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La Ilustración Liberal

Dos libros sobre las presidenciales chilenas

En las elecciones presidenciales chilenas de la primavera de este año 2010 resultó ganador Sebastián Piñera, con un 52% de los votos en la segunda vuelta, frente al 48% cosechado por Eduardo Frei. Fue un duelo de resultado incierto hasta el último momento. La victoria de Piñera fue especialmente importante porque marcó el final de la hegemonía de la izquierda, que llevaba en el poder desde la vuelta del país a la democracia.

Dos libros recientes, uno de cada campo político, dan cuenta de dichos comicios y de la peripecia política chilena de los últimos veinte años. Sus autores presentan los hechos de manera similar y se expresan en un tono a la vez preciso y generoso para con el adversario, lo cual es un dato interesante en sí y un buen augurio para el futuro político de Chile.

El primero de los libros en cuestión se titula Radiografía de una derrota o cómo Chile cambió sin que la Concertación se diera cuenta (Santiago de Chile: Uqbar, 2010), de Eugenio Tironi. Se centra en la campaña de Frei y en los partidos socialista (PS) y demócrata-cristiano (PDC), los principales de la izquierdista Concertación de Partidos por la Democracia. El segundo es La estrella y el arco iris. Cómo, después de 20 años, fue derrotada la Concertación (Santiago de Chile: Aguilar, 2010), de Andrés Allamand y Marcela Cubillos, y tiene por foco a Piñera y a las mayores formaciones de la derechista Alianza por el Cambio: Renovación Nacional (RN) y Unión Demócrata Independiente (UDI).

Ambas obras cuentan la prehistoria de las elecciones más o menos de la misma manera. Empiezan recordando que, históricamente, el electorado chileno ha estado dividido en tres partes iguales: la izquierda, el centro y la derecha, cada una de las cuales está a su vez dividida en varios partidos. El centro, dominado por los democristianos, unas veces se ha alineado con la izquierda y otras lo ha hecho con la derecha. En 1988, después de quince años de régimen militar, se organizó un plebiscito sobre la continuidad de Pinochet. La votación arrojó un 56% de noes y un 44% de síes. La campaña por el no supuso una colaboración inédita entre el centro y la izquierda, de la cual emergió la Concertación, que ha dominado la política chilena hasta la pasada primavera. Las relaciones entre los miembros de la Concertación han sido tirantes por dos motivos: la falta de colaboración entre ellos y por nombrar al candidato a la Presidencia.

Eugenio Tironi, sociólogo, profesor universitario, columnista, experto en comunicación política, ha sido uno de los más importantes colaboradores de las campañas electorales de la Concertación. Radiografía de una derrota es un repaso de la de 2010, un manual sobre cómo organizar una campaña y un relato de la propia peripecia política del autor desde sus tiempos de militante en el MAPU, una organización democristiana de izquierda. Tironi ha intentado recientemente hacerse un hueco en la dirigencia de uno de los partidos de izquierda, pero se ha visto rechazado por ser propietario de una empresa (de comunicación). El libro es rico en detalles, y permite ver lo que pasa detrás del escenario. Al autor le gustan los esquemas de cuatro polos para ilustrar los cambios de opinión del electorado, y divide en tres áreas el trabajo que ha de hacerse en una campaña: diagnósticos, elaboración de mensajes y elección de los soportes comunicacionales.

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El primer presidente que tuvo Chile después del plebiscito de 1988 fue Patricio Aylwin, del partido democristiano; el segundo fue Eduardo Frei, del mismo partido. No fue hasta el año 200, con Ricardo Lagos, que Chile tuvo su primer presidente socialista desde los tiempos de Allende. La sucesora de Lagos, Michelle Bachelet, también era socialista.

En 2000, Lagos obtuvo la victoria por una diferencia mínima de votos, algo así como un solo voto por mesa de votación. Su adversario era Joaquín Lavín, de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y de claro perfil derechista. Lavín se presentó como el candidato del cambio. Había sido regidor en un barrio acomodado de Santiago, y su desempeño había sido bueno. En la campaña sorprendió por su estilo directo y llano; el de Lagos era más intelectual y abstracto. Después de las elecciones de 2000, muchos creían que Lavín sería el próximo presidente, pero desde entonces, y ya como alcalde de la capital, las cosas le fueron menos bien. Así las cosas, en 2005, la Alianza eligió a Piñera como candidato para las presidenciales.

Por su parte, la Concertación dudó en un primer momento entre dos mujeres, Soledad Alvear y Michelle Bachelet. Alvear tenía el apoyo del partido democristiano, y Bachelet el del socialista. Finalmente, la primera arrojó la toalla, así que no hubo necesidad de celebrar primarias.

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Los dos libros hablan del fenómeno o del tsunami Bachelet por la enorme e inesperada popularidad de la presidenta. Bachelet ha gustado y sigue gustando, por su historia familiar y por su manera de ser. En su actuación pública, transmite preocupación por el bienestar de la gente. Su padre era general, y ella creció en villas militares; en ese ambiente aprendió a hablar claro y a tratar con gente muy disitinta. El general Alberto Bachelet, socialista, cercano a Allende, fue sometido a tortura y asesinado al principio de la dictadura de Augusto Pinochet. Tanto Michelle como su madre fueron detenidas, y finalmente tuvieron que exiliarse.

Michelle estudió Medicina en Chile y Alemania Oriental, se recibió de médicoy trabajó un tiempo como pediatra. Más tarde hizo un máster relacionado con temas de defensa en los EEUU. Así como por sus éxitos profesionales, se admira a Bachelet por no haber mostrado resentimiento hacia los militares; todo lo contrario: cooperó con ellos. En cuanto a su vida privada, ha superado dos rupturas matrimoniales y tenido que sacar adelante a sus tres hijos, lo cual no ha hecho sino contribuir positivamente a su imagen, quizá porque se corresponde con la de un tercio de las familias chilenas.

En las elecciones de 2005, venció a Piñera en segunda vuelta con siete puntos de diferencia (53,5% frente a 46,5%).

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Tironi dice que un candidato ha de tener una historia positiva y una imagen atrayente. Bachelet cumplía de sobra ambos requisitos; Frei, no. Para empezar, éste llegó a ser candidato luego de que el actual presidente de la OEA, José Miguel Insulza, y el ex presidente Lagos, que tenía derecho a volver a presentarse, rehusaran: ninguno de los dos quería someterse a unas primarias, sino que pretendían ser directamente proclamados candidatos. Frei aceptó las condiciones que se le impusieron, pero no parecía realmente ilusionado, observa Tironi. Además, era percibido como alguien del pasado; alguien del pasado que, por si fuera poco, no supo manejar adecuadamente los efectos de la crisis asiática. Frei, sí, procedía de una familia prestigiosa en términos políticos; pero ni siquiera esto jugaba a su favor, toda vez que Piñera era percibido como alguien que había llegado a la cumbre sobre la base de su propio mérito.

Ya entrado en años, Frei parecía algo cansado. Para compensar, decidió lanzar la idea de que ejercería de puente entre los políticos establecidos y la juventud. A tal fin, dio un papel destacado en su campaña al joven sociólgo Sebastián Bowen. Ahora bien, si a la elección se presentaba un candidato más joven y enérgico, ¿para qué votar al puente?

Tironi cita otros elementos negativos de la candidatura de Frei. El dinero escaseaba, y no se sabía quién debía hacer qué. Por lo que hace al propio aspirante, parecía desinteresado. Entre otras cosas, no tomó en serio la preparación de las primarias: parece que las vio como un mal necesario pero sin importancia; sin embargo, revelaron que había otros candidatos con tirón. Quedó claro que Frei era vulnerable; sobre todo después de la irupción, totalmente inesperada, del joven diputado socialista Marco Enríquez-Ominami, entre denuncias de que no había sido tomado en cuenta. Enseguida se le conoció como MEO, y se convirtió en una estrella mediática de primera magnitud. Se le veía brillante y divertido, y le ayudaba sobremanera el estar casado con la presentadora de televisión Karen Doggenweiler. Además, tenía pedigrí revolucionario. Su padre, Miguel Enríquez, había pertenecido en la época de Allende al MIR, una organización guerrillera que tenía por referente a la Cuba castrista; murió al principio del régimen militar. La madre también era militante del MIR; en su exilio francés, formó una nueva pareja con otro mirista, Carlos Ominami, que acabó siendo el padre adoptivo de Marco. Para muchos, el MIR representaba la aventura y el radicalismo, y Marco es y se presenta como heredero de esa tradición.

En la campaña, MEO atacó a Frei desde la izquierda; es decir, objetivamente fue una ayuda para Piñera. El presidente del partido socialista, Camilo Escalona, intentó ningunearlo llamándole "Marquito". Sin éxito. MEO tuvo la picardía de presentarse siempre como víctima. Su irrupción en las primarias puso de manifiesto que, con él como rival, quizá Piñera no hubiera vencido. Aunque, como Frei hubo de cortejar en la segunda vuelta a los votantes de MEO y a los comunistas, que siguen siendo pro-castristas, Tironi cree que, sin la aparición de este último, el ex presidente hubiera podido hacerse con la victoria.

Tironi denuncia que la Concertación había adoptado ciertas costumbres negativas, como la de colocar a los suyos en todas partes (clientelismo). Asimismo, sostiene que los militantes estaban desmotivados por el control de los partidos por parte de los parlamentarios. Y no deja de mencionar la tensión interna entre las propias formaciones concertadas, así como el hecho, bien significativo, que brindaron a la derecha intelectuales de la talla de Jorge Edwards o Roberto Ampuero. Además, el propio Piñera se encargó de ampliar su coalición con políticos que habían abandonado o sido expulsados de la Concertación. Piñera, pues, se movió hacia el centro y Frei hacia la izquierda.

Tironi concluye que Bachelet –cuya popularidad era estrictamente personal– no dejó heredero (si no se cuenta a MEO), y que Chile ha cambiado profundamente, como ha quedado de manifiesto con la llegada al poder del dream team tecnocrático de Piñera.

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Andrés Allamand y Marcela Cubillos cuentan la misma historia pero con datos que Tironi omite o no resalta. Allamand proviene de RN, y Cubillos de la UDI, y los dos son políticos profesionales desde hace mucho tiempo. Definen su libro como una mezcla de reportaje, análisis y testimonio. Subrayan que fue una frustración para sus partidos que Lagos ganara a Lavín en el año 2000: y es que en aquellos comicios la derecha estuvo a un paso de acceder a la Presidencia. En 2005, quizá lo habría conseguido si, en vez de dos, hubiera presentado un solo candidato: en la primera vuelta Bachelet obtuvo un 45% de los votos, Piñera un 25 y Lavín un 23; es decir, si se hubieran juntado los votos de Piñera y los de Lavín, la derecha habría vencido y puede que la dinámica de la segunda vuelta hubiera sido otra. Finalmente, Bachelet la holgada mayoría a que hemos hecho referencia más arriba.

A la hora de explicar lo que han tardado los partidos de la derecha en colaborar, Allamand y Cubillos hablan de la lógica tensión entre formaciones diferentes. Además, hubieron de aprender a decir con claridad qué tuvo el régimen militar de bueno (impidió el establecimiento de una dictadura comunista e instauró una economía de mercado) y qué de malo (las masivas violaciones a los derechos humanos y su reticencia a la democracia liberal). Sea como fuere, acudieron a la cita electoral de 2010 con la lección bien aprendida. Además, Pinochet ya estaba muerto, y Piñera no había tenido nada que ver con su Gobierno.

Allamand y Cubillos se detienen más que Tironi en las fallas de las gestiones de Lagos y Bachelet. Hablan del mal funcionamiento y la deficiente financiación del nuevo sistema de transportes en Santiago, el Transantiago; del fracaso en materia educativa, denunciado por los propios estudiantes en la Revolución de los Pingüinos; de los abusos descubiertos en la financiación de la educación pública; del colapso del sistema sanitario... Al mismo tiempo, resaltan que disfrutaron del apoyo de la oposición para sacar adelante varias leyes importantes; lo hicieron por el bien del país, pero también porque no podían saber si, de llegar al poder, iban a contar con mayoría en el Parlamento. Cuando no colaboró con el Gobierno, se le acusó de ser una oposición "confrontacional".

Donde Tironi habla de "clientelismo", Allamand y Cubillos hablan de "captura del Estado". En cuanto a la popularidad de Bachelet, recuerdan que durante sus dos primeros años de mandato la socialista no gozó de niveles de aceptación muy altos. Bachelet, anotan, se fue alejando paulatinamente de la Concertación,si bien en la última campaña apoyó claramente, pese a que su deber, como presidenta, era mantener una posición neutral.

Según estos autores, cuando vio que podía perder el poder, la Concertación recurrió al juego sucio. Se insinuó que Piñera no iba a entender a la gente sin recursos, a lo cual éste replicó prometiendo un bono marzo para ese sector de la población. (Bono marzo, porque marzo suele ser un mes económicamente difícil en aquellas tierras). Arreciaron entonces las críticas, pero el candidato derechista advirtió de que Bachelet había hecho lo mismo... hasta en dos ocasiones. Se habló igualmente de la lealtad dividida de un presidente con un patrimonio personal tan importante. Pues bien, Piñera dejó su patrimonio en régimen de fideicomiso ciego voluntario; es decir, que durante su mandato serán otras personas quienes se ocupen de su dinero, sin siquiera informarle de sus gestiones. Curiosamente, a Frei no se le hizo reproche alguno por dejar su patrimonio en manos de su hermano. Se insinuó también que Piñera no tenía corazón, y él replicó dando más visibilidad a su esposa y a sus cuatro hijos, con el objetivo de que la ciudadanía pensara que alguien con una familia así ha de ser una buena persona. Se intentó vincular su nombre con el de Pinochet, sobre la base de que habría recibido un favor de una prima del dictador, pero resultó claro que se trataba de un infundio. Justo antes de la primera vuelta, un tribunal reabrió el caso del asesinato, en 1982, del padre de Frei (que también llegó a presidente). Para terminar, unos días antes de la segunda vuelta la presidenta Bachelet inauguró el museo dedicado a las víctimas del golpe militar... sin invitar a la oposición.

Con todo, Piñera recibió apoyos importantes, como los de los intelectuales antes mencionados o el de FernandoFlores, ex ministro de Allende. Asimismo, consiguió ser recibido -en una minigira que hizo por Europa entre las dos vueltas electorales- por Sarkozy, Cameron, Zapatero y Aznar. Además, acertó en el logo de campaña: una estrella multicolor, y en el eslogan: "Súmate al cambio". Allamand y Cubillos añaden que Piñera hubiera podido también jugar la baza de la denuncia de la incorporación de los comunistas a la Concertación: en otro país resultaría difícil de creer el ver juntos a democristianos y comunistas.

Al final, Piñera ganó por un ajustado 51,6 % a 48,4%.

Se puede constatar que, desde hace diez años, el panorama político chileno está divido no en tres bloques casi iguales, sino en dos.

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Leer estos dos libros simultánea o consecutivamente es muy beneficioso a efectos de comprobación. Si autores que parten de posiciones bien distintas están de acuerdo en tanto, será que las cosas son así. Tironi habla un poco más de las diferentes técnicas de encuesta y Allamand-Cubillos, del trabajo de la oposición a la Concertación en la Cámara de Diputados, pero en lo esencial dicen lo mismo; hasta cuando hablan de Bachelet, Frei y Piñera. En conjunto, transmiten la imagen de un país cada vez más estable que no se tambalea ni con terremotos ni con cambios de gobierno.

Eugenio Tironi, Radiografía de una derrota, Uqbar, Santiago de Chile, 2010, 248 páginas.

A. Allamand y M. Cubillos, La estrella y el arco iris, Aguilar, Santiago de Chile, 2010, 395 páginas.

Número 45-46

Varia

Manuel Ayau, in memoriam

Retrato

Mario Vargas Llosa, Nobel

Reseñas

Libro Pésimo

El rincón de los serviles