Menú

La Ilustración Liberal

Las relaciones entre Estados Unidos y Colombia

Un observador desprevenido puede concluir que entre Estados Unidos y Colombia existe una alianza fácil de llevar, estrecha y armoniosa, frente a los problemas compartidos del terrorismo y el narcotráfico. La alianza existe, claro está, pero con determinadas dificultades. Los medios de comunicación tratan los temas correspondientes de manera superficial. Informan sobre las frecuentes visitas de funcionarios de un país a otro y transmiten sus declaraciones públicas sobre diversos temas, minimizando los problemas que a veces afloran. Lo que percibe la opinión pública es que llegan unas ayudas importantes para enfrentar la subversión marxista, que utiliza el terror para doblegar la voluntad de los colombianos y el narcotráfico para financiarse. Sin embargo, bajo esa superficie aparentemente tranquila se dan duras batallas políticas en uno y otro país, auspiciadas por un centenar de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), decenas de parlamentarios, funcionarios y periodistas de izquierda de ambos lados que tratan de impedir la cooperación, mientras otros funcionarios, militares, empresarios y personas comprometidas con la democracia buscan promover la necesaria alianza.

Conviene iniciar el análisis con algo obvio, como es un breve recuento de la importancia de cada país para el otro. Para Colombia, Estados Unidos es su primer mercado de exportación, ya que adquiere casi la mitad (44%) de las exportaciones colombianas, mientras que en el 2002 Europa entera solo llegó a un 16%. También es la fuente más importante, en forma directa o indirecta, de capital de riesgo y crédito para el gobierno y el sector privado. Sin embargo, las exportaciones colombianas, por su volumen y naturaleza, no son estratégicas para Estados Unidos, ni la inversión muy significativa para sus empresarios y banqueros. Las relaciones de la mayoría de los países frente a la gran potencia son asimétricas, pero en el caso de Colombia esta situación es muy marcada. La importancia de Colombia para Estados Unidos tiene que ver entonces con el narcotráfico, el terrorismo y la ubicación geográfica del país.

Las relaciones han evolucionado de acuerdo con los cambios políticos en cada país y el efecto que han tenido los acontecimientos mundiales y continentales en ellos. Debemos empezar el análisis durante la guerra fría.

La subversión en Colombia era incipiente en la década del cincuenta, cuando el comunismo infiltra parte de las guerrillas del Partido Liberal que combatían contra la hegemonía del Partido Conservador. Después del golpe de Estado del general Rojas Pinilla en 1953, se concede una amnistía a la guerrilla liberal, y de nuevo en 1957, cuando los partidos Liberal y Conservador pactan una paz permanente entre si y establecen lo que se llamó el Frente Nacional. La guerrilla liberal entrega las armas, pero algunos grupos, entre ellos la guerrilla marxista, llamada entonces autodefensa, no lo hacen. Otros pequeños grupos armados se habían convertido en bandas de simples bandoleros sanguinarios que fueron exitosamente reducidos por las armas. La presencia de la guerrilla marxista en zonas apartadas, pequeña y débil, no afecta a la mayoría de la población. Estados Unidos apoya a Colombia en alguna medida para combatir estos grupos, que aún no representan un riesgo grave para el Estado. Cuando Fidel Castro llega al poder en Cuba, exporta la revolución a todo el continente, y Colombia no escapa a este plan. Emulando los "focos" que propone Castro, nace el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Durante las décadas de los 60 y 70, la guerrilla crece lentamente y poco a poco se vuelve un problema de alguna importancia. El Estado colombiano no desarrolla una política consistente para derrotar a los grupos armados. Hay una alternación periódica entre esfuerzos por reducir a los grupos por la fuerza e intentos por lograr que dejen las armas por la vía de una negociación política basada en concesiones crecientes. Algunos grupos, derrotados, optan por la negociación, entre ellos el M-19, el Quintín Lame y el Ejército Popular de Liberación (EPL), y tienen algún éxito en la política convencional. Cabe recordar que uno de los grupos que permanecen hoy, el ELN, estuvo cercado y diezmado en Anorí, Antioquia, en 1974. Su exterminio estaba al alcance de las tropas, pero el Presidente de entonces, Alfonso López Michelsen, ordenó al Ejército abrir el cerco, porque quería llegar a una solución negociada. Seis gobiernos colombianos se dejaron desorientar en alguna medida por quienes abierta o soterradamente apoyaban la subversión, un grupo reducido pero comprometido y hábil.

Entre tanto, Estados Unidos se vio envuelto en la guerra de Vietnam. Se produjeron varios fenómenos concurrentes, entre ellos el auge de las drogas y el "hipismo", la oposición a la guerra y la organización de una verdadera izquierda en Estados Unidos. Esa izquierda se habría de oponer luego al apoyo de Estados Unidos a los gobiernos que enfrentaron movimientos subversivos marxistas en diversos países.

El otro fenómeno surgido en la misma época, el de la masificación del consumo de drogas ilícitas, llevaría al surgimiento de un enorme mercado para un nuevo producto: la cocaína. Para Colombia, el problema empieza con la marihuana, símbolo del "hipismo" y de la oposición a la guerra. Cuando posteriormente la exportación de marihuana de Colombia es sustituida por la producción local en Estados Unidos, el terreno está listo para la llegada del nuevo vicio de la cocaína. Inicialmente unos poderosos carteles colombianos procesan pasta de coca producida en Perú y Bolivia y la exportan a Estados Unidos. La guerrilla marxista poco tiene que ver en el negocio en sus inicios. Luego los mismos carteles fomentan el cultivo de coca en Colombia en territorios apartados, donde el Estado tenía poca presencia, y precisamente donde estaba arraigada la guerrilla. Hoy, el negocio de las drogas es el sustento de la subversión marxista. Las FARC, el ELN y los grupos de autodefensa ilegales controlan la producción de cocaína y heroína, y, en alguna medida, participan en su exportación. El producto del tráfico de drogas permite a las organizaciones terroristas un rápido crecimiento, superior al 100%, en la última década. Se estima que las FARC y el ELN cuentan con unos 22.000 combatientes en sus estructuras formales y otros 5.000 milicianos en las ciudades, además de otros grupos de apoyo logístico. Los grupos de autodefensas ilegales cuentan con unos 10.000 hombres. Sin embargo, todos estos grupos han sufrido crecientes bajas y deserciones durante el actual gobierno. Reclutan con facilidad los combatientes rasos para reponer las bajas, pero han perdido muchos cuadros, y estos no son fáciles de reemplazar.

En Estados Unidos, la izquierda fortalecida y organizada durante el conflicto de Vietnam promulga la idea de que su país es el causante de los mayores males de la humanidad. Se opone a la ayuda a los países amenazados por movimientos armados marxistas. El planteamiento es que su propio país es un Estado delincuente por ayudar a enfrentar el marxismo en Centro América. En cambio ven toda clase de virtudes en los países socialistas, y están dispuestos a pasar por alto los crímenes del comunismo, dadas las "buenas intenciones" del sistema marxista. Muy pocos de ellos, sin embargo, emigraron a alguno de esos paraísos socialistas.

Con la caída del muro de Berlín los simpatizantes del marxismo no renunciaron a su fe. Por el contrario, se aprovechó la coyuntura para proponer el concepto de que, como el comunismo ya no era una amenaza, si es que lo había sido, Estados Unidos debía mantenerse alejado de los conflictos "internos" de los países que enfrentaran movimientos armados marxistas, ya que estos representaban la frustración de los más pobres.

Pero la izquierda internacional necesitaba una estrategia para atacar a sus enemigos y ocultar a la vez los horrores del comunismo, y para ello se vale del tema de los derechos humanos, con repercusión en todos los continentes. Logra en efecto que buena parte de la opinión de occidente olvide los horrores que causó el marxismo en el mundo, a la vez que utiliza el tema para atacar a quienes combatieron el comunismo en América Latina. El arma de los derechos humanos la ha usado la izquierda con mucha efectividad para debilitar a las Fuerzas Militares colombianas. El ejército de Colombia se ha caracterizado por ser uno de los más respetuosos de los derechos humanos en la historia, mérito que la opinión pública en Colombia le reconoce. Además, las Fuerzas Militares gozan de la mayor imagen positiva entre las instituciones del país, con un 83% de opinión favorable, superior a la de la Iglesia Católica[1]. Sin embargo, la izquierda logra generar en el exterior la imagen inversa, utilizando falsas acusaciones y repitiendo frases de cajón que afirman lo contrario. En ello ejercen un papel importante un amplio grupo de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), que hacen un efectivo enlace con organizaciones afines y proclives a la subversión en Colombia, e influyen sobre el Congreso de Estados Unidos y el Departamento de Estado. Pero, aun acudiendo a las falsas denuncias, es imposible afirmar que las violaciones de los derechos humanos por parte de las Fuerzas Militares son frecuentes. La izquierda ha recurrido entonces a afirmar que éstas toleran las violaciones de las autodefensas ilegales. Dichas organizaciones, nacidas como reacción a las depredaciones de la subversión marxista, cometen muchos de los mismos crímenes que las organizaciones terroristas marxistas. El Estado está obligado entonces a combatirlas también, y así lo hace. Sin embargo, en su afán por desprestigiar a las Fuerzas Militares, las organizaciones de izquierda nunca mencionan los combates de las Fuerzas Militares contra las autodefensas ilegales, ni las bajas y capturas de sus integrantes.

El argumento de la no intervención en conflictos internos, adicionado con las supuestas extensas violaciones de los derechos humanos por parte de las Fuerzas Militares de Colombia, sirvió para que la ayuda de Estados Unidos fuera restringida estrictamente a operaciones contra el narcotráfico y canalizada primordialmente a la Policía Nacional durante casi toda la década de los 90. Pero, como hemos visto, las FARC, el ELN, y también las autodefensas ilegales se fueron convirtiendo en carteles de la droga, y la Policía no estaba en capacidad de combatirlas. La distinción entre narcotraficantes y subversión marxista se fue volviendo imposible. Sin embargo, mientras se mantuvo la administración del Partido Demócrata en Estados Unidos, se sostuvo la ficción. En algunas oportunidades los servicios de inteligencia americanos, provistos de imágenes satelitales, pudieron ver concentraciones de las FARC que se preparaban para atacar bases del Ejército y se abstuvieron de pasar la información a sus aliados. Los helicópteros suministrados por Estados Unidos no podían ser utilizados para reforzar destacamentos amenazados sin una larga consulta con la embajada que determinaba si la cuadrilla terrorista respectiva era narcotraficante o no.

La elección de un gobierno del Partido Republicano en Estados Unidos, con el triunfo de George Bush, inicialmente facilitó las cosas para Colombia, pero la pérdida de la mayoría en el Senado, por la pronta defección del senador Jeffords generó casi de inmediato una nueva dificultad. Afortunadamente en las últimas elecciones el Partido Republicano recuperó la mayoría en el Senado y retuvo la mayoría en la Cámara de Representantes.

El cambio reciente y más importante en la política de Estados Unidos se produjo a raíz de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, cuando por primera vez el terrorismo actuó en gran escala contra Estados Unidos. A raíz de estos sucesos, se declaró una cruzada contra el terrorismo a nivel mundial con ataques militares en Afganistán y luego en Iraq. En este nuevo contexto vale la pena recordar estas palabras de Jorge Briceño Suárez, alias "Mono Jojoy", segundo comandante de las FARC. No solamente son una declaración de guerra a Estados Unidos, sino que el momento que escogió para decirlas no pudo ser más inapropiado. Esto dijo en una declaración grabada refiriéndose a los ciudadanos de Estados Unidos:

"Combatirlos donde quiera que estén, hasta llegar a su propio territorio y hacerles sentir el dolor que ellos han causado a otros pueblos.

De alguna forma quitarles, por cualquier vía, recursos económicos para derrotarlos. Llegar hasta los norteamericanos inconformes y organizarlos. Llegar hasta los negros norteamericanos y hacerles ver la discriminación en que los mantienen..."[2]

Si en Estados Unidos había alguna duda sobre las intenciones de las FARC, allí quedó disipada.

Después del 11 de septiembre de 2001, con una administración republicana y una mayoría en el Senado y la Cámara de ese partido, desapareció la objeción a ayudar a Colombia en su lucha contra la subversión. Hoy es claro que las FARC, el ELN, y también las AUC son terroristas y narcotraficantes, y representan, especialmente las FARC, una amenaza para toda la región.

También es claro que el ELN y las FARC han recibido entrenamiento de otras organizaciones terroristas. Tres irlandeses, vinculados al IRA, fueron capturados después de una visita a la "Zona de Distensión" que el gobierno Pastrana estableció para las negociaciones de paz con las FARC[3]. Guerrilleros desertores hablan sobre otros instructores extranjeros, posiblemente de la ETA. Con estas acciones, las intenciones de las FARC con relación a Estados Unidos son claras y sólo les ha faltado la oportunidad o la capacidad para atacar. Pero no se puede descartar que en el futuro lo hagan, o ayuden a otros grupos terroristas en ese empeño. La administración Bush sabe que son un peligro latente. Aun así, sólo hasta el año pasado se incluyó a las FARC como blanco de investigación por el FBI dentro del territorio de Estados Unidos.

Las señales de apoyo a Colombia son fuertes. En el mes de agosto visitaron a Colombia el Jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Myers, y el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Sus mensajes fueron de apoyo decidido. Esperemos que el mensaje que representa el viaje de estos altos funcionarios a Colombia sea bien entendido por el Departamento de Estado y la embajada en Bogotá.

Esta es la breve historia de la evolución de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos. La alianza se ha vuelto más firme, sin que se pueda decir que se han superado todas las dificultades. La izquierda no va a desistir de su gestión para evitar la ayuda que va en contra de los intereses de la subversión marxista, y las cosas pueden evolucionar en forma desfavorable si el Partido Republicano pierde alguna de las cámaras legislativas o la administración en las próximas elecciones.Vale la pena, sin embargo, detallar algunos aspectos de la izquierda.

La izquierda americana

Después de la segunda guerra mundial, y como reacción a la caída de la China Nacionalista, a la guerra de Corea y al desarrollo de la bomba atómica soviética, se generó una fuerte oposición contra el comunismo en Estados Unidos. Pertenecer al Partido Comunista era un delito, y se estimaba, correctamente, que no era compatible el comunismo con la lealtad a Estados Unidos. En efecto, el bloque soviético hizo todo lo posible por dominar el mundo. Sin embargo, con la guerra de Vietnam se desató un fuerte y vociferante movimiento pacifista que se mencionó anteriormente. Terminada la guerra, quienes habían abogado por los comunistas hicieron lo posible por minimizar los horrores que se vivieron en el sudeste asiático. Se estima que en Vietnam fueron asesinadas alrededor de medio millón de personas. Simplemente no volvieron de los campos de "reeducación", o se ahogaron tratando de escapar en pequeños botes. La tragedia más grande se vivió en Camboya donde se estima fueron asesinadas no menos de dos millones de personas.

Los mal llamados "liberals" tienen una fuerte representación en la prensa. Son notables las posiciones de izquierda en el The New York Times, The San Francisco Chronicle y en la mayoría de los periódicos de la cadena Hearst. Algo similar ocurre con los canales de televisión y sus presentadores y comentaristas, incluidos Peter Jennings, Dan Rather y Peter Arnett[4]. Esta tendencia también es fuerte entre los artistas de cine, bien representados por Jane Fonda, quien viajó a Hanoi para darle apoyo a los comunistas. Se destaca igualmente en el campo eclesiástico el National Council of Churches. Los autodenominados "intelectuales" también figuran entre esta izquierda extrema, entre ellos Susan Sontag y Noam Chomsky. En las universidades, desde la guerra de Vietnam, tiene mejor acogida un académico si es de izquierda. Entre los políticos hay muchos que continúan activos, como Edward Kennedy, Christopher Dodd y Patrick Leahy, senadores demócratas de Massachusetts, Connecticut y Vermont, respectivamente. Este último es el promotor de la famosa enmienda Leahy, legislación que ejerce un papel importante en la llamada "guerra jurídica" que se desarrolla contra las Fuerzas Militares colombianas. La norma establece que no puede recibir ayuda de Estados Unidos una unidad de las fuerzas si existe evidencia "creíble" de que alguno de sus miembros ha violado los derechos humanos. El problema es que usualmente basta con una acusación, las más de las veces falsa, para que la evidencia sea "creíble" para los senadores de izquierda. Hay ciertos estados que eligen senadores y representantes de izquierda, entre ellos se destacan California, Massachussets, Connecticut, Wisconsin, Washington y Vermont. Las dos senadoras de California, Dianne Feinstein y Barbara Boxer, por ejemplo, se caracterizan por su consistente posición de izquierda, lo mismo que Nancy Pelosi, representante a la Cámara y líder demócrata de esa corporación. En la Cámara de Representantes es usual que un grupo de 45 de sus componentes (el 10% de los miembros) voten contra cualquier ayuda a Colombia. Entre los más destacados de la izquierda están, además de la señora Pelosi, Jan Schakowsky, de Illinois; James MacGovern, de Maryland y Sam Farr, de California.

En el caso colombiano desempeñan también un papel importante una docena de "ONG de derechos humanos", entre ellas Human Rights Watch, Amnistía Internacional, WOLA, Peace Brigades International, Colombia Support Network, el llamado Madison Group y muchas otras, lo mismo que institutos como el Institute for Policy Studies. Varias de estas organizaciones se han agrupado en una federación que se llama Washington Office on Colombia.

La izquierda se moviliza contra cualquier Estado que pretenda defenderse de la subversión marxista. Así sucedió en Centroamérica. Los gobiernos de Reagan y Bush (el padre) enfrentaron una dura batalla interna para lograr apoyar a quienes enfrentaban la subversión marxista. Algunos de los funcionarios de esos gobiernos han vuelto al servicio público con el gobierno de George W. Bush, y han enfrentado la animadversión de los mismos periodistas, ONG y congresistas de ese entonces. Es el caso de Otto Reich y Elliott Abrams.

La organización del Estado en Estados Unidos

El elemento que dificulta al ejecutivo desarrollar una política coherente en materia de relaciones internacionales es la norma que determina que el Senado debe aprobar el nombramiento de funcionarios, como secretarios de departamento (ministros de estado), subsecretarios, secretarios asistentes y embajadores. El presidente de la comisión de relaciones internacionales del Senado, el miembro más antiguo del partido que tenga la mayoría de esa corporación, puede impedir las audiencias del candidato, y por consiguiente la ratificación de su nombramiento. Esto ocurrió con la designación de Otto Reich como Secretario de Estado Asistente para América Latina, razón por la cual ejerció el cargo como encargado. El miembro del Partido Demócrata más antiguo de ese comité, quien lo presidió mientras la mayoría estuvo en manos ese partido, es el senador Christopher Dodd, cuya asistente más importante, Janice O’Connell, de reconocida afinidad marxista, tiene gran influencia.

Recuperada la mayoría en el Senado por parte del Partido Republicano en las pasadas elecciones, el gobierno Bush logró, a pesar de todo tipo de oposición, el nombramiento de Roger Noriega. Este poder especial del Senado incide en la actitud de todos los funcionarios de carrera del Departamento de Estado. Saben que los senadores del comité pueden truncar su carrera en el futuro y tratan de complacer a unos y otros, actitud que genera una ambigüedad que confunde a quienes tienen que tratar con Estados Unidos. Eran más claras las posiciones en la época en que los embajadores enviados a Colombia no eran funcionarios de carrera, aun cuando a primera vista parecieran menos profesionales.

A este problema, el temor al Comité de Relaciones Internacionales, se suma el sesgo de izquierda que siempre ha imperado en el Departamento de Estado. Curiosamente, el Secretario de Estado Colin Powell ha mantenido en sus cargos a muchos funcionarios de las anteriores administraciones demócratas. En varias oportunidades, durante décadas, este sesgo ha generado choques con el Departamento de Defensa. Hace unos tres años, un general norteamericano explicó las diferencias en estos términos:

"Mientras los que hoy dirigen el Pentágono conocieron las atrocidades comunistas en Vietnam, siendo entonces tenientes y capitanes, quienes hoy dirigen el Departamento de Estado estaban fumando marihuana en Canadá, evadiendo el servicio militar. Quienes evadieron el servicio militar tienen que sostener, el resto de su vida, que los comunistas no son tan malos, y así justificar su cobardía".

Ésta es, claro está, una simplificación del problema, pero tiene cierto elemento de verdad.

La sección de Derechos Humanos, Democracia y Trabajo del Departamento de Estado está, desde hace años, en manos de funcionarios de izquierda. Así el Secretario de Estado Asistente y su segundo sean hoy del Partido Republicano, el personal subalterno, que redacta los informes sobre los diferentes países, sigue dispuesto a repetir las falsedades que promueven las ONG de izquierda. Toda discusión con estos personajes es inútil. Como todos los buenos marxistas, o los simpatizantes de esa ideología, son invulnerables a cualquier "ataque" de la lógica o la verdad. Si no lo fueran, no serían marxistas. No permiten que los hechos se pongan en el camino de sus preconceptos.

Veamos lo que dice sobre el Departamento de Estado un reciente editorial de The Wall Street Journal:

"Otro problema es que algunos en Washington son más amigos del señor Chávez (presidente de Venezuela) que del Sr. Uribe y de Colombia. En el Departamento de Estado ha existido el habito de retirar las visas de los mejores Generales de Colombia y exigir que sean despedidos. La justificación oficial típicamente tiene que ver con derechos humanos, pero las acusaciones contra ellos suelen provenir de fuentes que simpatizan con las FARC. Esto ha debilitado al Ejército de Colombia y ha aumentado la vulnerabilidad de la población civil al terrorismo".[5]

A estos problemas se añade que durante el tiempo que estuvo de comandante de la policía colombiana el general Rosso José Serrano, esta institución logró forjar estrechos vínculos con algunos congresistas del Partido Republicano, y aprovechando ese logro, buscó que toda la ayuda de Estados Unidos fuera dirigida exclusivamente a la Policía. Algunos asesores de esos congresistas participaron en la campaña de desprestigio contra las Fuerzas Militares.

Como resultado de esta campaña de acusaciones, los gobiernos colombianos, ante la presión del Departamento de Estado, han despedido a varios de los mejores oficiales de las Fuerzas Militares. Se cambian, por decirlo así, helicópteros por cabezas. Aparte de las implicaciones morales de esta infamia, se está pagando un costo muy alto por la ayuda, puesto que la experiencia y el talento son tan valiosos en el campo militar como en cualquier otro.

El Plan Colombia

Durante el gobierno Pastrana se evidenció finalmente que sin el apoyo de las Fuerzas Militares, la Policía no podría cumplir con éxito la tarea contra el narcotráfico. Se concibió entonces un plan de apoyo de Estados Unidos que incluía ayuda a las mismas. Este plan establecía un aporte, en el aspecto militar, cercano a los 2400 millones de dólares para tres años. Posteriormente se han aprobado otras partidas. En concreto, Colombia ha recibido una suma cercana a los 1000 millones de dólares anuales, monto que representa alrededor de un 20% del total del gasto de su defensa.

Una parte importante de esta ayuda se ha destinado a sufragar gastos de entrenamiento por parte de personal militar norteamericano a tropas colombianas, con un costo demasiado elevado, cuando, se argumenta, dicho ejercicio podría ser realizado, con similar resultado, por oficiales colombianos a menor costo. Lo que ha querido Estados Unidos, específicamente en el caso de la Brigada Antinarcóticos, es hacer una tarea integral: dar entrenamiento y equipamiento. Se está aplicando la experiencia de El Salvador, que no es la más apropiada para el caso colombiano. Con el mismo dinero se podrían entrenar y equipar, con salarios colombianos, cuatro brigadas, pero, como dice un dicho popular: "A caballo regalado no se le mira el colmillo". No se trata de criticar esta ayuda sino de evaluar el impacto relativo sobre el esfuerzo de guerra.

Extensión e importancia de la ayuda de Estados Unidos

Después del 11 de septiembre de 2001, la voluntad de Estados Unidos fue ayudar, no solamente contra el narcotráfico sino contra el terrorismo. Se reconoció que el terrorismo es una amenaza global y debe ser combatido donde quiera que haya organizaciones que lo practiquen. Sin embargo, este cambio en la actitud del alto gobierno norteamericano no tuvo aplicación inmediata. La inercia de las burocracias hace que los cambios tomen meses en volverse realidad en el terreno, y hasta ahora se está ampliando el ámbito del apoyo.

Una de las extensiones de la ayuda es el entrenamiento y equipamiento de tropas para la protección de instalaciones petroleras, sujetas a frecuentes ataques de la subversión. Estados Unidos ha aportado también helicópteros, municiones, aparatos de visión nocturna, embarcaciones para patrullaje en los ríos y entrenamiento en su uso. Ha aportado algunos repuestos de difícil consecución para los vetustos aviones de combate colombianos del tipo A-37 y OV-10 y ha participado en el entrenamiento de pilotos y técnicos en mantenimiento de helicópteros. Estos últimos aportes son de gran valor.

Sin embargo, la ayuda más efectiva está en el campo de la inteligencia técnica, que desde aeronaves especiales, ha facilitado la detección de campamentos y de concentraciones de combatientes subversivos. Esta detección, diurna y nocturna, ha cambiado en forma drástica las tácticas de la confrontación. En el pasado la noche era de los terroristas; hoy es todo lo contrario. La selva era un refugio totalmente seguro; hoy no lo es tanto. No obstante, la cobertura de estas operaciones es aún muy limitada, y tampoco se han perfeccionado los procesos que permitan un análisis en tiempo real de la información que aporta esta tecnología. Pero en este campo se avanza rápidamente, y ya se ha generado un desequilibrio en contra de los terroristas.

Este aporte de la inteligencia técnica tiene implicaciones muy importantes. Vale la pena recordar que menos del 2% de la población simpatiza con las FARC y el ELN. En esas condiciones, la subversión sólo puede lograr control territorial por intimidación. Si no puede reunir grandes números de combatientes para demostrar su poder sin correr graves riesgos, pierde la capacidad de intimidar, y por ende el control de la población y del territorio. La capacidad de detectar oportunamente y golpear con fuerzas móviles a las concentraciones de terroristas le permite al Estado recuperar el control territorial utilizando destacamentos de policía y soldados campesinos relativamente reducidos en partes del país que habían sido abandonadas. Dicho en otra forma, la subversión necesita que exista en la población la percepción de que no puede ser derrotada. Para lograr esto sólo le queda el recurso del terrorismo, pero al utilizarlo pierde el poco apoyo popular que le resta. Negar a la subversión el control de la población y el territorio es entonces el verdadero alcance del uso de la tecnología de detección, y por ello es el elemento más importante de la ayuda de Estados Unidos en el campo militar y político.

Estados Unidos también ha colaborado en la financiación de la Fiscalía, en la sustitución de cultivos y en soluciones para los desplazados internos.

Resumen y conclusiones

Colombia y Estados Unidos tienen una relación especialmente asimétrica, pues mientras que este último es el principal cliente de las exportaciones colombianas, y la principal fuente de inversión y crédito del exterior, la importancia de Colombia para Estados Unidos radica en ser fuente importante de drogas ilícitas, en el riesgo del terrorismo marxista y en su situación geográfica, que permite que los fenómenos anteriores se extiendan a los países vecinos. Es evidente además que existen lazos entre grupos terroristas de todo el mundo.

La subversión marxista armada en Colombia tiene su inicio en los años cincuenta, se amplía con el acceso de Fidel Castro al poder en Cuba, y toma dimensiones alarmantes cuando la guerrilla marxista se convierte en un factor importante en el tráfico de drogas. En sus inicios, Colombia recibe una ayuda poco significativa para enfrentar el fenómeno. Los gobiernos colombianos alternan políticas de apaciguamiento y diálogos de paz con posiciones de fuerza, sin llegar a formular, hasta el año pasado, una política coherente frente al reto terrorista. Durante estas cinco décadas algunos grupos marxistas menores se desmovilizaron, entre ellos el M-19 y el Ejército Popular de Liberación (EPL), pero las FARC y el ELN utilizaron los varios intentos de diálogo como elemento de distracción mientras fortalecían su capacidad militar y económica.

Durante la guerra de Vietnam se conformó una poderosa izquierda simpatizante del comunismo en Estados Unidos, movimiento que se mantiene y consolida para oponerse a la ayuda a los gobiernos y grupos que enfrentaron al comunismo en Centro América. Estas mismas personas o grupos se oponen a la ayuda a Colombia contra los terroristas marxistas. Durante la administración demócrata, por presión de la izquierda, la ayuda a Colombia fue restringida estrictamente al esfuerzo contra las drogas. La limitación es absurda, ya que los grupos armados marxistas son narcotraficantes, lo mismo que algunos de los diversos grupos de autodefensa ilegales que se enfrentan a las FARC y al ELN. Para lograr sus fines, la coalición de izquierda, en coordinación con organizaciones afines en Colombia, ha montado una campaña de difamación contra las Fuerzas Militares colombianas, acusando a sus miembros de violaciones a los derechos humanos directamente, o por medio de los grupos de autodefensa ilegales. Aún cuando la mayor parte de las acusaciones son falsas, y la mayoría de los militares finalmente son absueltos, esta ha sido una estrategia efectiva que ha minado la moral de las tropas y causado la baja de algunos de los mejores oficiales. Esta coalición tácita de izquierda cuenta con buena parte de la prensa, políticos importantes, miembros de la academia y un gran número de ONG que se presentan como defensoras de los derechos humanos. Algunos departamentos del gobierno continúan bajo la influencia de la izquierda, especialmente el Departamento de Estado. En cambio, Colombia tiene un apoyo firme en el Departamento de Defensa.

Con el acceso al poder del Partido Republicano, y su control de las dos cámaras legislativas, se ha facilitado la ayuda a Colombia, y luego de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, se levantaron las restricciones a la misma. Dicha ayuda es importante, pues representa aproximadamente un 20% del presupuesto de defensa de Colombia, y entre otras cosas, da acceso a helicópteros y aviones que permiten movilidad a las tropas, apoyo aéreo táctico y facilitan la detección, por métodos de alta tecnología, de concentraciones de terroristas. La ubicación de estos es el factor más importante, especialmente cerca de la frontera con Venezuela, país que lamentablemente sirve de retaguardia segura a los terroristas.

Ante la movilidad y capacidad aérea de las fuerzas del gobierno, la guerrilla marxista ha recurrido al terrorismo para intentar mantener el control territorial que tenía en amplias regiones, pero con ello ha perdido casi totalmente su arraigo político.

Para Colombia es importante que en Estados Unidos se mantenga el poder en manos del Partido Republicano, tanto en el ejecutivo como en el Congreso, ya que los simpatizantes del marxismo militan en el Partido Demócrata. Las elecciones de noviembre de 2004 son entonces críticas. Cabe anotar que la relación con Estados Unidos es importante, además de su efecto directo, porque el apoyo de Estados Unidos permite contrarrestar el sesgo de algunos organismos internacionales, que en cierta medida favorecen a la subversión al acoger las denuncias falsas sobre derechos humanos.

Colombia tiene en su contra a toda la izquierda marxista internacional, que no desapareció con el derrumbe del imperio soviético. Su diplomacia es aún débil, y sólo ha logrado apoyo efectivo de Estados Unidos, España y el Reino Unido. La guerra se puede ganar sin ayuda externa, pero para lograrlo se requerirá un gran liderazgo, debido al enorme sacrificio que habría necesidad de exigir a toda la población. Ante esta situación, un período presidencial de cuatro años puede no ser suficiente para lograr el triunfo.



[1] Encuesta Gallup, Julio de 2003

[2] Reuters, septiembre 1, 2001

[3] Niall Connolly, James Monaghan y Martin McCauley fueron detenidos en agosto de 2001, cuando salían de la "Zona de Distensión". Tenían antecedentes de terrorismo en el Reino Unido. Connolly era el representante de Sinn Fein en La Habana.

[4] Mona Charen, Useful Idiots, ISBN 0-89526-139-1

[5] Editorial WSJ, Agosto 20, 2003