Menú

La Ilustración Liberal

Prestigiosos traficantes de patrañas

La crisis económica, política, cultural y de valores humanos que vive el mundo ha puesto de moda, una vez más, el discurso de los traficantes de patrañas. Las hay de todos los colores y para todos los gustos. Podemos (con perdón de la palabra, que se ha cargado de connotaciones equívocas) distinguir, entre muchas otras, las de contenido religioso y las de contenido profano. Y entre estas últimas se distinguen, por su atractivo, las de naturaleza utópica. Nada mejor, para reclutar incautos, que prometerles el paraíso, sobre todo si éste es terrenal y se encuentra al alcance de la mano, porque tampoco es cuestión de vivir una existencia preñada de privaciones y sacrificios para disfrutarla en el más allá. Lo cual explica los éxitos de los demagogos, que pueden ser de izquierda o derecha, y también abanderados de intolerantes reivindicaciones xenófobas o racistas. Sin embargo, estos éxitos son transitorios, porque el paraíso terrenal, encarnado en la utopía, choca frontalmente con la naturaleza humana y por lo tanto exige que ésta sea adulterada mediante la opresión, la represión y la violencia para engendrar ese otro monstruo de Frankenstein que es el Hombre Nuevo.

En la viña del totalitarismo

La materialización del ideal utópico se traduce, paradójicamente, en la implantación de regímenes totalitarios como el nacionalsocialista y el comunista. Ambos condenados, como se ha visto, al fracaso. Pero las lecciones implícitas en este fracaso tampoco garantizan que el fenómeno no se repita. Con variantes y disfraces que no bastan para neutralizar su perversidad. Ahora tenemos, para demostrarlo, la exhumación de los detritos leninistas que creíamos enterrados bajo los escombros del Muro de Berlín y anquilosados en las satrapías de Corea del Norte y en algunos reductos tercermundistas. La germinación de flamantes semillas totalitarias en suelo español, ya sea con la marca Podemos o con otros sellos que engloban viejas lacras comunistas y nuevos contubernios secesionistas, aviva las nostalgias de algunos intelectuales despojados de ilusiones y los apetitos de otros ávidos de poder.

Este panorama cargado de riesgos para la libertad, la democracia y la convivencia obliga a volver la mirada hacia el pasado para precaverse contra los traficantes de patrañas que se escudan detrás de su prestigio, ya sea ésta artístico, científico o académico. Que de todo hay en la viña del totalitarismo. Nos lo advierte Jean-François Revel (El conocimiento inútil, Planeta, 1989):

El público moderno continúa viviendo, igual que su predecesor en la Edad Media, bajo el régimen del argumento de autoridad: "Es verdad porque Fulano, premio Nobel, lo ha dicho".

Los redactores de manifiestos políticos y los organizadores de actos públicos son muy aficionados a exhibir las firmas y la presencia de personalidades famosas para demostrar que sus propuestas tienen un aval incuestionable, cuando está comprobado que los méritos profesionales de los famosos no los blinda contra errores en cuestiones que son ajenas a su especialidad. Ni tampoco en cuestiones propias de su especialidad, como lo demuestran las numerosas ocasiones en que deben retractarse o rendirse ante pruebas contundentes de que se han equivocado.

Panegíricos obscenos

Parece interminable la lista de los escritores y artistas de primera categoría, incluidos muchos premios Nobel, que nos legaron panegíricos obscenos a déspotas sanguinarios y a sus regímenes depredadores: George Bernard Shaw, H. G. Wells, Romain Rolland, Theodore Dreiser, Gabrielle D'Annunzio, Martin Heidegger, Bertolt Brecht, Louis-Ferdinand Céline, Pierre Drieu de la Rochelle, Ezra Pound, Louis Aragon, Pablo Picasso, Pablo Neruda, Jean-Paul Sartre, Nicolás Guillén, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Benedetti, José Saramago, Eduardo Galeano, Oliver Stone, Ken Loach y muchísimos otros rindieron pleitesía a Lenin, Stalin, Trotski, Mao, Mussolini, Hitler y Castro. Casi sin solución de continuidad, algunos de los ya citados, más otros como Noam Chomsky, James Petras, Gore Vidal e Ignacio Ramonet, integran la nueva oleada de nihilistas antisistema y enemigos de nuestra civilización. Con un agravante: este equipo de relevo desarrolla su ofensiva en pleno apogeo de la embestida fundamentalista islámica contra Occidente. Para decirlo en términos extraídos del rancio vocabulario marxista-leninista, estos nuevos traficantes de patrañas son, consciente o inconscientemente, aliados objetivos del fundamentalismo islámico.

Tamaño contingente parece justificar el juicio lapidario que formuló Karl Popper ("De las teorías a las ideologías", entrevistado por Manfred Schell, La Nación, Buenos Aires, 8/7/1990):

Nosotros los intelectuales hemos hecho cosas atroces, somos un gran peligro. Nos figuramos muchas cosas, y no sabemos lo poco que sabemos. Y nosotros, los intelectuales, no somos únicamente presuntuosos, sino que somos también corruptibles. No me refiero solamente con dinero, sino también corruptibles respecto de la consideración, el poder, la influencia y demás. (…) Espero que para los intelectuales sea alguna vez moderno el ejercicio de la modestia.

Afortunadamente, es posible compilar una lista no menos extensa e impresionante con los nombres de aquellos otros intelectuales que hicieron y hacen honor a la tradición humanista, antiautoritaria, liberal y laica de la Ilustración, intelectuales entre los que sobresalieron muchos que, después de pasar por las filas del Partido Comunista o de ser sus compañeros de viaje, reciclaron su experiencia para consolidar los cimientos de la sociedad abierta y plural. Pienso, por ejemplo, en André Gide, Arthur Koestler, Karl Popper, John Dewey, Sidney Hook, John Dos Passos, George Orwell, Raymond Aron, Albert Camus, Hannah Arendt, Isaiah Berlin, Ignazio Silone, Arthur Schlesinger Jr., Jorge Semprún, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Jean-François Revel, Fernando Savater, Jorge Edwards, Juan José Sebreli, Oriana Fallaci y Giovanni Sartori. Nombres todos estos que figuran en el Index del pensamiento único totalitario.

Bolcheviques simpáticos

Volvamos a los prestigiosos traficantes de patrañas. El rocambolesco reclutador de compañeros de viaje, Willi Münzenberg (ver Stephen Koch, El fin de la inocencia, Tusquets, 1996) conquistó, en los comienzos de su carrera proselitista, dos trofeos de lujo para su colección: George Bernard Shaw y H. G. Wells. François Furet ironizó sobre los viajes de los dos a la Unión Soviética (El pasado de una ilusión, Fondo de Cultura Económica, México, 1995). Wells entrevistó a Lenin en 1920 y atribuyó a la herencia del capitalismo todos los males que se abatían sobre el Estado comunista. Incluso le cayeron simpáticos los bolcheviques que él juzgó liberales: Lenin, Trotski, Lunacharski. Regresó a la URSS en 1934 y sostuvo una larga conversación con Stalin en la que el británico le dio consejos al soviético acerca de la forma de llevar adelante la planificación científica de la economía. Le dijo al déspota:

Me parece que yo estoy un poco a la izquierda de usted, señor Stalin. Creo que el viejo sistema está más cerca de su fin de lo que usted cree.

Wells estaba entusiasmado con el New Deal de Roosevelt, y la entrevista terminó con las zalemas del escritor al tirano, al que declaró árbitro, junto con el presidente estadounidense, de la dicha social de la humanidad.

Shaw era fabiano, o sea un socialista tibio, reconvertido al radicalismo. Explica Furet:

No tiene como él [Wells] prejuicios contra la violencia, ya que, al contrario, se jacta de ser realista. Lo que provocó su conversión a la Unión Soviética de Stalin en 1931 fue de la misma naturaleza que lo llevó a apoyar ayer a Mussolini y mañana a Hitler: un gobierno eficiente al servicio de la nación. Para él, Stalin ha roto con el absurdo internacionalismo de Lenin. Ha tenido el mérito de vencer a Trotski, el hombre de la revolución mundial. Y aquí lo tenemos, al pie del cañón para poner en marcha, con el plan quinquenal y la reforma agraria, "al estilo Fabiano", una economía y una sociedad socialistas. (…) A Wells y a Shaw les gusta la Unión Soviética de Stalin como patria de un orden económico anticapitalista que pone fin a la anarquía de la ganancia. Pero el primero elogia su paz civil, y el segundo la rudeza de su dictadura. El primero radicaliza la tradición “gradualista”, el segundo la pasa por alto. Shaw ridiculiza el angelismo antipolítico de Wells, pero su cinismo no es menos ingenuo, ya que saluda como un triunfo de la razón la deportación, el asesinato o el hambre organizada de varios millones de kulaks.

Claudicación patética

Más patética, si cabe, que la claudicación de los socialistas Shaw y Wells, fue la de Romain Rolland, autor, entre otras, de dos novelas, Juan Cristóbal (10 volúmenes) y El alma encantada (3 volúmenes), en las que dejaba traslucir una exquisita sensibilidad humana. Precisamente Fernando Savater ha recordado (El País, 23/9) que Stefan Zweig le llamó "la conciencia moral de Europa", aunque el mismo Savater reconoce que “sin duda la aproximación a Stalin en sus últimos años debilitó mucho esa generosa consideración”. Lo que Savater destaca es que cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Rolland escribió una serie de artículos periodísticos reunidos entonces bajo el título Au dessus de la melée y ahora publicados en España, en los que, insiste Savater, el autor

denuncia no ya el evidente salvajismo de la guerra, sino sus justificaciones ideológicas o mejor míticas. Los sacrificios humanos necesitan ídolos que los acojan y santifiquen. (…) A esa legitimación idólatra se prestan con horrible diligencia muchos intelectuales, incluso los de mayor mérito. (…) La Bestia [el nacionalismo] que estuvo a punto de destruir las democracias del siglo XX y que vuelve a la carga otra vez con renovado perfil populista en el XXI.

La aproximación a Stalin que menciona Savater enroló a ese pacifista combativo que fue Rolland en el batallón de los prestigiosos traficantes de patrañas. El desarrollo de esta involución está documentado en otra colección de correspondencia y artículos suyos: Quince años de combate (Ercilla, Santiago de Chile, 1936). Desde 1919 hasta 1927, sus escritos giran en torno a la apología del pacifismo y el europeísmo y a la lucha contra el fascismo. Pero el 27 de mayo de 1927 afirma, todavía con un tímido matiz crítico, en una carta a Le Libertaire, y respondiendo a una encuesta sobre la persecución que sufrían los anarquistas y socialistas revolucionarios en la URSS:

Cualesquiera que hayan sido las injusticias, las torpezas y, con frecuencia, aun los crímenes de la Revolución Rusa, ésta representa el más grande esfuerzo social, el más potente, el más profundo de la Europa moderna. Si es aplastada, no será únicamente el proletariado del mundo el que será esclavizado sino toda la libertad social o individual -esta santa libertad que el bolchevismo ha combatido neciamente y que es la mejor aliada de la Rusia libre- el mundo será arrojado muchas etapas atrás y los pueblos de Europa se encontrarán empeñados, de un día a otro, en la monstruosa guerra de la plutocracia y de los imperialismos europeos contra la independencia asiática.

A partir de 1931, Rolland renuncia a las apariencias de ecuanimidad y compasión. Sentencia ("Carta a Sergio Radin sobre el materialismo comunista", 19/3/31):

Es necesario arrancar del árbol los parásitos que lo roen. Los nueve décimos de la savia, actualmente, son bebidos por las sanguijuelas. (…) El jardinero puede equivocarse. (Errare humanum est.) Pero los Lenin y los Stalin me parecen viejos jardineros experimentados. Conocen la tierra, la han trabajado toda su vida. Podemos aprender mucho de ellos. Después de observarlos mucho tiempo, les tengo confianza.

El pacifismo combativo de Rolland pierde la primera de estas cualidades y llega al paroxismo de la segunda cuando se entera de que en Asturias y Cataluña ha estallado una insurrección contra el gobierno legítimo de la República Española. Saluda así a los revolucionarios desde las páginas del diario comunista francés L´Humanité (6/11/1934):

¡Gloria a los combatientes de Barcelona y de Oviedo! ¡Gloria al más heroico movimiento proletario de Occidente desde la Comuna de 1871! De la derrota de ésta ha surgido la triunfante Revolución soviética en la URSS. De los montes sangrientos de Asturias, se lanzará la victoria del proletariado de Europa y cubrirá el mundo con sus alas. Nos solidarizamos con la Revolución invencida de España. Le tenemos una deuda de gratitud por sus inmensos sacrificios. ¡Tratemos de curar sus heridas y arranquemos su presa a los verdugos!

Los vertederos de la historia

François Furet se pregunta en su libro arriba citado cómo fue posible que esta anestesia del juicio, como él la denomina, se extendiese a tantas inteligencias fuera de la Unión Soviética. La respuesta la podemos encontrar, fragmentada y abordada desde diferentes puntos de vista asociados a las experiencias personales de cada autor, en los numerosos libros escritos por quienes padecieron dicha anestesia del juicio y finalmente salieron del trance.

Al observador español, que está sometido a una persistente campaña de desinformación encaminada a venderle como buenas las utopías que desde hace mucho tiempo se están pudriendo en los vertederos de la historia, le resultará ilustrativo repasar las claves de este proceso de envilecimiento intelectual y las vías de reencuentro con la racionalidad en el marco de su (nuestra) sociedad, tal como las presenta quien experimentó estos avatares en carne propia. La lectura de Autobiografía de Federico Sánchez, de Jorge Semprún (Planeta, 1977), será siempre una buena barrera contra la embestida de los prestigiosos y no tan prestigiosos traficantes de patrañas. Confiesa Semprún:

Estas últimas semanas, revolviendo en mi archivo en busca de determinados documentos, me he encontrado una carpeta con decenas y decenas de poemas. Y se me ha caído el alma a los pies. Me ha entrado como una risa agónica al volver a leer esa poesía rezumante de sinceridad lírico-estalinista y de religiosidad alienada. Pero, en fin, hay que asumir lo que uno ha sido .Unos han estado en el Frente de Juventudes, o han asistido a los Cursillos de Cristiandad, pongamos por caso, antes de hacerse comunistas. Y yo he sido un intelectual estalinizado. Hay que saber lo que he sido y tengo que explicar por qué lo he sido. Sería muy fácil olvidarse de su propio pasado, desmemorizarse como suelen hacer nuestros Pequeños Timoneles locales y vernáculos. Sería demasiado fácil. No me olvido de mi propio pasado.

A continuación reproduce el poema dedicado a la Pasionaria, gemelo de los que muchos leíamos emocionados cuando éramos jóvenes y que, con la firma de Pablo Neruda o Nicolás Guillén, elevaban a los altares la figura de Stalin. Helo aquí:

A ti, Dolores, ahora quiero hablarte,
con mi voz más profunda y entrañable.

Modesto es el lugar de militante,
que en las filas de tu partido tengo;
no es ejemplar tampoco mi trabajo.
Te lo digo sincera y llanamente:
no soy un bolchevique, intento serlo.
Y es que no soy, Dolores, de raigambre
obrera; no es en mí la conciencia de clase
brújula de palabras y de acciones.
Tú ya comprendes. Mi corazón es vuestro,
late al ritmo glorioso de este tiempo;
mas hay en mi cerebro viejos fantasmas
tercos del mundo derrotado, niebla de sueños
vagos: los camaradas me ayudan a vencerlos.

Te lo digo, Dolores, lo proclamo,
para ahuyentar la sombra del hombre viejo,
en mí, para erguirme a la altura del tiempo
victorioso.

                Maravillosa altura de este siglo
en que todas las rutas llevan al comunismo.

Cuando Semprún evoca estos versos que le hicieron caer el alma a los pies, aplica el rigor autocrítico que lo colocó en las antípodas de los prestigiosos traficantes de patrañas y plantea una explicación que coincide, significativamente, con la que François Furet y muchos otros estudiosos elaboraron en torno a la traición de los espías británicos formados en los claustros exclusivos de Cambridge y Oxford. Reflexiona Semprún:

Otro aspecto que destaca en los extractos mencionados de mi poesía de antaño es precisamente el que se refiere a lo que he llamado "complejo de los orígenes". El sentimiento de culpabilidad que provoca en el intelectual de origen burgués el haber nacido en el seno de una clase explotadora, culpabilidad que es trasunto del pecado original de la mitografía cristiana, naturalmente.

Un análisis, repito, riguroso, que se complementa con el proyectil cargado de humor cáustico y políticamente incorrecto que disparó Félix de Azúa en el artículo "Progres" (El País, 24/7/2002):

La presencia de los ricos en este mundo le molesta [al progre] como un insulto personal, como un insulto a su propia integridad y honradez, honradez e integridad que sólo comparte con los pobres. (…) Con todo, ha desarrollado una gran habilidad para ganar dinero. De hecho, mucho dinero. Pero ello no impide que él no se considere uno de esos hombres ricos que producen hombres pobres. De modo que continúa diciendo que un número discreto de hombres ricos está infatigablemente conspirando para crear hombres pobres. Y lo cree de verdad.

Las lacras del Leviatán

El fenómeno, ¡ay!, se repite. Los traficantes de patrañas, prestigiosos o vulgares, despliegan su arsenal retórico por toda la geografía española con los astutos retoques necesarios para encandilar a la buena gente con la carga emocional más apropiada para cada lugar. Pero su objetivo es siempre el mismo: conquistar el poder, ya sea en un territorio donde se pueden explotar mitologías y rencores aglutinantes, o en la nación íntegra aletargada por la droga de la utopía. Y a poco que se rasque el barniz que envuelve el discurso demagógico quedan al descubierto todas las lacras que pululaban en el arcaico Leviatán totalitario. Esta es la razón por la cual cometo el pecado de lesa amenidad y exhumo esas lacras que los jóvenes ignoran o subestiman, en tanto que los veteranos las mandan al archivo de los malos recuerdos. Sin embargo, la exhumación es indispensable para reconocerlas y exorcizarlas cuando vuelven a ser la materia prima de los nuevos traficantes de patrañas. Tan es así, que el mediático traficante de patrañas Ignacio Ramonet arremete sin ningún pudor en su libro Las guerras del siglo XXI (Mondadori, 2002) contra "el nefasto efecto de las tesis de François Duret y de El libro negro del comunismo, de Stéphane Courtois et al.", a los que culpa, precisamente, de desenmascarar con documentos y cifras irrefutables la naturaleza asesina de la ideología que nutre a los movimientos antisistema.

Una vez más, encontramos intelectuales que ponen su prestigio al servicio de los traficantes de patrañas. Lo llamativo es que lo que los moviliza parece ser el deseo de compartir utopías con los jóvenes y con toda clase de insumisos cuando la experiencia acumulada debería inducirlos a poner obstáculos a la carrera hacia la meta totalitaria. Enfervorizados por la posibilidad de rejuvenecerse, se suman a cualquier corriente con apariencia de rebeldía, o a todas ellas al mismo tiempo aunque persigan objetivos incompatibles entre sí. Celebra Josep Ramoneda (El País, 26/10):

De ahí la sorpresa de las élites cuando aparecen formas de respuesta compartidas, ilusiones de proyecto común, ya sea al modo Podemos o al modo del independentismo catalán. Y en lugar de tomar estos fenómenos como sintomáticos, los grandes partidos se definen frente a ellos. Es decir, se parapetan en esta sociedad en que se puede seguir jugando al golf pase lo que pase a su alrededor.

A continuación, Ramoneda, impulsado por la soberbia del sabelotodo y por la pasión del converso... del converso al secesionismo y al eurochavismo, mete la pata hasta el corvejón:

Parece una moda: todos temen a Podemos: Sus adversarios le descalifican como importador de modelos revolucionarios latinoamericanos. No es Podemos, son el PP y el PSOE los que están latinoamericanizando a España.

Versión más esperpéntica

Sobran motivos para temer a Podemos como importador de modelos revolucionarios latinoamericanos en su versión más esperpéntica: el chavismo. Uno de los tres jerarcas del Politburó de Podemos, Juan Carlos Monedero, quiso dar ánimos al ya agonizante sátrapa Hugo Chávez y escribió en su blog (El País, 19/11):

He amanecido con un Orinoco triste paseándose por mis ojos. Querer a Chávez nos hace tan humanos, tan fuertes. Chávez en la señora que limpia. Chávez en el señor que vende periódicos en la entrada al metro. Chávez de la empleada de la tienda. Chávez del vendedor de helados. Chávez de la abuela que ahora ve y de la que ahora tiene vivienda. Chávez de la esquina caliente de Caracas y de la lonja de pescadores de Choroní. Chávez de la poesía rescatada, de los negros rescatados, de los indios rescatados. Chávez de lo que hoy es posible en América y que hace 20 años era imposible. He amanecido con un Orinoco triste paseándose por mis ojos y no se me quita. Fuerza Hugo. Aguanta. Aguanta para ayudarnos a quitarnos este miedo de la soledad de 100 años. Aguanta presidente. Aguanta.

Ni siquiera ha cambiado el culto servil a la personalidad que Neruda y Guillén practicaron con Stalin y que hizo que el alma se le cayera a los pies a Semprún cuando se reencontró con su tributo de pleitesía a la Pasionaria. La patraña tiene un núcleo duro que se resiste al paso del tiempo.

Sí, el sarcasmo de Ramoneda no basta para ocultar que Podemos es el importador de modelos revolucionarios latinoamericanos. Y de algo aun peor, si cabe. Pablo Iglesias promete que "intentaría sacar a España de la OTAN" –aun admitiendo que esto no será fácil– y “romper el Convenio de Defensa con Estados Unidos”. Explica (Público.es, 17/11):

Yo soy patriota y no me gusta que haya militares de otros países en territorio español.

No se trata de que Pablo Iglesias y sus camaradas de Podemos tengan una espantosa empanada mental. Por el contrario, tienen ideas muy claras, que los sitúan en el bando opuesto al de nuestra civilización. La hostilidad a la OTAN forma parte del programa de todos los movimientos políticos de matriz totalitaria o fundamentalista, que desarrollan vasos comunicantes con las potencias de parecida orientación. Fue así durante la guerra fría y continúa siendo así cuando Rusia, China y algunos países islámicos demuestran interés por rediseñar en su beneficio el mapa geopolítico. Por ejemplo, estrechando lazos con los regímenes populistas de América Latina. Las cleptocracias de Venezuela y Argentina, que devoran la misma papilla ideológica que intoxica a Podemos, ya han entrado en esa órbita, en cuya periferia se infiltra el Irán de los ayatolás. España, desprendida de la OTAN y del Convenio de Defensa con Estados Unidos sería una presa fácil para esos colonizadores inescrupulosos.

A esto debemos añadir que si bien hay militares extranjeros en España, en virtud de los mismos tratados que les permiten entrar también hay militares españoles, junto a los de nuestros aliados estadounidenses y europeos, en Afganistán, Bosnia-Herzegovina, Líbano, costas de Somalia, Mali, Uganda, República Centroafricana y el Cuerno de África, defendiendo a sus poblaciones inermes, y sobre todo a las mujeres y los niños, de la barbarie fundamentalista. Es evidente que a la élite de traficantes de patrañas les importa poco la suerte de esas víctimas, porque su caduca ideología totalitaria marcha por otros derroteros de poder, pero eso no justifica que España reniegue de su solidaridad con los mártires del yihadismo y el tribalismo.

Eso o el caos

Los traficantes de patrañas no se recatan a la hora de proclamar a los cuatro vientos que todas sus esperanzas de conquistar el poder descansan sobre la fragmentación del Congreso en un aquelarre de minorías ingobernables. Ellos, que también son minoría, demostraron en sus encarnaciones pasadas una excepcional habilidad para lograr sus fines en tiempos de crisis mediante alianzas espurias con tontos útiles o con espabilados corruptos. Antes, las élites totalitarias se disfrazaban de vanguardia del proletariado; hoy, usurpan la representación de lo que arteramente definen como el pueblo. La única vía para bajarles los humos y devolverlas a su verdadera condición de minorías bulliciosas pero acotadas consiste en forjar una mayoría absoluta cohesionada en torno a la defensa de la normalidad constitucional y de los valores de la sociedad abierta. Eso o el caos. No es un eslogan oportunista sino una verdad como un puño: eso o el caos.