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La Ilustración Liberal

¿Otro papa excepcional?

A propósito de algunas manifestaciones de Su Santidad el Papa, así como las diferencias entre lo que ha dicho en sus viajes a Cuba y a Estados Unidos.

I

Me parece obligado comenzar este artículo explicitando que soy católico, apostólico y romano y, en consecuencia, intento seguir las normas emanadas de la jerarquía de la Iglesia. Y esta aseveración es necesaria hacerla previamente, pues he de decir que la lectura de los medios de comunicación me ha producido una enorme desazón e incluso alarma debido a afirmaciones como, por ejemplo, "nunca he sido de derechas" (entrevista concedida en 2014 al jesuita P. Antonio Spadaro). ¿Es que el Papa se posiciona políticamente? Juan Pablo II luchó por la libertad de su pueblo (y de todos los pueblos), pero eso no es adoptar una opción política.

He de reconocer también que la elección del papa Francisco no me satisfizo plenamente. Sus primeras actuaciones y manifestaciones distaban, desde mi punto de vista, de las que había vivido con sus dos últimos predecesores, dos papas tan excepcionales como Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¿Había algún componente demagógico en las mismas? Esta insatisfacción podría ser producto de mis prejuicios.

Acometí pues, de inmediato, la lectura de la citada entrevista íntegra, labor que hubiese llevado a cabo en cualquier caso. Después de una lectura detenida de la misma, tengo que afirmar que, efectivamente, mi insatisfacción inicial era, como he dicho, un mero prejuicio. Mi conclusión, una vez realizada mi lectura, es que Su Santidad posee una gran inteligencia y, sobre todo, es enormemente bondadoso. Sólo me permito apuntar que Su Santidad debería profundizar más en su conocimiento del libre mercado y el capitalismo. Sobre este aspecto, volveré más adelante.

Una vez dicho esto, sí tengo que añadir, además, que me gustaría que Su Santidad elaborase más algunos temas que comentó en la entrevista y que, en mi opinión, pueden no haber quedado suficientemente claros. Estos temas, junto con algunos comentarios y opiniones personales, son los siguientes.

"Sobre todo, de los pobres"

Su Santidad expone, con razón, que el discernimiento se realiza siempre en presencia de Dios, sin perder de vista los signos, escuchando lo que sucede, el sentir de la gente, sobre todo de los pobres. ¿De los "descamisados", en la terminología peronista? Y es aquí donde quiero detenerme. De los pobres, desde luego. Pero ¿y de los que los datos económicos no consideran pobres? Es decir, ¿los mileuristas son pobres o sólo los desempleados que ya no perciben la prestación por desempleo? ¿O esos son ricos comparados con los que viven con menos de 1,9 dólares al día, que es la nueva medida del Banco Mundial para medir la pobreza extrema? ¿Dónde trazamos la línea divisoria entre pobres y no pobres? ¿Es que al sentir de las clases medias hay que prestarle menos atención? ¿Y los ricos? El propio papa Francisco habla de Mateo en la entrevista. La parábola del ojo de la aguja es hoy aún más válida que cuando fue pronunciada, pero no por ello la Iglesia debe desconocer el sentir de los ricos, quizá para recordarles que han de luchar hoy más que nunca, para que sigan generando riqueza, creando puestos de trabajo y elevando cada vez más el nivel de vida de los más desfavorecidos. Porque, en realidad, la riqueza no es buena o mala en sí misma, sino la conciencia con la que se utiliza. El ser humano es capaz de las mayores barbaridades con tal de no perder riqueza o en pos de conseguirla. Pero también de lo contrario. Sólo hay que ver más allá de las obvias etiquetas. Por eso, a todo el pueblo de Dios hay que escucharle su sentir.

Y, hablando de pobreza, quiero detenerme y analizar algunos datos.

Durante una audiencia general en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Papa afirmó: "La causa de la pobreza no son las familias numerosas, sino un sistema económico excluyente que desplaza a ancianos y a jóvenes, que aparta a las personas".

El sistema económico al que se refiere es por supuesto el capitalista. Sistema que a nivel global ha sacado a miles de millones de personas de la pobreza en menos de un siglo gracias a la globalización y la entrada en los mercados mundiales. Por supuesto, hay excepciones, como el África subsahariana y Asia meridional, donde sigue concentrándose la pobreza extrema, pero ahí ya nos encontramos con mayor complejidad de causas, sobre todo cuando se trata de países en conflicto.

En las previsiones del Banco Mundial para 2015, el número de personas que viven en situación de pobreza extrema probablemente bajará a menos del 10% de la población mundial, lo cual no deja de ser un escándalo, pero constituye una nueva prueba de que la reducción sostenida de la pobreza en los últimos veinticinco años significa que el mundo está más cerca de alcanzar la meta histórica de ponerle fin, a más tardar en 2030.

Se trata de un objetivo muy ambicioso. No obstante, como asevera Jim Yong Kim, presidente del Grupo Banco Mundial, "este objetivo sigue estando a nuestro alcance, en la medida en que nuestras grandes aspiraciones estén acompañadas de planes impulsados por los países que ayuden a los millones de personas que aún viven en la pobreza extrema".

Por eso la Iglesia debe inspirar y acompañar tanto a los desfavorecidos como a los que tienen el poder y la capacidad de ayudarlos, y que la nueva política de la Iglesia de no exclusión, que el Papa está manifestando en otros ámbitos, sea también en éste una realidad.

Hace ya algunos años, en un almuerzo-coloquio con el entonces obispo de Barcelona, monseñor Martínez Sistach, y después de su exposición y sus respuestas a diferentes preguntas de otros comensales, no pude contener la sensación de exclusión por no ser nacionalista catalán y cometí la temeridad de decirle: "Monseñor, tengo la suerte de no pertenecer a la Diócesis de Barcelona, porque en ese supuesto me sentiría como una grey abandonada por su pastor". Posiblemente entendí mal las palabras de monseñor, pero en aquel momento esa fue mi reacción: Dios ama a todos los hombres. No es excluyente.

"Jamás he sido de derechas"

Creo conveniente que su Santidad profundice en esta afirmación y la elabore bastante más. El papa Francisco dice: "Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador".

Pero ¿el ser de derechas es sinónimo de autoritarismo? Dejemos al margen el engendro del nazismo y del fascismo, con orígenes y políticas económicas y sociales claramente socialistas y que, en consecuencia, no son, ni de iure ni de facto, de derechas, aunque sí lo son en la extendida terminología que la izquierda se ha encargado de dar por sentada. No conozco ningún medio de comunicación que explique científica e históricamente por qué ambas monstruosidades no se pueden calificar de derechas. En una democracia liberal no puede existir el autoritarismo, sería una contradicción en los términos. ¿Son acaso autoritarios los partidos conservadores (ejemplo: los tories británicos, el partido republicano de Estados Unidos o la CDU alemana)? ¿Es que fueron autoritarios Adenauer, De Gasperi, Schuman, Reagan, Thatcher, Kohl, Merkel…? Unos eran más ejecutivos que otros, pero ninguno fue autoritario. Simplemente era imposible.

Y si hablamos de los liberales, cuya base ideológica es la libertad del individuo, la propiedad privada, el libre mercado y la libertad contractual, ¿se pueden calificar de autoritarios, aunque la izquierda también se ha encargado de encajonarlos bajo tal denominación, eso sí, con la etiqueta de neoliberales? ¿Es que acaso fueron autoritarios Popper, Friedman, Von Hayek, Von Mises, etc.?

Reconozco que el liberalismo nunca ha sido bien visto por la Iglesia. Ello, quizás, era debido a que durante el siglo XIX muchos liberales fueron masones, librepensadores…; no así, por cierto, la mayor parte de los liberales que contribuyeron de forma decisiva a redactar la Constitución de Cádiz, que eran fervientes católicos. Como dice el profesor Carlos Rodríguez Braun, el liberalismo no es pecado. En este sentido, creo de justicia destacar que, en muy corto período de tiempo histórico, muchos países subdesarrollados han dado un salto gigantesco en su grado de desarrollo porque aplicaron con decisión los principios de la economía de mercado, elevando sobremanera el nivel de vida de sus ciudadanos. Y el proceso continúa. Sobran ejemplos, pero baste con citar el caso de los llamados Tigres Asiáticos, los BRIC, etc. Lo importante no es que cada vez los ricos sean más ricos, sino que cada vez haya menos pobres, tanto económica como social y culturalmente. No podemos igualar por abajo, de lo que se trata es de que cada vez los de abajo abandonen más rápidamente las zonas umbrías en donde hoy se encuentran. Con estos ejemplos, y como parecía inevitable, la teoría desarrollista de Raúl Prebisch ha quedado arrumbada en el baúl de los fracasos.

En otro orden de cosas, quiero hacer mención a la importancia decisiva que ha tenido, como poco en el llamado mundo occidental, la encíclica Rerum novarum, proclamada por León XIII en 1891 y actualizada por Juan Pablo II en la Centesimus annus de 1991. Pues bien, aunque sólo han transcurrido veinticuatro años, el desarrollo de los acontecimientos ha ido a tal velocidad que pediría al papa Francisco una actualización de la encíclica de Juan Pablo II.

Soy de la opinión de que la globalización, los avances de la ciencia, del conocimiento y de la tecnología que han tenido lugar en estas dos últimas décadas han ocurrido a tal velocidad y con una aceleración, que podríamos calificar de cada vez mayor y más que proporcionalmente, que requieren llevar a cabo tal actualización.

Estos acontecimientos, junto con el vital papel del empresario en los procesos de desarrollo económico, así como el necesario énfasis en los comportamientos éticos en los negocios (necesidad puesta de manifiesto con toda su crudeza en la reciente crisis financiera y aprovechada por la izquierda para intentar cercenar la libertad del individuo y del mercado, a lo que tan acostumbrados nos tiene), son razones más que suficientes para una nueva encíclica. Y el papa Francisco tiene el talento y la sensibilidad más que sobrados para acometer esta tarea, siempre y cuando se preste la atención debida a los ejemplos de los países a los que me he referido anteriormente. Y aquí quiero detenerme para reafirmar que la ética en los negocios es consustancial al capitalismo. Como se ha visto en esta crisis, el comportamiento no ético de muchos ejecutivos, a los primeros que ha perjudicado gravemente ha sido a los accionistas de las empresas y entidades que quebraron, es decir, a los capitalistas.

No quiero terminar este apartado sin hacerme varias preguntas: si el papa Francisco no es de derechas, ¿es que es de izquierdas? Su afirmación de que "jamás" ha sido "de derechas" puede inducir a confusión. Y sobre la Teología de la Liberación, y sin entrar en los evidentes errores de Leonardo Boff (por no hablar de los sacerdotes que tomaron las armas, como Camilo Torres, Gaspar García Laviana y el comandante Manuel Pérez Martínez), ¿no sería conveniente un pronunciamiento más rotundo del Vaticano?

En este sentido, cabe destacar que en 1986 Juan Pablo II, dirigiéndose en una carta al episcopado brasileño, indicaba que la Teología de la Liberación "es no solo oportuna, sino útil y necesaria". Mi interpretación de las palabras de Su Santidad era que consideraba los postulados de dicha teología como un revulsivo para que la Santa Madre Iglesia no estuviese dormida, sino alerta y avanzando permanentemente hacia el futuro, conociendo a fondo los problemas que se le presentan permanentemente a nuestra sociedad. Pero esa fue mi interpretación. Pero lo cierto es que entonces no hubo una condena expresa a tal teología, que hunde sus raíces más profundas en el marxismo.

Cabe recordar, no obstante, la reprimenda pública que en 1983 Juan Pablo II le hizo en el aeropuerto de Managua (Nicaragua) al sacerdote, poeta y revolucionario Ernesto Cardenal, a la sazón ministro de Cultura del Gobierno sandinista, por propagar doctrinas apóstatas y por formar parte de dicho Gobierno. El sacerdote Cardenal (el apellido es una ironía del destino) siempre estuvo cercano a la Teología de la Liberación.

Juan Pablo II también pidió a la Congregación para la Doctrina de la Fe dos estudios (1984 y 1986) sobre dicha teología. En ellos se argumentaba, básicamente, que la disposición de la Teología de la Liberación a aceptar postulados de origen marxista no era compatible con la doctrina de la Iglesia, especialmente en lo referente a que la redención sólo era posible de alcanzar con un compromiso político. Afirmación totalmente cierta, pero tibia e insuficiente.

En esa época, el prefecto de la Congregación era el entonces cardenal Ratzinger, que hace una acertadísima disección de los errores de la Teología de la Liberación. Pero, a pesar de todas sus objeciones, el cardenal Ratzinger indica que, tratando de hacer un juicio global, no puede dejar de reconocer que el conjunto tiene una lógica casi imbatible.

Volviendo a nuestros días, el secretario para los asuntos generales de la Secretaría de Estado Vaticana, monseñor Angelo Becciu, dijo que el Santo Padre nunca ha aceptado la Teología de la Liberación entendida en el sentido ideológico, y ha sido severo con quienes quieren transformar la Iglesia en una ONG. Esto lo lleva a gritar, con más autoridad, contra las injusticias del capitalismo salvaje, afirmando a continuación que el Papa ha criticado duramente a un sistema económico y financiero donde prevalece el ídolo del dinero y que por el provecho está dispuesto a todo, a sacrificar los derechos fundamentales. Sobre estas dos últimas afirmaciones volveré posteriormente.

Por otro lado, las declaraciones del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo de Múnich, monseñor Gerhard Müller, en relación con la visita a Su Santidad del padre Gustavo Gutiérrez, hace, de hecho, una exposición exculpatoria y en todo caso ambigua sobre la Teología de la Liberación y, a pesar de las palabras de Su Santidad, cuando refiriéndose a las declaraciones de monseñor Müller, dijo: "Esto es lo que piensa él", las palabras del propio Müller no hacen sino añadir confusión a los católicos.

En este sentido, es conveniente recordar las palabras que pronunció hace ya algún tiempo el arzobispo brasileño Joao Braz de Aviz citando al papa Benedicto XVI: "No se ha completado suficientemente el trabajo teológico para desvincular la opción por los pobres de su dependencia de una teología de la liberación ideológica". También me parece oportuno citar las palabras del obispo ecuatoriano monseñor Julio César Terán en el año 2008: "La Teología de la Liberación constituyó un grave factor distorsionante en la interpretación de la Sagrada Escritura en América Latina".

II

Como ya anticipé, quiero detenerme en el análisis de las dos siguientes expresiones: "capitalismo salvaje" y "el sistema económico y financiero donde prevalece el ídolo del dinero".

"Capitalismo salvaje"

En la segunda década del siglo XXI, me parece que hay ya evidencias empíricas más que sobradas sobre el capitalismo, sistema que rige en la mayor parte de Europa y, por extensión, en Estados Unidos, Canadá, Japón, etc., es decir, en aquellos países en donde se respetan la libertad del individuo y los derechos humanos, y donde el desarrollo de las clases más desfavorecidas ha tenido un crecimiento espectacular, como para que no se pueda mantener que hay un capitalismo salvaje.

Rotundamente no. Donde hay salvajismo, intolerable, es en aquellas sociedades donde el capitalismo aún no está asentado y, con la excusa y necesidad de incrementar las exportaciones, se explota a los trabajadores y a niños, como se puso de manifiesto en su peor versión en la tragedia ocurrida en Bangladesh, que aunque desde 1991 y, sobre todo, desde 2008 es una democracia parlamentaria, hasta esta última fecha la corrupción política y social ahí eran moneda de cambio. He aquí una de las principales raíces de los males causantes de la pobreza en muchos países de América Latina, y desde luego en África.

Muchas empresas multinacionales están reaccionando y dejando de comprar a países donde se produce la explotación que indico en el párrafo anterior (código de Responsabilidad Social Corporativa), pero todavía no es suficiente. Estas empresas sí continuarán comprando o invirtiendo en los países en los que el coste de la mano de obra sea menor, y esto es legítimo. Al cabo del tiempo, estos países (China, Corea del Sur, etc.) ya no son atractivos por su mano de obra barata sino porque han aprovechado el tiempo para invertir en tecnología, formación, bienes de equipo y así ser aún más competitivos. Es decir, han ahorrado y luego invertido. Es decir, han creado capital. Capitalismo.

Los países de Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón, etc. han cometido el error, imperdonable, de no actuar contundentemente para que en esos países se instaure una democracia parlamentaria que funcione y sin corrupción alguna. Esto, dicho así, es una utopía, pero si no se empieza, esta labor nunca se conseguirá. La educación es un elemento clave para alcanzar este objetivo, y esto requiere de ayuda internacional y varias generaciones. La globalización y las nuevas tecnologías pueden ser muy útiles y acelerar el proceso. La ONU, desafortunadamente, es una institución inoperante.

Otro factor decisivo para erradicar la pobreza de estos países es el libre comercio, la eliminación del proteccionismo. Un ejemplo paradigmático de esta injusticia es la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea.

"El sistema económico y financiero donde prevalece el ídolo del dinero"

La crisis financiera que comenzó en 2008 no tuvo su origen en el libre mercado, en el capitalismo. La causa fundamental fue la absurda actuación de los bancos en la concesión incontenida de hipotecas (bien es verdad que animados por algunos políticos norteamericanos), que resultaron ser subprime, así como la política expansiva de los bancos centrales, con unos tipos de interés bajísimos. Asimismo, los reguladores de los sistemas financieros cometieron errores muy importantes, tanto en la supervisión como en los principios contables requeridos.

No obstante, y como hemos dicho anteriormente, no podemos olvidar la falta de ética de muchos ejecutivos de algunas entidades financieras, así como sus remuneraciones estratosféricas. Pero estos hechos no son achacables al capitalismo, sino al comportamiento de los individuos. Es inherente, consustancial al libre mercado, la ética en los negocios. Estos hechos han de ser perseguidos por la justicia con todas sus armas.

El injustamente denostado empresario crea riqueza y empleo, invierte y sigue, como un principio fundamental, una ética impecable. Es verdad que, como en todo comportamiento humano, hay empresarios que evaden, fraudulentamente, el pago de impuestos, y otros desarrollan su actividad en la economía sumergida. Pero estas realidades no pueden descalificar al capitalismo, en el que la inmensa mayoría de los empresarios trabajan de sol a sol, quieren tener éxito, investigan, innovan, forman a sus trabajadores. La expresión "capitalismo salvaje" no es sino un mantra de la izquierda. Y yo me pregunto: ¿qué quiere la izquierda?, ¿regresar al genocida y fracasado socialismo real, es decir, al sistema soviético? Soy de la opinión de que ni han asimilado que el Muro de Berlín fue derribado por el monumental descontento de los habitantes de las sociedades de la URSS y de sus países satélites, ni tienen intención de hacerlo. Utilizan otros disfraces (indignados, ecologismo, movimientos antidesahucios, antisistema, etc.). Bien es verdad que alguna de las reivindicaciones de estos movimientos son legítimas y hay que reaccionar para atenderlas, pero el sustrato es una gran mentira, una gran falacia.

Por otro lado, los Gobiernos deben seguir en su lucha contra los paraísos fiscales y la opacidad del dinero de sus residentes en otros países. La Foreign Corruption Act de Estados Unidos debería extenderse a todos los países desarrollados.

III

El divorcio

El papa Francisco no se detiene mucho en este tema concreto. Pero dice: "Estoy pensando en la situación de una mujer que tiene a sus espaldas el fracaso de un matrimonio en el que se dio también un aborto. Después de aquello, esta mujer se ha vuelto a casar y ahora vive en paz con cinco hijos. El aborto le pesa enormemente y está sinceramente arrepentida. Le encantaría retomar la vida cristiana. ¿Qué hace el confesor?".

Interpreto que Su Santidad, al formular esta pregunta, lleva implícita la respuesta: abrirle de nuevo las puertas de la Iglesia, que reciba la Eucaristía y que, en sus segundas nupcias, pueda recibir el santo sacramento del matrimonio. Si mi interpretación es correcta, estoy totalmente de acuerdo con el papa Francisco.

No obstante, el divorcio exprés me parece sencillamente una aberración. Creo que la Iglesia debe continuar con el principio de la indisolubilidad del matrimonio, haciendo especial hincapié en el rechazo de la cultura del hedonismo que nos invade y en la absoluta necesidad de que cada ser humano desarrolle la virtud de la empatía. El matrimonio implica renuncia, ejercitar la paciencia, desprenderse del egoísmo y dialogar y hablar de todo, de las pequeñas cosas y de las grandes. Significa asimismo compartir y ejercitar la imaginación para evitar caer en la rutina… Y para ello no hay mejor medicina que el que ambos cónyuges participen de verdad en el amor a Cristo, en el amor a los mayores y en el amor y la educación de los hijos.

Sin embargo, pueden darse situaciones en las que, a pesar de todo, sea imposible mantener la vida conyugal. En estos casos, soy de la opinión de que la Iglesia no debe expulsar de su seno a los cónyuges divorciados, a pesar de que pueda considerarse contradictorio con la propia doctrina. Si uno o los dos cónyuges sinceramente quieren continuar formando parte de la misma, pues bienvenido sean, siempre que los hijos del matrimonio estén siendo cristianamente atendidos y educados. Además, en el caso de que un cónyuge divorciado desee contraer segundas nupcias recibiendo el santo sacramento del matrimonio, pues nuevamente bienvenido sea, siempre que la celebración del mismo no constituya un mero acto social y siempre que, además, cumpla con lo que comento en líneas anteriores de este mismo párrafo.

La posición actual (oficiosa) de la Iglesia es que los cónyuges lleven a cabo una reflexión a través de itinerarios de reconciliación o un camino penitencial, y siempre que el obispo correspondiente así lo determine. En mi opinión, esta postura es aún muy conservadora.

El aborto

El papa Francisco ha anunciado que durante la celebración del Jubileo de la Misericordia –del 8 de diciembre de 2015 al 20 de noviembre de 2016– todos los sacerdotes tendrán la facultad de absolver a las mujeres que hayan cometido "el pecado del aborto", porque "el perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido".

Qué duda cabe que el aborto, sin más, es uno de los pecados más graves que puede cometer un cristiano. Comporta la excomunión y sólo se puede absolver por orden de un obispo o del propio papa. Sin embargo, hay casos en los que la Iglesia debería aceptar la no excomunión de la madre que aborte.

¿A qué casos me refiero? Obviamente, no a aquellos en los que los motivos son egoístas (economicistas) ni a los llamados embarazos no deseados; ni a aquellos en los que, una vez embarazada la madre, la pareja se rompe, y por eso la madre decide abortar; ni en los que el feto es diagnosticado con síndrome de Down, y otros similares. Sin embargo, pienso que la Iglesia debería ser más flexible en aquellos en los que si se continúa con el embarazo hay altas probabilidades de que muera la madre. En este sentido, recuerdo una película de los años sesenta del director Otto Preminger titulada El cardenal. En una secuencia, el sacerdote protagonista tiene que decidir ante el médico que le plantea la disyuntiva entre la vida de la madre o la vida del niño. La madre era hermana del sacerdote, y éste elige la vida del niño porque al niño habría que asesinarlo y, en cambio, su hermana moriría de muerte natural. Tengo que reconocer que su decisión me impactó sobremanera y llegué a la conclusión de que si yo, que no soy sacerdote, hubiera tenido que tomar la decisión, probablemente hubiese salvado a mi hermana. En situaciones tan extremas como ésta, creo que la Iglesia debería dejar la libertad de elegir una u otra alternativa al cristiano.

Asimismo, la Iglesia debería actualizar permanentemente los estudios de un grupo multidisciplinar de científicos ad hoc del máximo prestigio que determinen aquellas enfermedades o malformaciones que hagan la vida insoportable para el todavía no nacido. En estos casos, la Iglesia debería permitir el aborto.

Papel de la mujer en la Iglesia

En este epígrafe tengo que comenzar diciendo que, una vez más, el papa Francisco ha demostrado tener una enorme lucidez. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dice. Y voy a tomar una frase suya: "Temo la solución del machismo con faldas". Me parece una expresión genial que me permite enlazar con algunos comentarios que quiero hacer sobre los movimientos de liberación de la mujer.

En efecto, no podemos hacer igual aquello que por definición es desigual. Es decir, Dios nos ha creado iguales en todo menos en un aspecto fundamental: biológicamente somos diferentes, y quizás también psicológicamente. En todo lo demás somos iguales, y la mujer tiene el mismo talento que el hombre, y quizás mayor fuerza de voluntad y mayor madurez hasta bien entrados los veinte años. Además, sexualmente tenemos un denominador común. Estamos hechos de tal forma que tanto la mujer como el hombre sienten placer al realizar el acto sexual. Por todo ello, la mujer puede, y debe, ocupar en la sociedad en que vivimos, en igualdad de condiciones, los máximos puestos de responsabilidad que su talento le permita. Eso sí, sin cuotas, por favor, sin ese absurdo eufemismo de discriminación positiva. Y aquí también el papa Francisco es contundente: "Hay que trabajar más hasta elaborar una teología profunda de la mujer", "Afrontamos hoy este desafío: reflexionar sobre el puesto específico de la mujer incluso allí donde se ejercita la autoridad en los varios ámbitos de la Iglesia".

Lo dicho hasta aquí me lleva a comentar, aunque sea brevemente, los llamados movimientos feministas. En mi opinión, algunos de ellos han contribuido de manera importante a alcanzar, rápidamente, la necesaria igualdad a la que me he referido anteriormente, haciendo que se logre en sociedades como la española, una mayor concienciación de sus derechos, una mayor libertad de mente sin las ataduras del pasado y también un mayor conocimiento de la sexualidad femenina. Sin embargo, han cometido un grave error, el que su Santidad reflejó con gran claridad y fina ironía en la frase que ya he comentado: "Temo la solución del machismo con faldas". En efecto, muchos de los errores y conductas equivocadas que la mujer le achacaba al hombre, las están repitiendo ellas pero además, aumentadas.

En su actuación laboral, muchas son más competitivas que el hombre, dedican más horas al trabajo, y en bastantes casos con una ambición profesional superior a la del varón, con el agravante de que también en bastantes casos se muestran déspotas con sus subordinados, sobre todo si éstos son otras mujeres. En mis muchos años de experiencia profesional, la inmensa mayoría de los casos en los que una mujer fue a mi despacho para quejarse era porque no soportaba a su jefa. "Por favor, ponme a un hombre como jefe". Esta situación, que quizás pueda deberse a que todavía la mujer no se siente segura al ejercer su responsabilidad, existe y es muy frecuente, amén de que puedan percibir que hay menos espacio en un mundo de hombres.

Otro aspecto negativo de la situación descrita es que muchas mujeres difieren de forma importante su maternidad para que su carrera profesional no se vea afectada. Lo triste es que, aún hoy, su miedo está justificado. Además, el número de hijos es muy reducido, dando lugar a una tasa de natalidad bajísima que con el incremento de la esperanza de vida da lugar a una pirámide poblacional invertida, es decir, a un enorme problema demográfico, que constituirá, de hecho lo constituye ya, un torpedo a la línea de flotación del Estado de Bienestar.

Es verdad que también se alude a razones económicas para diferir los embarazos y para reducir el número de hijos, pero qué duda cabe de que, en bastantes casos, esta explicación parte del principio de ceteris paribus. Es decir, algunos padres no quieren tener hijos porque no están dispuestos a renunciar a su actual nivel de vida, es decir, al sacrificio. En estos casos, el hedonismo impera.

En relación con la situación descrita, creo que los empresarios deberían establecer mecanismos que garantizasen que una mujer, aunque tenga cinco hijos, pueda seguir progresando en su carrera profesional. En un tema vital como éste, todos debemos sacrificarnos.

Bien es verdad que no podemos permitir los llamados casos del niño de la llave, es decir, que cuando los niños llegan del colegio tienen llave de su casa, en donde hacen lo que quieren, porque están solos durante varias horas, hasta que llegan sus padres. Esto es un tema que sólo pueden resolver los padres reconociendo que la maravilla de tener hijos implica, indefectiblemente, sacrificio y renuncia.

No quiero terminar sin referirme al feminismo radical, que, cómo no, es controlado y manipulado por la izquierda. Es otro disfraz del socialismo real e incluso del socialismo a secas. Estas radicales han preconizado el amor libre, es decir, la promiscuidad (jaleado por los medios de comunicación, como ocurre en algunas series de televisión), el aborto como un derecho de la mujer (prácticamente sin límites), olvidándose de los derechos del no nacido y del padre del mismo ("Nosotras parimos, nosotras decidimos"), y además de la venta libre, sin receta médica y a cualquier edad, de la píldora del día después, que se ha convertido de hecho en un abortivo más. En definitiva, se pretende derribar la piedra angular de la civilización occidental, que no es otra que la familia. Destruyendo la familia, la sociedad queda inerme, indefensa ante los múltiples enemigos de nuestra civilización cristiana, es decir, de la libertad.

No puedo dejar de comentar en este apartado el hecho de las relaciones prematrimoniales, que se ha extendido a una velocidad de vértigo, derivado del hedonismo y el relativismo que han invadido a nuestras sociedades, y también, cómo no, de la actuación calculada y medida de algunos movimientos feministas. Si el varón, en la mayoría de los casos, no llegaba virgen al matrimonio, la mujer tampoco, y hoy nos encontramos con que muchos jóvenes católicos conviven sin estar casados. La Iglesia, pienso, debe insistir en la belleza y en la bondad de que ambos cónyuges lleguen vírgenes al matrimonio. Pero ha de aceptarse este hecho como una realidad y predicar desde los púlpitos, desde todos los medios de comunicación a su alcance, desde los discursos de Su Santidad, durante las jornadas de la JMJ, que en estos casos prime el amor y no la promiscuidad. El sexo debe ser una expresión más del amor. Importante, sí, pero una más. La búsqueda del placer sexual no puede convertirse en un fin en sí mismo. Dios ha querido que el sexo sea placentero pero que tenga como fin último la procreación, basada siempre en el amor. (Otro tema es el uso de anticonceptivos).

Por lo que respecta al deseo de los matrimonios de tener hijos cuando estos no vienen, me parece tan loable que todo lo que hagan los científicos en este sentido será poco, siempre que no haya manipulación embrionaria. Sin embargo, pienso que existe un gran desconocimiento en la sociedad sobre los temas de fecundación asistida. Creo que la Iglesia ha de insistir en estos temas con un marcado carácter pedagógico permanente, dado los continuos avances de la ciencia, dejando claramente establecida cuál es su posición en cada uno de los supuestos, incluso explicando, en un lenguaje claro y sencillo, qué significan, y sólo a título de ejemplo, términos como cigoto, ovocito, embrión, poliespermia, progesterona, gonadotropinas, etc.

¿Es moralmente aceptable la selección de los mejores embriones? ¿No es esta práctica un modo de racismo? ¿Es moralmente aceptable para la Iglesia que los embriones criogenizados, por no haber sido utilizados para su fin de fecundación de una mujer, se destinen a la investigación científica o a la destrucción? ¿No sería esto último un genocidio? ¿Llegará la ciencia a permitir la clonación en serie de seres humanos o la creación de vida en el laboratorio? ¿No tendría la Iglesia que anticiparse a esta posibilidad? La Iglesia deberá acometer sin tardanza esta labor pedagógica, desde los colegios, los púlpitos, los seminarios, las entrevistas del Papa, los medios de comunicación y, si fuese necesario, actualizar y ampliar encíclicas papales como Veritatis Splendor y Evangelium Vitae, ambas de Juan Pablo II.

Sus viajes a Cuba y a Estados Unidos

En Estados Unidos, el Papa habló con absoluta libertad, rechazando la pena de muerte (cuando hay alrededor de treinta estados de la Unión en la que es legal) y también el tráfico de armas, en un país en el que la Asociación del Rifle tiene mucha influencia. Yo estoy de acuerdo con ambos rechazos y me congratulo de la valentía de Su Santidad.

Sin embargo, su viaje a Cuba fue decepcionante. No recibió a los disidentes de la dictadura que lleva instalada 57 años en el poder. En Cuba hay pena de muerte (la más sonada fue, no hace muchos años, la del general Ochoa y otros militares) y cientos de personas están en la cárcel por sus ideas políticas, y otras muchas han sido ametralladas y muertas por la aviación de la dictadura cuando en balsas o pateras intentaban llegar a Miami a través del Estrecho de la Florida. Simplemente frustrante. En el país de la libertad habla, y en Cuba se calla.

Conclusión

Aunque de mis comentarios anteriores se deduce claramente, no quiero terminar sin responder a la pregunta que ha dado título a este artículo. Mi respuesta es, simplemente, no.