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La Ilustración Liberal

México y Colombia: los cárteles rivales de Amado Carrillo y Pablo Escobar

México y Colombia han estado unidos por una amistad histórica muy especial, en momentos próspera, a ratos infeliz, desde la visita de Simón Bolívar, con la edad de 16 años, a la Ciudad de México a la que calificó como "la opulenta", mientras que al virreinato de la Nueva España, el nombre oficial de México en la época del Imperio español, lo calificaba de "rico y grande", hasta su negativa, a través de su ministro plenipotenciario, para reconocer al Supremo Imperio Mexicano comandado por don Agustín de Iturbide.

Dicha relación con ecos históricos, encontró en la década de los años ochenta del siglo XX, un punto álgido, ahora ya no desde los gobiernos, sino desde la entraña misma de la delincuencia organizada y el narcotráfico que contaminaron los aires limpios del Valle del Anáhuac, asiento de la Ciudad de México, y sus fronteras con Estados Unidos, esencialmente las entonces peligrosas Tijuana y Ciudad Juárez.

Desde la entonces violenta Medellín abordaba regularmente sus vuelos Jhon Jairo Velásquez Vásquez, Popeye, jefe de sicarios de Pablo Escobar Gaviria, para entrevistarse con Amado Carrillo, el Señor de los Cielos, con el objeto de trasladar decenas de toneladas de cocaína desde Colombia para el Cártel de Juárez, para que luego fueran ingresadas por este Cártel a los Estados Unidos, por la vías de San Diego, California y El Paso, Texas. Principalmente la droga entraba a través de la poderosa flotilla de 30 aviones Boeing 727, lo que le gano el mote de el Señor de los Cielos.

En esos años se estima la DEA estimaba que el 80% de la cocaína que era consumida en los Estados Unidos de América provenía de la poderosa alianza entre Pablo Escobar, el Patrón, y Amado Carrilo, el Señor de los Cielos, formalizada en 1988. Mientras el Cartel de Medellín declaraba la guerra total al Estado colombiano, el Señor de los Cielos recibía sus encargos para vender la droga en los Estados Unidos. Una verdadera corporación multinacional del mal.

Para muestra de ello una breve anécdota, en 1991, ya estando recluido Pablo Escobar en la cárcel La Catedral, localizada en las afueras de Medellín, Amado Carrillo se dio el lujo de robarle 12 toneladas de cocaína en contubernio con el Cartel de Calí, entonces enemigo jurado del propio Cártel de Medellín. En palabras del propio Popeye: "Estando nosotros en la Catedral, Amado Carrillo le robó al Patrón como 12 mil kilos de cocaína. Esto lo hizo en alianza con el Cártel de Cali, que estaba en guerra con nosotros. Ahí se terminó la sociedad". Una victoria pírrica para el Señor de los Cielos que luego la historia le cobraría.

Amado Carrillo era conocido también en el bajo mundo de la droga como "El Rey Del Oro Blanco", incluso muy por encima de quien reclamaría su puesto muchos años después, Joaquín Guzmán Loera, el Chapo. Al terminar su asociación con el Cártel de Medellín, según datos de la DEA, el Cártel de Juárez, ganaba 200 millones dólares por semana, y el 1% de ese dinero era para sobornos, tanto para autoridades de Estados Unidos como de México.

Su hijo Vicente Carrillo Leyva, a quién el propio Amado Carrillo le pidió en su lecho de muerte no dedicarse al negocio del narcotráfico, sería detenido en 2009 por la Procuraduría General de la República por el delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita. A pesar de los ruegos de su padre, Vicente Carrillo, su hijo, se convirtió en el principal operador financiero del Cártel de Juárez tanto en México como en los Estados Unidos y Europa, siendo una de sus principales residencias, Madrid.

Mientras que, en 1993, Pablo Escobar, murió acribillado por el Bloque de Búsqueda en Medellín, la vida de Amado Carrillo concluyó de manera silenciosa en un hospital privado de la Ciudad de México, quien murió en la cama de un hospital, después de realizarse una fallida cirugía estética para cambiar de rostro frente a sus enemigos. El Patrón fue estridencia pura, la llamarada de la violencia en tierra sudamericana, mientras que El Señor de los Cielos, inició el nuevo camino para los narcotraficantes que lo sucederían: frialdad analítica, discreción absoluta, primero el negocio para ganar, luego la política para negociar.