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La Ilustración Liberal

Lucas Beltrán

Cuando en 1997 murió Lucas Beltrán Flórez lo hizo de una forma muy nuestra, bajo ese silencio torvo, hecho de un cuarto de desprecio y tres de ignorancia, que España reserva a sus grandes sabios. Apenas nadie recordó que con Lucas Beltrán se fue la personalidad más brillante del pensamiento económico liberal del siglo XX en nuestro país y además un testigo excepcional de la historia política española y de la historia intelectual de Occidente. Añádase a su sabiduría bondad personal, una elegancia natural y una serena pero apasionada y contundente defensa de sus ideas, que casi toda su vida tuvo que mantener a contracorriente, y tendremos ante nosotros una de esas raras figuras en que andan parejos el caballero y el intelectual. Sin embargo, la vida personal de Lucas Beltrán no es menos interesante que su vida profesional e intelectual. Nacido en 1911, en un pequeño pueblo de Tarragona llamado Alcanar, en el seno de una familia relativamente acomodada dentro del mundo rural de principio de siglo, fue Lucas Beltrán el mayor de cinco hermanos. En su casa se hablaba castellano y catalán y aprendió el francés a los diez años, cuando le mandaron a un colegio del que sólo recordaba con cariño la obligación de hablar este idioma a la hora de comer. Estudió después con los jesuitas cuatro años y, a la hora de escoger carrera, se decidió -contrariando a su familia- por el Derecho, carrera que hizo en cuatro años, siempre con excelentes calificaciones. Eso le permitió conseguir en 1931, gracias a su maestro Algarra, una beca para estudiar la materia que, a su juicio, más falta hacía y menos se estudiaba en la universidad: Economía.

Su destino fue, visto desde hoy, el más feliz al que podía aspirar un estudiante de entonces: la London School of Economics. Por aquella época era una especie de Universidad fabiana, rival de Cambridge, cuyo objetivo último, según el deseo de sus fundadores, los hermanos Webb, era allanar el camino al socialismo inevitable. Sin embargo, precisamente por considerar que el socialismo era seguro y que había que preparar nuevos profesionales para cuando llegara, la libertad de cátedra era sagrada. Así pudo darse una pluralidad de opciones a los alumnos y todas del máximo nivel. Baste decir que junto al socialista Harold Laski se encontraban liberales como Robbins y, muy especialmente, el hombre que de forma indeleble habría de marcar la trayectoria intelectual de Lucas Beltrán, un joven exiliado de la Escuela Austríaca llamado Friedrich von Hayek, la estrella más prometedora de los jóvenes economistas, oscurecida una y otra vez contra el que había de ser el gran profeta de la economía occidental durante cuarenta años: John Maynard Keynes.

En los grandes debates de los años treinta y cuarenta entre las grandes figuras de la economía mundial, Lucas Beltrán fue un hayekiano convencido. Más convencido cuanto más triunfaba Keynes en las cátedras y en la política de los gobiernos de casi dos generaciones. Por eso, cuando a partir de los primeros años ochenta Hayek triunfa en toda la línea, Lucas Beltrán acogía el éxito de su maestro con la misma tranquilidad con que había soportado su ostracismo, con una sonrisa leve y atristada, no por lo tardío del reconocimiento intelectual -decía- sino por el tiempo perdido en reconocer lo evidente. Los azares de su vida también lo hicieron comprensible y amable -hasta la extenuación- en el terreno personal. Tuvo ocasión sobrada para entender la condición humana desde su vuelta a Barcelona, terminada su beca en la London School of Economics, porque en 1932 entró como ayudante en el despacho de Cambó, la primera figura política de Cataluña, y hasta que llegó la guerra civil se convirtió en su mano derecha y consejero principal para toda clase de asuntos económicos, no hace falta decir que entreverados con los políticos.

La guerra civil obligó al joven Lucas Beltrán a un destino paradójico: uno de sus hermanos fue asesinado por simpatías falangistas y la familia vivió en el sobresalto de la delación y en la angustia de la denuncia anónima, entonces equivalente a la muerte. El resultado fue la disgregación y Lucas se quedó solo con su padre en Barcelona, dedicado a una tarea tan meritoria como secreta: proteger la Fundación Cambó y la Bernat Metge a las órdenes del presidente del gobierno de la Generalidad Josep Tarradellas. Aquel acuerdo secreto entre Cambó y Tarradellas sólo se conoció cuando éste volvió cuarenta años después para presidir la Generalidad restaurada, y prueba de la amistosa colaboración de estos dos hombres es que Tarradellas hizo presidente de la Fundación Montserrat Tarradellas, en Poblet, precisamente a Lucas Beltrán.

La guerra fue una escuela decisiva para el joven economista. Aunque su tarea era la de asesorar a la Generalidad en materia económica, era aquél un poder importante ante los partidos y partidas desatados y su única herramienta era la fabricación de moneda, es decir, la inflación. Por eso pudo decir, muchos años después, que la peseta republicana no cayó porque se perdió la guerra sino tal vez al revés. En cualquier caso, Franco se presentó en Barcelona en el 39 y el joven Beltrán siguió acudiendo a su despacho en la Generalidad sin saber cuál sería su destino.

La militancia franquista de su hermano Juan -por cierto, padre de Emma Cohen- y la vuelta de Cambó, le evitaron la represión. Pero la marcha al exilio de Cambó le impuso ganarse la vida dando clases y asesorando algunos de los primeros proyectos sociales del nuevo régimen. De ahí sale uno de sus libros más innovadores, dedicado, en época tan temprana, al problema de las pensiones.

Tuvo también gran ayuda en el compañero entrañable de toda la vida, Joan Sardá, a quién había ayudado durante la guerra colocándolo en la Generalidad y que, tras pasarse a los nacionales y volver con los triunfadores a Barcelona, tampoco se olvidó de su amigo. En el 41 se casa con su prima Montserrat y en el 44 presenta su tesis doctoral ante un tribunal en el que figuraba Luis Olariaga, seguramente la figura que, antes de Lucas Beltrán, más decididamente se resistió a la ola del keynesianismo que invadía Europa. El mismo que, muchos años después, presidiría el tribunal que le otorgó la cátedra de Economía Política, tarea en la que fracasó varias veces.

Pero en uno de esos fracasos estaba en el tribunal el gran don Ramón Carande que, ante la brillantez del fallido opositor, le proporcionó la mejor ocasión profesional de su vida: incorporarse al Banco Urquijo para dirigir su Servicio de Estudios. Allí pudo leer, crear grupos de trabajos, conocer a fondo los mecanismos bancarios e insistir en su afán de sacar la cátedra, que se le resistió bastante. Por fin la consiguió y comenzó su peregrinaje por Murcia, Salamanca y Valladolid, sin dejar nunca el Urquijo. En esta época publica su primera obra, Economistas modernos, por solicitud de Vicens Vives. La obra se abría con una foto de Hayek a toda página. Era el 51 y, un año antes, Beltrán había traído a Hayek a España, después de haber hecho lo propio con Röpke en el 49. Ambos, junto a Mises, forman el núcleo esencial de la Escuela Austríaca que tanto influyó en el grupo alemán de la revista Ordo, base teórica de la política de Erhard y del llamado milagro alemán.

En ese milagro, tan liberal como alemán, se fijaron los dirigentes del Plan de Estabilización y de los Planes de Desarrollo y fue a través de éstos como Lucas Beltrán se encontró metido de nuevo en política. En 1966, López Rodó, tras leer el informe del Urquijo sobre el Plan, le propone ser secretario general. Empujado por el Urquijo, Beltrán acepta como casi todos los economistas distinguidos de entonces y trabaja con López Rodó tres años. Luego es nombrado presidente del Sindicato Vertical de la Enseñanza (privada) y procurador en Cortes, el tiempo justo para que López Rodó le recompense facilitando su acceso al puesto de sus sueños: la cátedra de Economía Política de Madrid, tras lo cual abandona aliviado la política.

Aunque oscurecido por la fama de su siempre amigo Sardá, Lucas Beltrán se convierte entonces en el verdadero centro de las iniciativas que, tanto en la cátedra como en el domicilio del pionero Luis Reig, van creando la primera generación de economistas genuinamente liberales, siempre dentro de la Escuela Austríaca y bajo la inspiración de Hayek. Se crea Unión Editorial con Juan Marcos, se traduce a los clásicos, se recibe a los jóvenes, se facilita bibliografía, se dan consejos. En suma, se hace escuela. Pero pese al éxito de libros como su Historia de las ideas económicas, Lucas Beltrán permanece en un segundo plano, modesto, afable, elegante.

Su autoridad es, sin embargo, indiscutida dentro y fuera de España. En 1996, con una amplia y cuidadosa introducción de Jesús Huerta de Soto y excelentemente presentado en la Nueva Biblioteca de la Libertad de Unión Editorial, Lucas Beltrán publica su último libro: Ensayos de Economía Política, que por su amenidad, coherencia y diversidad, lo retrata de cuerpo entero.

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comentarios
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lucas
Hugo

Lucas 2;5 (capitulos)?