caída considerable, se vería reflejado en los precios de la cocaína en las calles de Nueva York y Washington DC, y a menos que alguien conozca un dato distinto, esa subida no se ha dado. Ha habido un alza ligera, pero no tan grande como para que refleje una caída tremenda en la oferta a lo largo de los últimos cinco o seis años. Con respecto a la metanfetamina y otras drogas sintéticas, algunas de las cuales producimos en México con insumos chinos, puede que haya habido una caída, pero los resultados ahí no son significativos.

¿Qué se puede hacer?

¿Qué se puede hacer al respecto? Primero, creo que el ejército debe regresar a los cuarteles y ser utilizado sólo de manera excepcional, cuando exista una situación muy crítica, con instrucciones e indicaciones muy claras de cuántos soldados serán enviados, cuánto tiempo estarán allí y cuándo serán retirados. La definición de una crisis debería ser muy específica. Segundo, tenemos que construir una fuerza policial nacional. Calderón ha hecho un esfuerzo, como lo hizo Fox antes que él, pero no ha sido suficiente. Hoy tenemos alrededor de 25.000 policías federales. Este es un país de 115 millones de habitantes. Colombia, con una población 2,5 inferior, tiene 165.000 policías nacionales. Si quisiéramos tener el equivalente en México necesitaríamos 400.000 policías federales, ya que la policía municipal es inútil, en el mejor de los casos. Así que tenemos que pasar de 22.000-25.000 a 100.000-150.000 policías federales muy rápidamente.

Para esto se requiere mucho dinero, algo de tiempo y mucho respaldo. Podríamos obtener apoyo en todo tipo de sitios, pero sólo lo obtendremos realmente de uno. Ese lugar es EEUU.

Tenemos que pensar muy seriamente cómo queremos hacer esto. ¿Queremos enviar 100.000 policías a EEUU, a que reciban entrenamiento, o queremos tener un par de miles de asesores estadounidenses entrenándolos directamente en México? Políticamente, es imposible lograr que los asesores vayan a México. Económicamente, es imposible lograr que los policías mexicanos vayan a EEUU. ¿Qué hacemos, entonces? Tenemos un problema.

Como ha dicho Mark Kleiman, de la Universidad de California en Los Ángeles, necesitamos concentrar todos nuestros esfuerzos en combatir la violencia y el crimen –los secuestros, la extorsión, el homicidio, los hurtos en el hogar y de autos, etc.–, en lugar de concentrarnos en el asunto de las drogas[2]. Las drogas no perjudican a México. Si perjudican a los estadounidenses o no es una cuestión que los estadounidenses tienen que decidir por sí mismos, así como combatir ese daño, si es que lo es. No tiene sentido alguno que aportemos hasta 55.000 vidas a evitar que las drogas entren a EEUU, cuando éstas, una vez en territorio estadounidense, son, de facto o de iure, legalmente consumidas. Felicito a los expresidentes Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Ernesto Zedillo (México) y César Gaviria (Colombia), así como también a otros colegas de la Comisión Global de Políticas de Drogas, por señalar esto[3].

Si concentrásemos los recursos que tenemos en combatir la violencia, podríamos reducirla a los niveles de los años 2006-2007 y empezar a abordar la cuestión de cómo hacer todo esto sin alentar la cultura de la ilegalidad, que en México es una plaga desde hace cuatrocientos o quinientos años (probablemente incluso desde antes de que los españoles llegaran ya teníamos problemas en este aspecto, aunque ellos empeoraron las cosas). Por esta razón, considero que es muy importante que el próximo Gobierno mexicano –y el presidente Calderón ha empezado a considerarlo– sea muy claro sobre la legalización de las drogas, empezando por la marihuana, pero no necesariamente limitando la legalización a esa droga.

¿Por qué presionar a favor de la legalización? Porque no podemos hacerlo solos. Si los estadounidenses no lo hacen, nosotros no lo podemos hacer. Los precios son fijados en EEUU, no en México, así que legalizarla solamente en México no reducirá realmente las ganancias de los cárteles, porque estas vienen del negocio ilícito en EEUU. Si EEUU no legaliza y México sí lo hace, todo lo que lograremos será meternos en problemas con los estadounidenses, sin realmente afectar a las finanzas de los cárteles.

México –junto con Colombia, y tal vez algún día con Brasil y Perú– debería hacer de la defensa de la legalización en EEUU su principal tarea de política exterior. México, hoy, tiene claramente la autoridad moral, y el presidente Juan Manuel Santos de Colombia ciertamente tiene la autoridad moral para venir a EEUU y decir: "Miren, señores: hicimos esto durante cuarenta años, al igual que ustedes. Nosotros hemos puesto hasta 55.000 muertos, hemos gastado una fortuna, hemos destruido nuestra imagen en el mundo, hemos perjudicado a nuestro sector turístico, hemos hecho todo lo que humanamente se puede hacer, y no funciona, así que tenemos que hacer otra cosa". Es muy importante, por supuesto, que expresidentes prestigiosos como Cardoso y sus colegas hagan esto. Pero es todavía más importante que lo hagan los presidentes en ejercicio, especialmente los de México y Colombia, quienes por razones personales tienen el prestigio para hacerlo.

Si trabajásemos de acuerdo a estos tres planteamientos: 1) combatir la violencia, no el tráfico de drogas; 2) construir una policía nacional y retirar a las fuerzas armadas; 3) luchar por la legalización, aun si no podamos hacerlo de la noche a la mañana con todas las drogas, sentaremos las bases de una política alternativa que puede funcionar.


[1] "Ni seguridad, ni derechos. Ejecuciones, desapariciones y tortura en la 'guerra contra el narcotráfico' de México", HRW, noviembre de 2011.

[2] Mark Kleiman, "Surgical Strikes in the Drug Wars", Foreign Affairs, septiembre-octubre de 2011.

[3] V. Comisión Global de Políticas de Drogas, "Guerra a las drogas. Informe de la Comisión Global de Políticas de Drogas", junio de 2011.