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La Ilustración Liberal

Escocia es mentira

Sin duda, el rasgo más notable de la identidad nacional escocesa es que tal cosa no ha existido jamás. Léase, si no, La invención de la tradición, el delicioso libro de aquel viejo comunista sabio que fue Eric Hobsbawn. Un asunto, el de la existencia real o no de la singularidad diferencial escocesa, que, en el fondo, tampoco tiene mayor importancia. A fin de cuentas, toda nación no es más que un relato compartido por un número suficiente de gente. Lo importante es que el relato resulte creído por la mayoría. Que sea o deje de ser auténtico, eso es lo de menos. Aunque, en el caso escocés, el cuento nacionalista resulta tan clamorosamente falso que ni siquiera esa faldita plisada con que se adornan los autóctonos procede del acervo local. Sucede que los antiguos habitantes de Escocia nunca vistieron faldas a cuadros, ni tampoco tocaron gaita alguna en sus festejos y desfiles rituales.

De hecho, la pretendidamente ancestral gaita escocesa fue una novedad bastante moderna que se implantó en la zona mucho después de la unión política con Inglaterra. Y es que el genuino instrumento nacional de Escocia nunca fue la gaita, sino el arpa. Algo que no deja de obedecer a la lógica si se repara en un pequeño detalle nada baladí, a saber, que los montañas de Escocia estaban pobladas por irlandeses desde tiempos inmemoriales. Irlandeses eran sus habitantes e irlandesa, en consecuencia, era su cultura. Los highlanders de Escocia no eran más que un apéndice de Irlanda. Apenas eso. La fantasía de que formaban un pueblo diferenciado con su propia cultura secular es un invento retrospectivo acuñado en el siglo XIX por un par de célebres falsificadores, James y John Macpherson.

Tanto la historia como la literatura nacionales de Escocia resultarían creación exclusiva de aquella pareja de trileros intelectuales. Una gran bola muñida por la prodigiosa imaginación de dos farsantes, a eso se reduce la pretendida literatura indígena celta de Escocia. Pero así se escribe la Historia. O que se lo pregunten a los que se creen ese otro cuento, el del 11 de septiembre de 1714. ¿A qué extrañarse, pues, de que la famosa faldita de los patriotas de Edimburgo fuese ideada y confeccionada por un inglés decimonónico, el empresario cuáquero de Lancahire Thomas Rawlinson? Al igual, por cierto, que los legendarios distintivos de los clanes escoceses, invención del también inglés sir Walter Scott. La nación escocesa es mentira, sí. Pero ¿a quién importa la verdad?

(Libertad Digital, 17-IX-2014)