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La Ilustración Liberal

Occidente contra Occidente

Si quien se consideraba comunista no cambió de chip cuando cayó el Muro, tuvo una segunda ocasión con el 11S.

Pero fueron pocos los que tuvieron el coraje de salir de la secta izquierdista. Glucksmann ha tenido ese valor que le honra, y en su último libro, Occidente contra Occidente, explica que el pacifismo europeo es una concesión a la barbarie; y, atentos los jacobinos, defiende al vaquero Bush frente al burócrata Chirac. Bush, al igual que "Gary Cooper en Solo ante el peligro, sheriff sin tropas, asumiendo el silencio de las leyes, pretende salvar a la colectividad a pesar de ella misma. Juega de manera personal como los Estados Unidos, que se tomaron el asunto de Irak de manera personal. El que me quiera que me siga, y si nadie me quiere"...

Glucksman es capaz de defender el derecho de injerencia y la guerra humanitaria para poder frenar el avance de los tiranos y ayudar a los ciudadanos a liberarse de sus dictadores. Frente a los pacifistas Glucksman no siente compasión, porque éstos sostienen el derecho de los pueblos a "disponer de sí mismos" y deducen del mismo "el derecho de las autoridades locales a disponer de sus pueblos" (pág. 50).

Además, el autor considera que en los casos de Kosovo y Ruanda las tesis pacifistas representadas por la sacrosanta ONU (dotada de "infalibilidad papal", señala el autor) han permitido que el genocidio siguiera. En concreto, comenta Glucksmann: “Cinco mil soldados, cinco mil cascos azules, hubieran detenido en seco el genocidio de un millón de tutsis en Ruanda. Sobre el terreno el equipo de la ONU, dirigido por el general canadiense Dallaire, enviaba mensaje tras mensaje a Nueva York exigiendo refuerzos, órdenes claras para desarmar a las milicias genocidas. Se hizo sonar la alarma durante semanas. En vano.” (p.62). El pacifismo impregnado de su retórica idealista no funciona porque vivimos rodeados de sátrapas que no hablan el idioma de los derechos individuales. Glucksmann lo tiene muy claro y aun siendo izquierdista prefiere Bush a Chirac y Putin.

Los pacifistas, con su posición contra la guerra, permitieron, por ejemplo, que en Camboya los muertos llenaran los ríos, y hoy en día dejarían que Sadam siguiera gaseando a los kurdos o matando mujeres tras violarlas. Ante un arma no vale una palabra, ante un asesino sólo cabe utilizar la fuerza que Glucksman cree que es legítima; y cita a Pascal: "No pudiendo hacer que lo que es justo sea fuerte, hágase que lo que es fuerte sea justo".

Retomando el tema principal del ensayo, la guerra de Irak, el autor considera que fue una intervención rápida y efectiva. Fueron 21 días y sólo 4.000 víctimas. En Chechenia, por ahora, han muerto más de 10.000 personas. Estados Unidos, en definitiva, ha hecho uso de armas inteligentes y ha optado por una guerra en la que se evitarán las muertes de civiles, a pesar de que Sadam y sus secuaces pusieran en primera línea de tiro a mujeres y niños para socavar la moral de Occidente.

Ante los amigos de la paz cabe preguntar, como hace Glucksman, por qué los iraníes querían que los americanos pasaran por Irán tras acabar con Sadam en Irak y por qué la mayoría de los iraquíes están agradecidos a USA por su intervención.

Estamos ante un libro polémico y valiente, repleto de brillantes argumentos que deberían permitir un debate serio, que no hemos podido apreciar en España por el pensamiento único de izquierdas. Léanlo y verán cómo aún quedan pensadores serios en la izquierda siguiendo la tradición de Voltaire, aunque desgraciadamente son rara avis. Sólo alguien así diría que "la civilización es una apuesta. Doble. Contra el que la niega y amenaza con aniquilarla. Contra sí misma, muy a menudo cómplice o aventurista de su desaparición".

André Glucksmann, Occidente contra Occidente . Madrid, Taurus, 2004.

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