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La Ilustración Liberal

Nacionalismo catalán y terrorismo, una conversación con Federico Jiménez Losantos

Una de las características fundamentales del nacionalismo catalán es su capacidad para alterar la realidad, manipular la historia y eliminar todo aquello que contradice sus verdades reveladas. La potencia propagandística del catalanismo es de tal envergadura que durante décadas ha transitado por la vida política española como si fuera una fuerza constructiva y de gran prestigio mientras corroía los cimientos institucionales de la democracia, ampliaba su área de cobertura en las nuevas generaciones y sentaba las bases de lo que fue el intento de golpe de Estado de octubre de 2017. Esa habilidad para la tergiversación ha sido de gran ayuda para presentar al nacionalismo catalán como un movimiento pacífico, pero nada más lejos de la realidad. Y no sólo se trata de una violencia ambiental.

Federico Jiménez Losantos, una de las víctimas de Terra Lliure, refuta de plano el supuesto pacifismo independentista: "El nacionalismo nunca ha sido pacífico y nunca lo será porque se creen que tienen derecho a amedrentar a quien sea. Han tenido éxito en la venta de esa especie porque el poder en Madrid siempre les ha comprado la mercancía, nunca ha cuestionado lo que el nacionalismo decía de sí mismo".

"Lo único que, pasados los años, me molesta cuando alguien recuerda el atentado es que –como hace Pujol– digan que mi experiencia me impide hablar con ecuanimidad sobre el nacionalismo en general y el catalán en particular. Es como si a una violada no la dejasen opinar sobre la violación porque, como ha tenido una mala experiencia, su juicio puede ser parcial", escribió Jiménez Losantos en 1995 en un prólogo de una reedición de Lo que queda de España.

Hacía meses que Jiménez Losantos había pedido el traslado a Madrid cuando dos terroristas de Terra Lliure le secuestraron a la salida del instituto de Santa Coloma de Gramenet donde daba clases en horario nocturno. "Barcelona ya estaba tomada por Pujol", dice a modo de contexto. Se había desatado un clima de terror contra los firmantes del Manifiesto de los 2.300, el alegato en defensa de los derechos de los castellanohablantes, así como del bilingüismo. Y en el caso de Jiménez Losantos llovía sobre mojado por su incursión en política con aquel Partido Socialista Aragonés que pretendió hacer piña con su homólogo andaluz en las elecciones al parlamento catalán y por su libro Lo que queda de España, que causó una auténtica conmoción en los ámbitos políticos y culturales de Cataluña y Madrid.

El ambiente, rememora, era de pogrom, de "caza de brujas". El manifiesto se interpretó interesadamente y con la colaboración de medios como El País como un "ataque a Cataluña". Todos los partidos, salvo Alianza Popular y la Unión de Centro Democrático, se sumaron a la Crida, plataforma cuyo objetivo era plantar cara al referido texto. Las represalias físicas no tardarían en llegar. "El último acto al que fui en Cataluña fue a la representación de Ubu president, la obra de Els Joglars que retrataba a Pujol y lo que estaba por venir. Habían aparecido unas pintadas feroces contra Albert Boadella, habían apedreado el teatro, la inquina del nacionalismo, de izquierdas y de derechas, era terrible", explica Jiménez Losantos. "El manifiesto –abunda– lo escribió Santiago Trancón, y me lo pasó para que le echara un vistazo y puliera alguna cosa. Después de repasarlo y comentarlo con más personas, se decidió pararlo a causa del 23-F, ya que se podía malinterpretar como una consecuencia del tejerazo. El clima político y social en Cataluña estaba absolutamente batasunizado, aquello tenía una pinta verdaderamente etarra".

Bajo ese marco, una refutación de la política lingüística que estaba implantando el nacionalismo se encajó como una afrenta. "El argumentario separatista era calcado al de la ETA. Decían que en igualdad de condiciones el catalán desaparecería, que si había libertad en Cataluña sobre ese asunto nadie querría aprender catalán y que en una semana esto parecería Pancorbo. Y la clave para que este planteamiento y otros de este tipo triunfaran es el blanqueamiento de la izquierda, el comportamiento de la izquierda, del PSC y del PSUC, que fueron los perros guardianes del rebaño que pastoreaba Pujol", denuncia Jiménez Losantos.

Los dos terroristas que le secuestraron, le ataron a un árbol y le pegaron un tiro en la rodilla a modo de aviso en la noche del 20 al 21 de mayo de 1981 lo tenían muy claro. La crónica de la agencia EFE que publicó Diario 16 aseguraba que "los terroristas cometieron el atentado como represalia, según dijeron, 'a los españolistas que van en contra de los Países Catalanes y que han venido de fuera a traer la mierda a Cataluña'".

Con el tiempo, un manto de censura cubrió aquel atentado. Un "piernicidio", llegó a titular El Periódico de Catalunya. "A Jiménez Losantos no le sorprendió el atentado", decía ese diario en portada. El País no se quedó atrás y encargó la crónica a Enric Canals. El diario de Prisa se había hecho eco unos meses antes del Manifiesto de los 2.300. Jiménez Losantos no era un extraño en ese periódico. Había publicado artículos de opinión en el diario, que había defendido su obra Lo que queda de España. El autor de la información sobre el atentado llegaría a ser delegado de El País en Cataluña, director de TV3 y director general del grupo mediático Vocento, que incluye al ABC en Cataluña. Canals comenzaba así:

El profesor Federico Jiménez Losantos fue agredido en la madrugada de ayer por dos individuos que le dispararon un tiro de pistola en una pierna, tras atarle y amordazarle en un descampado de Esplugues de Llobregat (Barcelona). Jiménez Losantos es uno de los promotores de la elaboración del llamado Manifiesto de los 2.300, en el que se denunciaban supuestas discriminaciones de la lengua castellana en Cataluña.

Causa escalofríos, pero es lo que se publicó en el diario más vendido en España en aquellos tiempos. Una "agresión" y "supuestas discriminaciones de la lengua castellana". Sigue el texto en la neolengua catalanista:

Los agresores, antes de herir al citado profesor, hicieron referencia a este hecho, al tiempo que le manifestaron que por esta vez se trataba únicamente de una advertencia y que le iban "a dejar un recuerdo". El atentado fue reivindicado por Terra Lliure, grupo armado que se autodefine como independentista y ecologista. Este grupo, del que se tienen escasas referencias, se ha declarado autor de diversos atentados contra instalaciones de diversas compañías eléctricas. El profesor Jiménez Losantos da clase de lengua y literatura castellana en el Instituto Nacional de Enseñanza Media número uno, de Santa Coloma de Gramenet. Cuando se disponía a aparcar el coche en el que viajaba junto a una profesora –un Renault 8 blanco–, en la confluencia de las calles de Guillermo Tell y del Príncipe de Asturias, en el barrio barcelonés de Gracia, dos individuos les amenazaron con sendas pistolas provistas de silenciador y les hicieron tomar la dirección de Esplugues de Llobregat.

¿Agresores? ¿Por qué no terroristas? ¿Grupo armado? ¿No será más bien una banda terrorista? Continúa la crónica del "suceso":

A la altura de la urbanización Ciudad Diagonal, junto a unas pistas de motocross, les hicieron descender del coche y los condujeron a un descampado. Jiménez Losantos y la chica que le acompañaba fueron atados y amordazados, por separado, en unos algarrobos. Uno de los dos individuos requirió la documentación a Jiménez Losantos y se cercioró de su identidad, preguntándole si era él uno de los que encabezaban el Manifiesto de los 2.300, a lo que Jiménez Losantos respondió afirmativamente.

Concienzudos ciudadanos los "agresores". Un trabajo muy profesional. Así seguía el texto:

A continuación, y tras manifestarle que le iban "a dejar un recuerdo", le disparó [sic] un tiro en la pierna, encima de la rodilla. Seguidamente, los agresores, que actuaron a cara descubierta, huyeron del lugar. Poco después, la profesora (Isabel Izquierdo) logró desatarse y conducir al herido hasta la carretera. Un coche Zeta de la policía que patrullaba por la zona los recogió y condujo al herido al Hospital Clínico Provincial. Jiménez Losantos presentaba una herida en la pierna, con orificio de entrada y salida, causado por un proyectil de 9 milímetros Parabellum. Le fue escayolada la pierna y se le recomendó reposo.

El autor del disparo fue Pere Bascompte, sentenciado en 1983 a nueve años de prisión. Sólo cumplió cuatro meses a causa de un error administrativo. Se fugó a Francia hasta que prescribió el delito, y en 1991 fue uno de los terroristas que se integraron en ERC tras la disolución de la banda. A día de hoy, Bascompte es considerado en Cataluña un patriota y Jiménez Losantos un enemigo del pueblo al que la Generalidad denuncia cada vez que el profesor, periodista y escritor se hace eco en esRadio de los abusos nacionalistas. El Manifiesto de los 2.300 no ha perdido vigencia y es considerado por muchos como el documento fundacional de la disidencia y de la resistencia al nacionalismo en Cataluña.

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Antes de que se disipara el ataque terrorista, se intentó oscurecer a través de una campaña cuya sustancia era que el disparo servía para "seguir haciendo victimismo" y que sembraba dudas sobre la autoría del atentado. La campaña quedó desactivada cuando cuatro meses después fueron detenidos los autores y reconocieron no sin orgullo su patriótica acción.

Jiménez Losantos recuerda que el Partido Socialista Andaluz (PSA), UCD, AP, el PSC-PSOE y el PSUC condenaron el atentado. Convergencia y Unión y Esquerra Republicana de Cataluña, no. Meses después, en otoño de 1981, el diputado del PSA José Acosta consiguió que el Parlament condenara el ataque terrorista. ERC se negó. "Como para que se diga que son pacíficos. Actuaban y actúan como Batasuna y después Bildu", apostilla. También recuerda que sólo Miquel Roca y Tarradellas se interesaron y le transmitieron su apoyo. Ni Pujol, ni nadie de la Generalidad lo hizo.

El entonces profesor de instituto se había convertido en un personaje incómodo, muy incómodo para el nacionalismo y la izquierda nacionalista. Iba tan a contracorriente que hasta montó un partido de izquierdas que pretendía recoger el voto de los inmigrantes que no podían sentirse representados por el socialismo catalán. Saltaba a la política junto a Javier Rubio, con quien alumbra el Partido Socialista de Aragón, una formación que tratan de coaligar con el Partido Socialista de Andalucía. La idea, cuenta Jiménez Losantos, era poner en marcha el partido y ofrecérselo a Rojas Marcos para lograr una especie de candidatura única de la inmigración. Ni a UCD ni a Rojas Marcos les interesó el proyecto, que de haber cuajado habría obtenido unos siete diputados, calcula, unos parlamentarios que podrían haber alzado la voz y dificultado el proceso desde sus orígenes.

Las bases del proceso separatista se asientan con el primer Pujol e incluso antes, con la connivencia de la izquierda catalana con los mantras nacionalistas. De ahí el feroz rechazo a su libro Lo que queda de España, la hostilidad frente a sus tesis y el cierre de filas contra lo que suponga poner en tela de juicio apriorismos separatistas como que la población de Cataluña es un solo pueblo. Jiménez Losantos pone como ejemplo el titular de Tele/eXprés sobre la presentación del libro en la capital de España: "Madrid arranca la campaña anticatalana".

Para hablar sobre el periodismo de Cataluña, cita a Antonio Robles y afirma que "el separatismo tiene una brigada de maestros y periodistas y lo más abyecto, corrupto y miserable en Cataluña es el periodismo, que vive instalado en la mentira sistemática. Eso no tiene parangón ni siquiera en el País Vasco. En Cataluña, la mayoría de los periodistas se han pasado con armas y bagajes al nacionalismo sin dudar un segundo. Eso ya se veía entonces". "El racismo y la xenofobia que están en el origen del catalanismo explican el sentimiento de superioridad y ese sentimiento, a su vez, justifica la mentira y las tácticas totalitarias. El mecanismo de legitimación es claramente de izquierdas", añade.

Esa brigada es una de las claves que han permitido conformar una sociedad dominada por el nacionalismo y que además ha contado con la ceguera del poder en Madrid, que se ha aferrado a la teoría de que los separatistas lo único que quieren es dinero, la pela. También subraya el papel de la Iglesia y del empresariado. No hay diferencias, apunta, entre el clero nacionalista vasco y el catalán. La reflexión le lleva a recordar su salida de la COPE, donde tenía el apoyo de Rouco Varela, pero un amplio abanico de enemigos porque, con su presencia, la emisora dificultaba el alineamiento del clero con el separatismo catalán. "No pararon hasta que salgo de la COPE, y en esa operación estaban Rajoy y el rey Juan Carlos, el campechano", explica Jiménez Losantos.

En cuanto a los empresarios organizados y con voz, destaca que

son los más miserables de todos, son unos racistas cuyo negocio es el victimismo. No he visto una cosa más vil que el empresariado, salvo los curas vascos, a los que han acabado imitando los curas catalanes.

Sin embargo, no deja de subrayar las culpas y errores de los sucesivos Gobiernos de España. En materia lingüística, por ejemplo, recuerda que Jorge Fernández Díaz en sus tiempos de ministro de Interior "decía que en Cataluña no había ningún problema lingüístico mientras soltaba al etarra Bolinaga". "Si el Gobierno de Madrid actuara como el Gobierno de España, los separatistas no tendrían nada que hacer, pero ocurre que actúa como una quinta columna de los nacionalistas catalanes y vascos". Y alerta sobre las intenciones de Sánchez y la celebración de un referéndum que ahora es consultivo pero que cambiará conforme avance la negociación. "Vamos a eso y la oposición no se da cuenta, está esperando a heredar".

Y se sigue sin percibir el separatismo como un movimiento violento, en gran parte por la normalización de la violencia. Los políticos más significados contra el proceso no pueden andar por determinadas zonas de Cataluña sin escolta, mientras que el nacionalismo considera cualquier crítica como una grave afrenta y un atentado, sí, un atentado contra el pueblo de Cataluña.

Al tiempo, la violencia se niega, se oculta y se disfraza. El 18 de diciembre de 2015, TV3 entrevistaba a Carles Sastre, quien aparecía como firmante de un manifiesto en apoyo de Artur Mas. El líder de lo que todavía se llamaba Convergencia consumía sus últimos días como presidente de la Generalidad acosado por la CUP, el partido independentista y anticapitalista. Ante el cerco se alzaba un grupo de veinticuatro sujetos que en los medios afectos al proceso eran definidos como "históricos del independentismo".

"Ciertamente, es hora de la política y de la construcción y la defensa de un Estado, y no de actitudes de poca ambición propias de una mentalidad de comerciantes", afirmaban en el documento. Los tres primeros firmantes, Carles Sastre, Montserrat Tarragó, Àlvar Valls, habían sido condenados por el asesinato del empresario Josep Maria Bultó, cometido el 9 de mayo de 1977. Formaban parte del Exèrcit Popular Català (Època), que poco después se convertiría en Terra Lliure. El procedimiento empleado para matar a Bultó fue adosarle una bomba en el pecho. Detenidos el 1 de julio de 1977, los terroristas pasaron cinco meses en la cárcel y se beneficiaron de la ley de amnistía.

Poco después, el 19 de enero de 1978, eran asesinados por el mismo procedimiento el entonces exalcalde de Barcelona, Joaquim Viola, y su esposa. Los miembros del grupo terrorista escaparon a Francia. A Sastre y a Montserrat Tarragó consiguió detenerlos la Policía Nacional en 1985 en Puigcerdá. Se les juzgó por el crimen de Viola y su esposa, pero fueron absueltos por falta de pruebas. Sin embargo, un hijo del matrimonio los reconoció como las personas que entraron en casa aquel 19 de enero. Finalmente, la Audiencia Nacional sí impuso una pena de dieciocho años a Sastre por el crimen de Bultó, dado el hecho de que sólo había cumplido meses de prisión por ese atentado.

Salió de la cárcel en 1996, y con el tiempo se convirtió en el líder del sindicato separatista Intersindical-Confederación Sindical Catalana. De ahí dio el salto a la corriente central del procés. Para TV3 se trataba de una auténtica celebridad. El presentador Xavier Grasset le calificó de "gran reserva del independentismo" por haber pasado once años en la cárcel. En la entrevista a la que hacíamos mención al comienzo de estas líneas no se mencionó qué fue lo que llevó a Sastre a la prisión. Grasset evitó explicar cómo Sastre y sus compañeros terroristas asesinaron a Bultó. El proceso estaba en su fase de máximo esplendor y sus impulsores y propagandistas repetían el mantra de que se trataba de un movimiento "cívico, pacífico y festivo". Y amnésico.


Este texto forma parte de El libro negro del nacionalismo, obra coral coordinada por Miriam Tey, Sergio Fidalgo, Pablo Planas y Juan Pablo Cardenal y publicado por Deusto.