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La Ilustración Liberal

'El País' o la infamia en doce palabras

"El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush": he ahí, resumida en doce palabras toda la infamia que la Izquierda ha ido acumulando desde el siglo XIX, cuando los matarifes del terrorismo anarquista -auténtica raíz del leninismo y del imperio soviético- justificaban la masacre contra criaturas indefensas con la frase "no hay inocentes", hasta este balbuciente siglo XXI que entra dramáticamente en la Historia con la mayor masacre terrorista de la historia de la Humanidad.

"El mundo en vilo", dice el Imperio polanquista. Pero no por las víctimas, que al fin y al cabo son norteamericanas, no por la terrible masacre de Nueva York y Washington televisada a todo el mundo, sino ante la posibilidad, mera posibilidad, de que los dirigentes libremente elegidos de la primera nación democrática de la Historia cumplan con su obligación moral, legal y política de perseguir y castigar a los criminales que han atentado crudelísimamente contra su cabeza y contra su corazón. También contra todos los que tenemos nuestra cabeza y nuestro corazón identificados con esa Libertad que Estados Unidos ha defendido más eficazmente que ningún otro país en la Historia contemporánea.

Los liberales españoles estamos en vilo, sí, pero ante la posibilidad de que Estados Unidos no castigase como debe al terrorismo islámico. Los pocos liberales del país que inventó la palabra "liberal" estamos lívidos, indignados, asqueados ante la evidencia de que la apoltronada y cobarde sociedad occidental no tenga los reflejos morales y materiales suficientes para vengar fulminante e implacablemente este crimen contra lo que más que nunca es el Mundo Libre. La izquierda, no. Los progres, no. Los millonarios de la información, no. Los comisarios de El País, no. Lo único que pone en vilo a la Izquierda, especialmente europea, es que Estados Unidos tenga la capacidad moral y material de defenderse.

Pero la izquierda no es el mundo. La progresía no es la razón universal. La poderosísima empresa de manipulación presidida por Polanco y dirigida por Cebrián, el poder fáctico número uno de España, no es España. Todavía no. Si algún día llegase a serlo, para nuestra desgracia, España sería un cadáver político. Pero hasta ahora no lo es y cada vez le será más difícil serlo. El País es, simplemente, nuestra izquierda. Y la izquierda es hoy, aquí como en todas partes, una razón comercial contra el comercio, una moral contra la moral, una perversión política de la política, una estafa intelectual de la responsabilidad individual, una inmensa fábrica de palabrería humanitaria capaz de ponerse al servicio de cualquier crimen contra la humanidad siempre que pueda imprimir sobre el ataúd de las víctimas la etiqueta "progresista".

¿Qué ha sido "progresista" en el siglo pasado? Lenin y Stalin, Mao y Pol Pot, Ceaucescu y Fidel Castro. Y más actuales que nunca, Chamberlain y Daladier, los símbolos reales de la capitulación de las democracias ante el totalitarismo. La Izquierda del siglo XX ha tenido una capital política: Moscú, desde 1917; y una capital moral: Munich, desde 1938. Tiene también ya, en español, un titular, una frase que la retrata en estos albores sangrientos del siglo XXI, doce palabras que resumen toda su miseria moral e intelectual: "El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush". (El País, Madrid, 12 de septiembre del 2001.)

Leído queda.

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