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La Ilustración Liberal

Cataluña no es Escocia

¿Es el encorbatado Artur Mas el bravo William Wallace? ¿Son los maulets que agreden en manada a niños y ancianos los guerreros que combatían a los ingleses? Seguramente, cuando los nacionalistas catalanes se miran en el espejo por las mañanas se ven como Mel Gibson a punto de seducir a la reina Isabel de Inglaterra, y nunca se imaginan vencidos, abandonados por sus camaradas y decapitados. Al igual que quienes creen en la reencarnación siempre aseguran haber sido faraones o generales, pero nunca esclavos en las pirámides o simples soldados.

Los nacionalismos regionales españoles miran a las islas británicas embelesados. Prácticamente es uno de los pocos puntos cardinales donde pueden poner los ojos. ¿Yugoslavia y sus guerras civiles?, ¿Sudán del Sur y Sudán del Norte?, ¿India y Pakistán?, ¿el Congo y Katanga? Aunque Sabino Arana, el fundador del PNV, llegó a felicitar al Imperio Británico por su victoria sobre los bóers y soñó con que Vizcaya cayese bajo el protectorado de Londres, como el sultanato de Zanzíbar, sus seguidores trasladaron sus miras a la República de Irlanda, que había conseguido la independencia a tiros en los años 1920 y 1921. Los etarras tienen como modelo, y socio, al IRA.

Ahora los separatistas catalanes han puesto sus ojos en Escocia, donde se prepara un referéndum de independencia negociado con el Gobierno británico. Mucho mejor proponer una Escocia con Sean Connery, pozos de petróleo, destilerías de whisky, campos de golf y el inglés como idioma que las miserables Kosovo, República Turca de Chipre o Transnistria. Pero lo cierto es que poco tienen en común Escocia y Cataluña.

El deporte escocés de invadir Inglaterra

La base racial de ingleses y escoceses es distinta, ya que entre éstos prima el elemento celta, apenas existente entre los primeros, mientras que los catalanes tienen los mismos antepasados que los aragoneses, los extremeños y los castellanos (íberos, celtas, romanos, godos...). A diferencia de Cataluña, Escocia jamás fue romanizada, hasta el punto de que Roma separó su provincia de Britannia de los belicosos y salvajes pictos con los muros de Antonino y Adriano. Por el contrario, Tarraco (Tarragona) fue uno de los principales puertos mediterráneos en la época romana y visigoda.

La gran diferencia en el asunto de la identidad y la historia es que Escocia fue un reino independiente durante siglos, con peso en las relaciones internacionales de la Europa medieval. El rey Felipe IV de Francia, que eliminó a los templarios, quería conquistar los territorios vecinos bajo dominio inglés y para ello firmó en 1295 una alianza con Escocia, a fin de atrapar entre dos frentes a Inglaterra. A este pacto se le llamó la Auld Alliance y duró, con paréntesis, hasta el siglo XVII. Cataluña no ha tenido más política exterior que la aragonesa o la española.

Cataluña fue primero una reunión de condados y luego, por la boda del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y la infanta Petronila de Aragón (1150), formó, junto con el reino de Aragón, la Corona de Aragón, en la que su titular era primero rey de Aragón y después conde de Barcelona y de otros lugares.

Las guerras entre los ingleses y los escoceses fueron constantes durante siglos. En una de ellas, una reina española venció a un rey escocés. La infanta Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, casó con Enrique VIII de Inglaterra, y en 1513, mientras éste se encontraba en el continente en combate contra Luis XII de Francia, ella derrotó en Flodden Field al ejército invasor escocés, mandado por Jacobo IV. El rey murió en la batalla y la regente envió a su marido la camisa ensangrentada que aquél llevaba.

Isabel I de Inglaterra capturó y decapitó en 1567 a María I de Escocia. Pero Jacobo VI de Escocia, hijo de ésta, se convirtió en rey de Inglaterra en 1603, a la muerte de la asesina de su madre, y pasó a convertirse, además, en Jacobo I de Inglaterra; como monarca de ambos reinos, su primer paso fue el de hacer las paces con España.

Se produjo así la primera unión entre Inglaterra y Escocia, más Irlanda, uno de cuyos frutos fue la nueva bandera, que unía la cruz de San Andrés escocesa y la cruz de San Jorge inglesa. Los monarcas de la dinastía Estuardo, que había empezado a reinar en Escocia en el siglo XIV, gobernaron también Inglaterra hasta 1714. La rama católica de la familia, encarnada en los descendientes de Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia, reivindicó sus derechos hasta el siglo XIX y contó con la lealtad de muchos escoceses, llamados jacobitas. Por el contrario, jamás ha habido dinastías catalanas en España, y las últimas veces que Barcelona se sublevó a favor de un pretendiente (el archiduque Carlos contra Felipe V) o un rey (Fernando VII contra Napoleón) fue para hacerlo rey de España.

El nacimiento del Reino de la Gran Bretaña

Durante el siglo XVII, Escocia e Inglaterra (Irlanda era una colonia de ésta arrasada por los gobernadores y los colonos) fueron dos reinos distintos que conservaron todas sus instituciones y leyes. Hasta que el nacionalismo sustituyó al liberalismo como eje político, la historiografía presentaba a los escoceses Jacobo I y Carlos I como déspotas cuyos intentos de reducir las libertades personales causaron en 1642 la rebelión del Parlamento inglés.

En 1707 los Parlamentos de Inglaterra y Escocia aprobaron el Acta de Unión, que estableció el Reino de la Gran Bretaña y un Parlamento unitario con sede en Londres. La finalidad de esta ley era ratificar la exclusión de los católicos del trono y asegurar la instauración del futuro Jorge I de Hannover.

En cambio, los diputados catalanes participaron en las Cortes de Cádiz, que dieron comienzo al constitucionalismo, concedieron derechos modernos como el de voto y la seguridad personal y aboleron todo resto de fueros medievales.

En estos 300 años, los escoceses han mantenido restos de su anterior soberanía y de su unión en pie de igualdad, como un sistema judicial propio y la emisión de libras esterlinas por bancos locales. Precisamente, la libra es uno de los beneficios que una Escocia independiente podría perder.

La última diferencia es que los escoceses han sido fieles al Acta de Unión y no han quebrantado el ordenamiento constitucional del Reino Unido de la Gran Bretaña, mientras que los nacionalistas catalanes, en 1931, 1934 y 2012, empleando los poderes del Estado español, han tratado y tratan de subvertir la legalidad; una legalidad, encima, democrática y no dinástica.

(Libertad Digital, 16-X-2012)