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La Ilustración Liberal

El frente de senectudes

"La opinión de los socios y el compromiso de servicio hacia ellos son principios irrenunciables". Con estas palabras, el presidente del Ateneo Barcelonés, Oriol Bohigas, prohibió la conmemoración en el aula magna de la entidad del trigésimo aniversario del Manifiesto de los 2.300. La asociación promotora, Impulso Ciudadano, hubo de trasladar el acto al centro, éste sí cívico, Fort Pienc.

La enseñanza que se desprende de la exclusión es tan desabrida como melancólica. No en vano viene a refrendar de punta a cabo el aciago diagnóstico de los Losantos, Trancón, De Miguel, Cardín..., en lo que constituyó el primer llamamiento ciudadano que alertó de que, bajo la costra de la normalización lingüística, el nacionalismo imperante pretendía relegar a los castellanohablantes a las afueras de lo público.

A la vista de lo ocurrido en estos años, el temor de los 2.300 a que los sucesivos gobiernos autonómicos desterraran el castellano de la oficialidad no fue sino un presagio candoroso, pues lo cierto es que muy pocos de entre aquellos abajofirmantes vislumbraron la posibilidad de que el régimen nacionalista (amparándose, esta vez, en el sedicente derecho a vivir en catalán) aplicara su hierro candente a la esfera privada.

Mas a riesgo de que la tienta del abismo nos aboque al vacío, volvamos al Ateneo. En primavera, su jardín romántico es uno de esos remansos urbanos ante los que pocos escritores resisten la tentación de expeler unos versillos a propósito de los nenúfares. La atmósfera del bar es algo más eléctrica. Los parroquianos, cuya edad rebasa con creces los sesenta, supuran trascendencia y exhiben alguna que otra mueca de contrariedad si se presenta el caso (ciertamente insólito) de que algún intruso despliegue un ejemplar de El Mundo. Por lo demás, es habitual que en alguna de las discusiones más o menos temperamentales en que se cuece la supervivencia del catalán brote un "espanyol!" con textura de salivazo.

A comienzos de la década, tanto el bar como el resto de las instalaciones presentaban un aspecto tan apolillado que el eufemismo decadente, tan socorrido para encararse con la desolación, empezó a agrietarse. Se inició entonces un ambicioso proceso de reformas que concluyó en 2010 con la renovación integral de la planta baja (incluido el bar) y la restauración de la fachada. Sólo ese año, y según consta en el acta de la asamblea general de la entidad, el coste de las obras ascendió a 1.614.000 euros, de los que la Generalitat de Cataluña puso 200.000, el Ayuntamiento de Barcelona, 514.000, y el Ministerio de Cultura, 900.000. El Ministerio de Cultura, sí; en cierto modo, el Ateneo Barcelonés es una réplica jibarizada del ecosistema parlamentario español, infestado de minorías cuyo discurso empieza y acaba en el chantaje al Estado. Ahí van esos venerables patriotas de socarrel, de pura cepa, rumiando consignas contra España mientras el Ministerio les saca lustre a la escupidera.

La aportación del Ministerio no fue, como pretende la habitual retórica nacionalista, una dádiva-centralista-de-carácter-excepcional. Ya en 2008 había contribuido a la reforma de la biblioteca con 400.000 euros. Que una entidad que en los últimos tres años ha recibido de Madrit 1.300.000 euros prohíba un acto en favor del bilingüismo ilustra a la perfección la molicie en que se halla instalada España; que la prohibición se lleve a cabo en nombre de "la opinión de los socios" no es más que la marca de agua del catalanismo. Después de todo, qué es Cataluña sino un club avejentado con ínfulas de modernidad donde, en última instancia, prevalece la opinión de los socios.

A las puertas de ese club llamó Impulso Ciudadano para conmemorar el Manifiesto de los 2.300, en la creencia de que una asociación civil acogería de buen grado una conmemoración cívica. Cuando leí en la web de Impulso Ciudadano que la solicitud había recibido el visto bueno del centro pensé que se trataba de un error, que los miembros de la junta directiva no habían leído la letra pequeña o que la administrativa que se ocupó de la tramitación no consideró que dicha petición mereciera el escrutinio de la junta. Lógico, teniendo en cuenta que cumplía los 18 puntos del pliego de condiciones para la cesión de espacios. En el Ateneo, no obstante, hay un segundo filtro que, si bien no figura por escrito, se da por supuesto, cual es la consideración de que cualquier objeción al nacionalismo es contraria a los intereses de Cataluña. Eso fue lo que alegó el socio ateneísta Francesc Castany, militante de la coalición Solidaritat Catalana per la Independència y que ya en 2008 elevó una protesta a la junta por consentir que Rosa Díez pronunciara una conferencia en el salón de actos de la entidad. En aquel trance la dirección anduvo falta de reflejos y el recinto acabó siendo profanado; el pasado 12 de marzo, sin embargo, revocó la autorización a Impulso Ciudadano con la aflautada discreción con que se llevan a cabo en Cataluña esta clase de maniobras sectarias. Y sin que la prensa, dicho sea de paso, moviera un músculo. Tan sólo Libertad Digital, ABC, e-Notícies y La Voz de Barcelona se hicieron eco del veto.

Ciertamente, y a la luz de la lógica que preside el Ateneo, la celebración del acto habría supuesto una quiebra de la sintaxis de la entidad, cuyo programa de actividades constituye un nítido reflejo de la doctrina Castanys. Valga una ínfima muestra:

  • Conferencia-coloquio: "Transición, independencia: encuentro con la realidad cultural eslovena".
  • Venta de litografías para costear la sanción impuesta a Acció Cultural del País Valencià.
  • Conferencia-coloquio: "Infraestructuras en Cataluña: un reto pendiente".
  • Comunicado por el que el Ateneo informa a sus socios de que ha resuelto adherirse al editorial conjunto de la prensa catalana en defensa de "La dignidad de Cataluña".
  • Conferencia-coloquio: "Las causas de la Guerra de Sucesión y el sentido de la derrota de 1714".

El hecho de que el arquitecto Bohigas ejerza la presidencia de semejante institución sería anecdótico si no fuera porque el personaje se halla investido de un aura cosmopolita que, en realidad, no es más que el vestigio de un naufragio personal y colectivo. Tampoco la programación del Ateneo sería susceptible de crítica si no fuera porque la entidad se vende como una plataforma civil para la promoción de la cultura y el debate ciudadano, lo que en puridad no es más que verborrea narcótica, fraseología copypaste con que seguir rebañando ayudas del Ayuntamiento, de la Generalitat y, sobre todo, del Ministerio, que, al cabo, obliga a un cierto disimulo.

Este artículo no podría concluir sin una cuña que acabe por anclarlo definitivamente a la realidad. En enero de 2004 se celebró en el Ateneo un homenaje al terrorista de Terra Lliure Martí Marcó. En agosto de 2008, la entidad acogió el documental "Retorn a la Terra Lliure", en el que aparece un ex militante de la organización justificando el atentado contra Federico Jiménez Losantos, promotor del Manifiesto de los 2.300. Siquiera por prurito de pedagogía el artículo concluirá como comenzó:

La opinión de los socios y el compromiso de servicio hacia ellos son principios irrenunciables.

(Artículo publicado en Libertad Digital el 29-III-2011).

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