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La Ilustración Liberal

Naïr o la calamitosa intelectualidad de izquierdas

Quien quiera saber el estado calamitoso de la intelectualidad de izquierdas, al menos en Europa, haría bien en asomarse al último libro de Sami Naïr, politólogo francés nacido en Argelia y que ejerce en España como director del Centro Mediterráneo Andalusí, en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla (una de esas instituciones pseudoacadémicas creadas ad hoc para colocar a los amigos ideológicos y que ejercen de focos de propaganda y pesebres de revolucionarios apoltronados).

El desengaño europeo es un libro con formato de entrevista realizada por James Cohen sobre la crisis europea y mundial. Intelectual de izquierda extrema, forma parte Naïr de la demagogia populista que está gangrenando a la izquierda civilizada europea. Su colega, en todos los sentidos de la expresión, Cohen le hace preguntas como los lacayos de Fernando VII le colocaban las bolas en el billar: ni una cuestión incómoda para los exabruptos a favor de corriente mediática de Naïr, ni una objeción a sus clichés políticamente correctos y biempensantes.

Situado más allá de lo que él denomina "neoliberalismo", el consenso político-económico europeo que han firmado desde la derecha de Merkel y Cameron hasta la izquierda de Zapatero y Hollande, y la extrema derecha eurofóbica, Sami Naïr no hace sino regurgitar las proclamas a favor de una bombardeo indiscriminado e ilimitado de deuda y déficit públicos que vienen defendiendo Paul Krugman y Joseph Stiglitz, además de repetir el mantra de que fue la desregulación financiera lo que causó la actual crisis económica, como se mantenía en el documental Inside Job.

Frente a los malvados "neoliberales" y los terroríficos "neonazis", Naïr propone sin embargo un fantasmagórico país de Jauja siguiendo “unas propuestas que queremos nosotros los ciudadanos para una Europa de solidaridad humana y progreso social”. Quién ha proclamado a Naïr representante de “nosotros los ciudadanos”, como si fuera un Thomas Jefferson europeísta al que le hubiéramos encargado la redacción de una Declaración de Independencia respecto de Wall Street, es un pequeño detalle que nunca se nos aclara (en el fondo, a lo Rousseau, los doctrinarios de izquierda extrema instalados cómodamente en la casta universtiaria europea creen que los que no piensan como ellos no son “ciudadanos” sino súbditos del capital, los despreciados medios de comunicación de masas y otros adversarios de sus dogmas).

El punto clave de la pseudoargumentación de Nair, contra toda la evidencia disponible, es que la crisis capitalista actual se debe a una burbuja de la deuda privada que, sin embargo, se ha transformado –por una conspiración neoliberal, claro– en deuda pública. Lo que no dice, sin embargo, es que dicho incremento de la deuda privada se debió antes que nada a los estímulos e incentivos por parte de los Estados para que los ciudadanos se endeudasen, como muestran otros documentales, de Sobredosis de Johan Norberg a Fraude del Instituto Juan de Mariana.

Naïr, por otro lado, muestra también la claudicación de la izquierda en cuanto que intenta pasar por keynesiana su propuesta de incremento de gasto público frente al ultraliberalismo de los gobernantes, encabezados por la canciller Angela Merkel. Forma parte de su confusa y maniquea atribución de etiquetas el que apenas un párrafo después de haber descrito a la dirigente alemana como seguidora del "ordoliberalismo" la tachen de "ultraliberal", como si en lugar de una groupie de la Escuela de Friburgo fuese una fan de la Universidad de Las Vegas.

Hace falta tener muy poca decencia intelectual para pontificar sobre "una estrategia a lo Milton Friedman, ultraliberal, fundamentalista, que hiciera pagar la totalidad de la crisis a sus víctimas, los ciudadanos de a pie". Cuando en realidad la única vía para sostener un elefantiasico Estado del Bienestar que consume recursos con la voracidad de un agujero negro consiste en controlar su bulímico apetito para, mediante el gasto político –el destinado a financiar a los buscadores de rentas que luego, mediante sus votos y favores, hacen que los gobernantes permanezcan en el poder–, seguir medrando en el presupuesto.

Naïr centra su ideológica visión de la crisis en tres axiomas: 1) la anarquía financiera asociada al sistema monetario internacional; 2) la aparición de potencias emergentes y sus ventajas comparativas de salario; 3) el debilitamiento de Europa por el euro. A partir de dichos postulados, traza una lógica del "pobrismo", como llama Antonio Escohotado a los enemigos del comercio como actividad civilizatoria, asociada a la represión política de corte bolivariano (Naïr sostiene imperturbable: "Venezuela, Cuba siguen siendo Estados que defienden cuestiones sociales y objetivos sociales muy progresistas"). Pero, aparte de rechazar dicha lógica macabra, démonos cuenta de que, salvo el segundo axioma, que es trivial y forma parte de la dinámica de la riqueza de las naciones según Adam Smith, las otras dos premisas son falsas, ya que el mercado financiero está muy regulado (otra cosa es que, mal que bien, y como señala Daniel Lacalle en su libro Viaje a la libertad económica, podría hacerse una regulación mucho más eficiente, aunque en sentido contrario a la intervencionista y confiscatoria que pretende Naïr). Y en cuanto a la tercera, si Europa tiene alguna esperanza de sobrevivir en un entorno de crecimiento capitalista de la riqueza, que está haciendo desaparecer la pobreza en el mundo, y de boom demográfico, en el que un mayor número de personas constituye una valiosísima fuente de riqueza en un contexto de difusión de la tecnología, ha sido precisamente gracias al euro, que nos ha unido a los europeos como ninguna religión, cultura o lengua había conseguido hasta ahora.

En ningún momento hace James Cohen, el profesor de la Sorbona reducido a marioneta del ventrílocuo Naïr, esta pregunta trivial: ¿cómo es posible que firmes partidarios de soluciones keynesianas y de un incremento del gasto público sin límites como los socialistas Hollande o Zapatero (o economistas de izquierda como Jacques Attali, consejero económico de Mitterrand) hayan revertido sus orientaciones básicas para embarcarse en las demonizadas "políticas de austeridad"? Se suele decir que mientras los conservadores no saben de moral, los socialistas no entienden de matemáticas, lo que les lleva respectivamente a sus delirantes políticas de intervencionismo social y económico. Sin embargo, de este larguísimo sermón de Sami Näir se deduce que la izquierda extrema se ha convertido junto a los nacionalistas en la principal amenaza para la consolidación de una Europa liberal e ilustrada, próspera e innovadora. Porque muestra que el populismo pobrista y tercermundista, estilo Podemos –lobos paleomarxistas envueltos en una piel de cordero neokeynesiana–, sigue sin aprender matemáticas, pero además ha olvidado cualquier atisbo de la moralidad que una vez pudiera haber tenido.

Sami Naïr, El desengaño europeo, Galaxia Gutenberg, Madrid, 2014, 176 páginas.