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La Ilustración Liberal

El 'everéndum' de Escocia: ni remedio ni escarmiento

Cuando Shakespeare escribió que la vida "es un cuento lleno de ruido y furia contado por un idiota" ("Tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing", Macbeth, act. V., esc. V), muchos pensaron que el idiota podía ser cualquiera, incluso Shakespeare. Creo que la duda quedó disipada este jueves: el idiota perfecto, el idiota por Eton, el perfecto idiota británico contemporáneo, que excede en necedad y peligro intelectual al "perfecto idiota latinoamericano" magistralmente descrito por A. Vargas Llosa, Mendoza y Montaner, se llama David Cameron. Si existiera la Unión Europea de verdad, Cameron estaría en la Isla del Diablo, como un Papillon pinchado en un corcho. Y Gran Bretaña sería apartada de la UE hasta que reforme sus leyes, tras comprobar que cualquier politicastro como Cameron, sólo por ganar unas elecciones, es capaz de poner patas arriba el frágil pero valioso edificio de la Unión.

Pero si Shakespeare no pudo prevenirnos sobre la identidad del idiota, nos dibujó la especie: "La vida no es más que una sombra en marcha, un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después nadie vuelve a saber de él, un cuento, etc" ("Life's but a walking shadow, a poor player/ That struts and frets his hour upon the stage/ And then is heard no more. It is a tale/ Told by an idiot, etc…"). El éxito de esos versos de Macbeth, que Faulkner y otros tomaron como escabel de sus obras, estriba en su carácter enigmático. ¿Qué es lo que, con el ruido y la furia, no significa nada? ¿La vida o el cuento? ¿El idiota o la vida? Con esa duda a cuestas pasamos por la Tierra, sin entender nunca del todo por qué, tratando de no ensordecer por el ruido y guardándonos, en lo posible, de la furia ajena o propia, de los idiotas y de las idioteces, incluidas las nuestras. Pero, como Shakespeare, sin vernos más que como sombras que andan, o que anduvieron un día.

La felicidad del idiota

La actualidad, y su culto habitual, que es el periodismo, nos redime un tanto de la angustia metafísica, arrojándonos certezas físicas con las que entretenernos: por ejemplo, Cameron, un tonto feliz tras provocaruno de los mayores estropicios de la vida europea de este siglo socapa de remediar un problema nacional británico mediante un escarmiento regional escocés.

Pero el resultado del referéndum ni remedia la debilidad británica de no tener clara y por escrito su Constitución ni escarmienta al separatismo escocés, sino que lo cita para jugar a la ruleta rusa cada pocos años. En ningún momento han dicho los separatistas escoceses que, si ganaba el a la independencia, volverían a convocar otra consulta quince años después para volver al Reino Unido, pero, como reconocimiento a su soberanía, una derrota puede enmendarse con cuantas repeticiones hagan falta. Estamos, pues, ante uneveréndum, and ever, and ever… El de Cameron faculta a cualquier cameroncito a repetirlo. Si la costumbre hace ley en todas partes, en Inglaterra, más. Y en Escocia, una legalidad dudosa se hará ordinaria.

A España, a esta España de Rajoy, mariacomplejinada siempre ante el separatismo catalán, le convenía que en Escocia ganara el Sí. Porque, como bien señaló Emilio Campmany1, de ganar los separatistas, los perjuicios indudables que desde Londres y Bruselas hubieran llovido sobre Edimburgo –que votó no– y Glasgow –que votó sí– hubieran ayudado algo a la causa de la unión con España. No por el temor que en Mas y Jonqueras pudiera suscitar el rechazo europeo –que es ninguno- sino porque a lo mejor en Madrit se animaban a luchar un poco, un poquitín, sin exagerar, contra la destrucción de España.

Por ejemplo, es improbable, pero cabe dentro de lo posible, que TVE, la TVE catalana y el duopolio de los amigotes de Rajoy, Lara y Berlusconi, desalojaran la muchedumbre de okupas progres y catalanistas de las cadenas estatales, tan poco españolas. Es aún más improbable pero no imposible que Montoro dejara de exprimir fiscalmente a los españoles para pagar las nóminas de los funcionarios del régimen golpista de Mas. Y si el PP tuviera una política informativa que no fuera la de perseguir liberales y conservadores sueltos y una política autonómica no subordinada a financiar el separatismo catalán, ¿quién sabe lo que podría llegar a pasar?

Pero ha sucedido lo peor que podía suceder: que, aparentemente, no ha pasado nada. Por supuesto que ha pasado, sólo una selección de memos pueden dejar de ver que la Unión Europea aplaude que Gran Bretaña, uno de sus medio miembros, haya mantenido su integridad estatal por 300.000 votos, tras conceder a un censo de cuatro millones el derecho a decidir por los 67 millones que pueblan el Reino Unido. En un plebiscito tramposo y grotesco en el que, además, ni se sabía qué "Estado independiente" sería el de la Escocia independiente: ni moneda, ni ejército, ni fronteras -las islas Shetland anunciaban su propio referéndum para quedarse con el petróleo y dentro del RU-, ni legalidad, ni Corona –que aunque se ha comportado vilmente para conservar Balmoral podía ser sustituida por la República–, ni relación con la Unión Europea, ni con la OTAN, ni con cualquier otra alianza militar, política, económica o comercial.

La reperrepetición del 'everéndum'

Cameron ha jugado a lo mismo que Salmond: a lanzarse al vacío sin paracaídas. El separatismo no tenía nada y ha ganado mucho: las concesiones improvisadas durante la campaña por la clase política británica y ese precedente de legitimidad y soberanía que le permitirá reclamar la reperrepetición del everéndum. La legitimidad británica, que parte del derecho a la integridad territorial, ha saltado hecha pedazos. Irlanda, del Norte y, por qué no, del Sur, amén de Gales, pedirán lo mismo que Escocia. Y la integridad de los Estados de la UE ha quedado fatalmente comprometida por una de las frivolidades más innecesarias y siniestras de la política europea desde hace muchas décadas.

En España, Bélgica, Francia e Italia, entre otros países europeos, hay muchas escocias, mucha xenofobia y mucha gaita, que no dejará de sonar. Y sobran cameroncitos y camebroncitos dispuestos a jugar a demócratas a costa de la libertad. Porque, por desgracia, en eleveréndum escocés, parece que no haya pasado nada. Y eso es lo peor que nos podía pasar. Allí y aquí.

(Libertad Digital, 21-IX-2014)


1 V. "Victoria pírrica", en este mismo número.