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La Ilustración Liberal

Todo lo que siempre quiso saber sobre los ecologistas sandía

En aras de la transparencia (si siguiera la torpe traducción, tendría que escribir "divulgación total"), debo reconocer que conozco al autor de este libro, y que me cae estupendamente. Christopher Horner ha sido una de las personas que más ha ayudado al Instituto Juan de Mariana (IJM), cuyo presidente, Gabriel Calzada, ha escrito el apasionante epílogo de la edición española. Yo soy el vicepresidente del invento, así que mejor no se crean nada de lo que les cuente de esta Guía políticamente incorrecta del calentamiento global, salvo la cosas malas.

El retrato que se hace de los ecologistas sandía –verdes por fuera, rojos por dentro–, sus contradicciones y verdaderos objetivos es el punto fuerte de este manual. Más que un análisis científico –terreno al que también se dedican algunos capítulos–, es un estudio político sobre el ecologismo y la cruzada que ha desatado a cuenta del calentamiento global. Si lo que usted anda buscando principalmente es ciencia, quizá le convenga más leer el libro de Jorge Alcalde Las mentiras del cambio climático (Libros Libres), lo cual no quiere decir que no vaya a encontrar aquí materiales de provecho, como el detallado relato sobre la génesis del célebre Palo de Hockey, ese estudio, al que tanto han recurrido el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) y Al Gore, que aseguraba que las temperaturas durante el último milenio habían sido estables hasta el siglo XX... pero que ha sido conveniente y científicamente ridiculizado, razón por la cual sus aireadores han dado por meterlo debajo de la alfombra, para que no quite credibilidad a las nuevas predicciones apocalípticas.

Sin duda, habrá oído usted múltiples veces que quienes expresan dudas sobre la verdad revelada por Su Goricidad están pagados por perversas multinacionales sin escrúpulos, a las que no le importa lo más mínimo el futuro del planeta y de sus habitantes si pueden seguir acumulando beneficios. Algo así dijo El País del IJM, a cuyos miembros acusó de ser "enemigos de la ciencia". En el reportaje de marras no se aportaba prueba alguna de que alguien pague al IJM por sus críticas al supuesto "consenso" sobre la materia, pero aparecía innumerables veces la palabra Exxon, para que los lectores creyeran que sí, que había dinero de por medio. Horner responde aquí con algo que seguro les sorprenderá: hay empresas que apoyan el catastrofismo porque tienen planes para sacar tajada de la situación. Entre ellas se contaba Enron, para la que Horner trabajó durante un tiempo, antes de que se hiciera famosa en el mundo entero por quebrar tras engañar a sus accionistas y a los reguladores del mercado bursátil. Por lo que hace a España, hay industrias que han dejado de producir porque les sale más rentable vender derechos de emisión de CO2. El Protocolo de Kioto puede ser ruinoso, pero para algunos resulta muy lucrativo.

Gracias a los múltiples datos que aporta Horner, en estas páginas nos daremos cuenta de que los verdes, por más que nos vendan una y otra vez que el cambio climático es "la mayor amenaza medioambiental" (incluso "la mayor amenaza", sin adjetivos), no tienen remedio alguno a mano. Pelearon arduamente para evitar que los árboles "de monocultivo" o modificados genéticamente, es decir, los que no crecen de forma natural, pudieran emplearse como sumideros de CO2, pese a que lo absorben tan bien como los otros; consideran que los embalses son malos para los peces, ergo tampoco les gusta la hidroeléctrica; y de la energía nuclear no quieren siquiera oír hablar. Así pues, se cierran a cualquier alternativa que permita generar energía sin dióxido de carbono; la basada en las energías solar y eólica no es realista, pues éstas, además de caras, son incapaces de asegurar un suministro estable.

La guía de Horner está salpicada de reveladoras citas ecologistas, etiquetadas como "Sabiduría verde", que arrojan una imagen clara de con quién nos las estamos viendo: el derecho a tener hijos debe ser limitado por el Estado, la única tecnología buena es la que no existe, la raza blanca es el cáncer de la Humanidad, alimentar a un niño que se muere de hambre supone agravar el problema de la superpoblación... En fin, para qué seguir: ya se habrán hecho ustedes una idea. Con todo, reproduciré una nota de prensa que emitió Greenpeace inadvertidamente, pues estaba sólo precocinada: "En los veinte años transcurridos desde la tragedia de Chernobyl, el peor accidente nuclear del planta, ha habido casi [COMPLETAR CON FALSA INFORMACIÓN ALARMISTA Y APOCALÍPTICA]".

En cuanto a lo puramente científico, además de contar la historia real del Palo de Hockey, Horner se extiende sobre el empeño de algún científico aislado y, sobre todo, de tantos ecologistas y periodistas en achacar al calentamiento global el Katrina y el aumento en el número de huracanes registrado en 2005, así como sobre el silencio sepulcral que mantuvieron esas mismas personas cuando el 2006 se reveló un año tremendamente tranquilo... También se ocupa de destacar varios de los múltiples errores en que incurre Una verdad inconveniente, el oscarizado documental de Al Gore: la población de osos polares, lejos de disminuir, crece; las nieves perpetuas del Kilimanjaro están desapareciendo no como consecuencia de un incremento de las temperaturas, pues allí han descendido, sino por los cambios registrados en las condiciones de humedad; lo de que el nivel del mar va a subir entre seis y siete metros es una barrabasada... Por cierto: Horner revela que Su Goricidad suspendió Ciencias Naturales en el instituto. Menudo elemento está hecho el último Nobel de la Paz.

En el epílogo a la edición española, Gabriel Calzada da cumplida cuenta de que, por obra y gracia de la estupidez de PP y PSOE, España se metió en el berenjenal de Kioto asumiendo unas condiciones especialmente lamentables. Desde Isabel Tocino a Cristina Narbona, de José María Aznar a Juan Costa, apenas hay políticos por estos lares que no hayan proferido tonterías de gran calibre a propósito del cambio climático

No obstante, puede que la mayor virtud del epílogo sea que está escrito en un correcto castellano, lo cual no puede decirse del resto de la obra (quizá la traductora haría mejor en dedicarse a recoger garbanzos). Quienes tenemos cierta costumbre de leer en inglés podemos adivinar muchas de las bromas que hace Horner porque las traducimos a la lengua de Shakespeare mientras leemos. Los que sabemos algo sobre los asuntos de que trata la obra sabremos corregir algunos errores, pero quienes no tengan esa suerte seguramente alzarán confundidos las cejas en pocos pasajes. Aún así, como sucede con el resto de "guías políticamente incorrectas" publicadas por Regnery y que Ciudadela ha tenido el buen gusto de traer a España, el libro merece mucho la pena. Aunque sólo sea para que pueda usted decir con orgullo que El País lo considera "enemigo de la ciencia", que no es poco.

Chris Horner, Guía políticamente incorrecta del calentamiento global (y del ecologismo), Ciudadela, Madrid, 2007, 223 páginas.