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La Ilustración Liberal

Elegíaco retrato

Saul Bellow, Premio Nobel literario de 1976, es el más erudito de los novelistas americanos vivos. Hijo de padres judíos, nació en 1915 en Quebec (Canadá). A los nueve años su familia se trasladó a Chicago. Vivió en las bibliotecas, estudió en la Universidad de Chicago, se graduó en antropología y sociología en la Universidad del Noroeste. En la juventud se ganó la vida escribiendo artículos para la Enciclopedia Británica y haciendo traducciones mientras escribía sus libros.

Tras publicar novelas muy elogiadas por la críticos, pero que apenas se vendieron, con su tercer libro, Las aventuras de Augie March, alcanzó notoriedad. Y ganó el Pulitzer. Posteriormente, y durante años, mientras continuaba escribiendo, se desempeñó como profesor en la Universidad de Chicago, y fue colaborador de revistas y de los principales suplementos literarios estadounidenses. Algunas novelas tan grandes como Herzog y El planeta del señor Samler, le alfombraron el camino al Nobel. Al revés que John Steinbeck, a quien el peso del Nobel le impidió seguir escribiendo, Saul Bellow no ha dejado de publicar cuentos y novelas, sin perder un ápice de sus cualidades.

En Ravelstein ha tomado como modelo a quien fuera su amigo, el profesor Allan Bloom, célebre filósofo y homosexual oculto. Un escritor, que tiene semejanzas con Bellow, llamado Dick, es quien narra minuciosamente la historia de esa amistad, exhibiendo la vida cotidiana de Ravelstein (dueño de inagotable curiosidad intelectual y extraordinaria erudición) desde que se conocieron hasta el día de la muerte del filósofo.

Por cierto, los personajes son típicas figuras bellowianas: hundidos en el corazón de la nihilista Norteamérica, buscan trascender sus existencias intentado ser más humanos. Ravelstein, quien crea imágenes ideales de sí mismo, sólo consigue acrecentar el propio descontento. Busca, en consecuencia, otras versiones de la realidad donde acomodarse mejor y, por ello, en las afirmaciones negativas, intenta hallar las positivas. Tocado por la angustia y torturado por su homosexualidad, intenta arroparse en un mundo que le ayude a salir de la oscuridad, y, si es posible, morir en paz. La inteligencia corrosiva de Ravelstein está vertida con sutileza y destaca la respetuosa y estrecha amistad entre dos hombres que hablan, con humor y erudición, de los más variados temas.

Saul Bellow escribe rebosante de ideas, jugando con frases elegantes, una novela de gran textura, en cuyo vasto elenco de apoyo no están ausentes ni Platón, ni Lucrecio, ni Maquiavelo, ni Hobbes, ni Balzac, ni Eliot. Un "roman a clef", como dicen los franceses, cuyo el efecto es, ciertamente, de extrema comprensión y fertilidad.

Saul Bellow, Ravelstein, Emecé, Buenos Aires, 2001.

Número 10

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