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La Ilustración Liberal

¿Realmente son tan despreciables los especuladores?

Cuando el huracán Katrina devastó la ciudad de Nueva Orleans, se produjo una inmediata alza de precios en todas las zonas próximas a la catástrofe. Las gasolineras duplicaron el precio del combustible, los generadores eléctricos se vendían por tres veces su valor normal, las habitaciones de los moteles sextuplicaron la tarifa habitual de pernoctación...

Aquello generó amargas quejas de los damnificados e indignadas declaraciones de las autoridades. Se amenazó incluso con llevar a algunos comerciantes a la cárcel por sacar provecho de la catástrofe humanitaria, dado que en Estados Unidos la legislación prohíbe la especulación en situaciones de emergencia. Sin embargo, al final nadie resultó condenado, debido a las dificultades técnicas y legales de probar ese delito de especulación.

En cualquier caso, la idea nos resulta repugnante a todos: ¿cómo puede haber personas capaces de sacar provecho de la desgracia ajena, por ejemplo elevando espectacularmente los precios de las habitaciones de su motel?

Y, sin embargo, permítanme hacer de abogado del diablo. Les voy a invitar a analizar un caso hipotético prescindiendo de los prejuicios morales y atendiendo únicamente a los datos objetivos. Y les demostraré que nuestros prejuicios morales a lo mejor no son tan racionales y lógicos como creemos.

1. Supuestos

Supongamos que una ciudad llamada Utopía, con una población de un millón de personas, se ve asolada por una catástrofe, por ejemplo una inundación o un terremoto. Supongamos también que en los alrededores de la ciudad existen moteles capaces de albergar a 50.000 personas, es decir, el 5% de la población. Supongamos, finalmente, que al producirse la catástrofe toda la población se ve obligada a salir de la ciudad y que el gobierno ofrece alojarlos en campamentos de refugiados, con tiendas de campaña.

Los dueños de los moteles, a los que llamaremos Especuladores, deciden aprovechar la jugada y elevar los precios hasta el máximo posible. ¿Cuál será ese máximo? Pues el que esté dispuesto a pagar la gente. Como resultado, solo las 50.000 personas más ricas serán capaces de obtener alojamiento en un motel, teniendo el resto de la población que conformarse con los campamentos de refugiados. Al precio normal de las habitaciones antes de la catástrofe vamos a llamarlo Precio Justo, mientras que al precio de después de la catástrofe lo vamos a llamar Precio Abusivo.

Vamos a utilizar ese hecho para dividir a los habitantes de Utopía en tres clases sociales:

  • los Ricos, que constituyen el 5% de la población y que son los que, llegado el caso, están dispuestos (porque pueden y porque quieren) a pagar el Precio Abusivo, con tal de dormir en un motel y no en una tienda de campaña;
  • los Normales, que constituyen el 85% de la población y que en condiciones normales estarían dispuestos a pagar el Precio Justo por el privilegio de dormir en un motel pero que no pueden o no quieren pagar el Precio Abusivo;
  • y finalmente los Pobres, ese 10% restante de la población, que no tiene dinero para pagar el Precio Abusivo ni el Precio Justo.

2. Las tres soluciones posibles

¿Cuáles son las posibilidades de actuación que tenemos?

Podemos, en primer lugar, dejar que el mercado opere y que los Especuladores fijen un Precio Abusivo para las habitaciones de motel. En ese caso serán los Ricos los que ocupen los moteles, y los Normales y los Pobres se verán obligados a dormir en las tiendas de campaña. Llamaremos a esta alternativa Solución Ultraliberal.

Pero esa solución nos repugna moralmente, porque solo los Ricos podrán dormir en un motel y eso nos parece injusto. Así que alguien propone que se prohíba a los Especuladores subir los precios. En ese caso, los Especuladores se ven obligados, por ley, a mantener el Precio Justo de las habitaciones después de la catástrofe. ¿Cuál es el resultado? Pues que tanto los Ricos como los Normales podrán optar a dormir en un motel. Sin embargo, no hay camas suficientes para todos, así que es preciso establecer algún mecanismo de asignación de las limitadas habitaciones disponibles. Podemos hacer que se las queden, por ejemplo, los primeros que lleguen a los moteles. O mejor aún, podemos asignar las 50.000 camas por sorteo entre las 900.000 personas Ricas o Normales que tienen dinero para pagar la habitación del motel a un Precio Justo. A esta alternativa la denominaremos Solución Intervencionista.

Seguro que el lector ya se ha dado cuenta de cuál es el problema de la Solución Intervencionista. Hemos llegado a esa solución porque nos parecía injusto que solo los Ricos tuvieran opción a dormir en un motel, pero resulta que con la Solución Intervencionista no desaparece en absoluto la injusticia, sino que solo se atenúa: en caso de catástrofe, seguirá habiendo 100.000 personas, los Pobres, que no tendrán la oportunidad de dormir en un motel, porque ni siquiera tienen dinero para pagar el Precio Justo.

Pero si nos parece inaceptable que los moteles queden reservados para los Ricos, ¿por qué tendría que ser más aceptable que esos moteles quedasen reservados a los Ricos y a los Normales, y que los Pobres tuvieran que irse, sí o sí, a los campamentos de refugiados?

Eso nos lleva a proponer una tercera solución: que el Estado se incaute temporalmente de los moteles, pagando a los Especuladores una indemnización equivalente al Precio Justo. Una vez nacionalizados temporalmente los moteles, las camas disponibles se distribuirían entre la población por sorteo. Llamaremos a esta tercera alternativa Solución Socialista.

Veamos las implicaciones de cada una de esas soluciones.

La Solución Intervencionista

Para empezar, observemos que, si optamos por la Solución Intervencionista, estaremos limitando los derechos de dos grupos de personas:

  • los de los Especuladores, a los que impediremos cobrar lo que les dé la gana por lo que no es sino su propiedad privada, y a los que privaremos, además, de la posibilidad de obtener unos ingresos adicionales. ¿En qué condiciones es justo decir a una persona: "Tienes la oportunidad de ganar más dinero que de costumbre alquilando tu propiedad privada, pero no te vamos a dejar"?;
  • los de los Ricos, a los que impediremos ejercer su derecho a emplear su dinero con el fin de obtener un poco (o un mucho) de comodidad adicional. Es posible que algunos de esos Ricos sean personas que han heredado su fortuna o que gozan de ella inmerecidamente, pero habrá otros muchos que hayan acumulado su dinero trabajando duramente. Y cuando las personas trabajan para acumular dinero es, entre otras cosas, para tener ese dinero disponible para cuando se presente una necesidad. Por ejemplo, en caso de catástrofe. ¿En qué condiciones resulta justo decir a una persona: "Has trabajado duramente toda tu vida para tener dinero por si has de afrontar una emergencia, pero ahora que esa emergencia ha llegado no vamos a dejarte hacer uso de tu dinero"?

Además, la Solución Intervencionista es completamente hipócrita. El único motivo para proponerla era el de resolver la aparente injusticia de que solo los Ricos duerman en un motel. Pero, como hemos visto, la Solución Intervencionista no resuelve la injusticia del todo, porque los Pobres siguen teniendo que ir obligatoriamente al campamento de refugiados.

Así que con la Solución Intervencionista estamos limitando los derechos tanto de los Especuladores como de los Ricos... y encima lo hacemos para nada, porque no se resuelve del todo la injusticia de que haya personas que tengan vedado dormir en un motel por motivos económicos.

La Solución Socialista

La Solución Socialista, a diferencia de la Intervencionista, sí es coherente. Nacionalizando los moteles, estaremos limitando igualmente los derechos de los Especuladores y los de los Ricos, pero al menos conseguiremos borrar todo rastro de injusticia social, ya que los Pobres no se verán excluidos de la posibilidad de dormir en un motel simplemente por el hecho de ser pobres.

La Solución Ultraliberal

Veamos ahora qué pasa si dejamos operar al mercado. Con la Solución Ultraliberal no se limitan los derechos de los Especuladores ni los de los Ricos. Pero, por supuesto, tanto los Normales como los Pobres se ven impedidos, por motivos económicos, de dormir en un motel.

Hemos visto, por tanto, que hay tres soluciones posibles, aunque solo dos de ellas son verdaderamente coherentes: la Solución Socialista elimina totalmente la discriminación por razón de ingresos económicos a cambio de limitar los derechos de una parte de la población (Especuladores y Ricos); la Solución Ultraliberal, por su parte, no limita los derechos de nadie pero consiente, en la práctica, que se produzca una discriminación por razón de ingresos económicos.

¿Quién paga la factura?

Fijémonos ahora en un aspecto curioso: ¿quién es el que paga la factura al final? Los campamentos de refugiados los gestiona y paga el Estado (es decir, todos nosotros), pero ¿qué sucede con las habitaciones de motel?

Con la Solución Socialista es el Estado el que se incauta de los moteles y paga a los Especuladores (con nuestros impuestos) la indemnización correspondiente. El resultado final es que los Ricos siguen siendo, después de la catástrofe, igual de ricos, porque les hemos impedido gastarse su dinero y el Estado ha corrido con los gastos de alojamiento de (un subconjunto de) los damnificados. Por el contrario, con la Solución Ultraliberal los Ricos hacen uso de su dinero para pagar a los Especuladores. El resultado neto es que los Ricos pasan a ser un poco menos ricos después de la catástrofe, con lo que se produce una redistribución neta de riqueza en la población.

Es decir, con la Solución Ultraliberal son los Ricos los que pagan los moteles (y además a precio de oro), mientras que con la Solución Socialista somos todos (Ricos, Normales y Pobres) los que pagamos la factura, dado que el Estado cubre el coste con el dinero de los impuestos. Además, la Solución Ultraliberal produce una redistribución de riqueza, mientras que la Solución Socialista contribuye a perpetuar las diferencias económicas.

¿Qué es lo que nos molesta, realmente?

Y ahora vayamos al meollo de la cuestión: ¿qué es lo que nos molesta, realmente, al ver que alguien especula con el precio de las habitaciones de motel? ¿Por qué esa indignación con los Especuladores? ¿Es el hecho de que haya personas que se ven obligadas a dormir en tiendas de campaña mientras otros duermen cómodamente en camas lo que nos mueve a indignación?

No. Si analizamos las tres soluciones propuestas vemos que, al final, el resultado práctico en cuanto a pernoctaciones es el mismo: como el número de camas es limitado, siempre habrá 50.000 personas durmiendo en motel y 950.000 en tiendas de campaña, independientemente de la solución elegida. El que se permita o prohíba la especulación no va a cambiar ese hecho.

Lo que nos molesta realmente es el hecho de que algunas personas disfruten de un trato mejor por la simple razón de tener dinero. O, lo que es lo mismo, nos molesta que los Ricos reciban un mejor trato que los Pobres en caso de catástrofe humanitaria.

Pero pensemos las cosas al revés por un momento. Imagine que una persona ha estado cuarenta años trabajando 16 horas al día para levantar un emporio industrial y acumular una fortuna. O imagine que esa persona ha inventado un nuevo tipo de batería que multiplica por diez la duración de la carga de un portátil y que eso le ha permitido hacerse millonaria. O imagine que esa persona ha ganado millones desarrollando un sistema portátil de saneamiento de agua que evita el estallido de epidemias en caso de catástrofe. ¿Consideraría usted justo o injusto que a esas tres personas, a esos tres Ricos, se les permitiera comprar a precio de oro, con su propio dinero tan bien ganado, un poco (o un mucho) de comodidad adicional?

Resumen comparativo

Hagamos una tabla con las características de las tres soluciones

 

Solución Ultraliberal

Solución Intervencionista

Solución Socialista

Personas que duermen en motel

50.000

50.000

50.000

Personas que duermen en tienda de campaña

950.000

950.000

950.000

¿Se siente discriminado alguien?

Los Pobres y los Normales

Los Pobres

No

¿Se limitan los derechos de alguien?

No

Los de los Especuladores y los Ricos

Los de los Especuladores y los Ricos

¿Quién paga la factura del motel?

Los Ricos

Los que tengan la suerte de que les toque habitación

Toda la sociedad

¿Hay redistribución de riqueza?

No

No

En esas condiciones, y prescindiendo de lo que el comportamiento de los Especuladores nos parezca desde el punto de vista estético o moral, ¿cuál cree usted que es la mejor solución para los individuos y para la sociedad en su conjunto?

"No es la benevolencia del panadero..."

La especulación ¿es buena o mala?

Lo que pretendo con este artículo no es analizar el carácter moral de la especulación. Si yo tuviera un motel en las afueras de Nueva Orleans, quiero creer que lo que hubiera hecho es poner las habitaciones gratuitamente a disposición de los primeros damnificados que fueran llegando. Pero esa no es la cuestión. Lo que pretendo resaltar es que los juicios morales a veces impiden un análisis desapasionado y objetivo de cuál sea la solución más ventajosa para los individuos y para la sociedad en su conjunto. El descarnado egoísmo (por ejemplo, el de los Especuladores de nuestra hipotética Utopía) no tiene por qué traducirse en un perjuicio para la sociedad. A veces sucede precisamente lo contrario: que la sociedad se beneficia, en último término, de que los Especuladores existan.

¿Quiere eso decir que todo tipo de especulación puede ser beneficiosa? No, en absoluto. Por ejemplo, los especuladores que se dedican a acaparar bienes para crear carestías artificiales y manipular luego el precio distorsionan el libre funcionamiento del mercado y, con ello, obtienen un beneficio por el procedimiento de perjudicar al resto de la sociedad.

Pero en el caso de los especuladores que aprovechan una carestía real (como sucede en nuestro ejemplo) no hay distorsión del mercado: el que tiene un bien que ofertar se limita a aprovechar el hecho de que hay gente dispuesta a pagar mucho más por ese bien. En ese caso –cuando no hay distorsión del mercado–, no todos los tipos de especulación serán necesariamente malos. Es preciso despojarse de prejuicios y analizar objetivamente cada caso, para ver las consecuencias prácticas de cada propuesta intervencionista que se formule.

Porque en muchos casos el intervencionismo perjudica a la sociedad mucho más de lo que la beneficia.