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La Ilustración Liberal

La institución del despotismo

Tiene toda la razón Eduardo Zaplana cuando dice que el Ejecutivo no respeta a las instituciones sino que las agrede. Pero como una de las características del zapaterismo es su desprecio a la división de Poderes y el espíritu de la Cheka campando por doquier, faltaba un disparate castrista como el perpetrado por el matasanos habanero Llamazares, que se ha permitido una ilegalidad tan flagrante y manifiesta como es la reprobación de Enrique Múgica. Hasta ahí, normal. Lo que no es tan normal es que López Garrido, como cuando era pecero, haya respaldado la tramitación de la ilegalidad. Iba a decir contra su compañero de partido, pero no. Garrido no es del partido de Múgica. En rigor, el partido de Múgica, uno de los pocos ministros de Justicia del PSOE que merece ese nombre, es el de la defensa de España y de sus libertades. Lógico que no coincida con ese pomposo zascandil amejicanado que parece empeñado en hacer bueno a Rubalcaba. Imposible, pero lo intenta.

En realidad, Zapatero ha redescubierto una institución que es la negación de las instituciones: el despotismo. Nunca una mayoría tan escuálida ha abusado tanto del Poder. Ni siquiera en tiempos de González. Lo que empieza a producirse en el PSOE es, en rigor, la adaptación al cambio de régimen que Zapatero preside y persigue. Es pasmoso que el propio PSOE facilite el acoso a una institución por definición intangible como la del Defensor del Pueblo. Yo de Enrique Múgica me iría a Zaragoza a conmemorar la hazaña zapateresca a los pies de la estatua de Lanuza, aquel jovencísimo Justicia aragonés que, por su poca cabeza y la implacable legalidad que, entonces sí, amparaba al Rey de España, acabó descabezado. Podía ir a ponerle una corona votiva y, de paso, a rezarle a la Virgen del Pilar. Porque, salvo milagro, esto se está yendo a pique a toda velocidad. La democracia, digo.

(Libertad Digital, 17-X-2006)