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La Ilustración Liberal

La fantasía enfrenta a la realidad

"El argentino hallaría su símbolo en el gaucho y no en el militar, porque el valor cifrado en aquel por las tradiciones orales no esta al servicio de una causa y es puro. El gaucho y el compadre son imaginados como rebeldes; el argentino a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse al hecho general de que el Estado es una inconcebible abstracción; lo cierto es que el argentino es un individuo, no un ciudadano".

"El argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse a la circunstancia de que, en este país, los gobiernos suelen ser pésimos o al hecho general de que el Estado es una inconcebible abstracción, lo cierto es que el argentino es un individuo, no un ciudadano".

Jorge Luis Borges


La diferencia entre estas dos citas de Borges es de 16 años, la primera en 1930 y la segunda en 1946. Ambas comparten una clara definición del "argentino" como rebelde individualista, pero en la segunda (la cual puede haber copiado o tan sólo retenido en su asombrosa memoria) incorpora una segunda causa a la falta de identificación del argentino con el Estado: ya en pleno auge peronista dice que "en este país, los gobiernos suelen ser pésimos". Características que se han repetido, por supuesto, desde entonces.

Ludwig von Mises decía que las escalas de valores o necesidades de los individuos sólo se manifiestan a sí mismas en acciones reales. Esas escalas no tienen existencia independiente al margen de la acción concreta de los individuos. Según Albert O. Hirschman esas acciones que revelan preferencias pueden ser de dos tipos generales: salida (exit) o voz (voice), siendo las primeras las que normalmente observamos en el mercado cuando los consumidores "salen" de un producto o servicio hacia otro generando así el proceso de la competencia y las segundas aquellas observadas sobre todo en el ámbito de la política cuando los individuos manifiestan sus opiniones o votan. Aunque la economía y la ciencia política estudiaran unas y otras, por cierto que ambos mecanismos pueden encontrarse tanto sea en la economía como en la política.

Las hipótesis de este trabajo son dos: 1) que en la Argentina los mecanismos de "salida" han sido utilizados tanto o más que los de "voz", proceso favorecido por las características que Borges señala para el argentino y, 2) que buena parte de las dificultades para salir de la actual crisis se deben a las divergencias entre uno u otro mecanismo.

La "salida" de los argentinos

Dadas las características inmigratorias de la población argentina, no es de extrañar que una crisis profundice la salida física de los argentinos, lo cual se observa simplemente en las filas que se organizan en los consulados de embajadas como las de España o Italia. Ciertas categorías son particularmente susceptibles de tal decisión; por ejemplo, se estima que en las últimas tres décadas unos 50.000 científicos e investigadores argentinos han abandonado el país. Pero antes de tomar una decisión difícil por naturaleza, los argentinos han "salido" de la Argentina formal por distintas vías:

1. Rechazo a la moneda gubernamental

El rechazo a la moneda gubernamental en la Argentina tiene una larga historia. La relación M1/PIB que superara el 30% a principios de este siglo se mantuvo en alrededor del 25% hasta fines de la década de los 40. A partir de allí comienza una caída que la lleva al 15% a fines de la década de los 50 y a menos del 3% a fines de los años 80. Una relación más amplia de la moneda M3/PIB que subiera desde el 43% en 1900 hasta un pico del 70% en los años 20 vuelve a una cifra cercana al 40% en la década de los años 40 y desde allí comparte el vertiginoso descenso de su pariente M1 hasta alcanzar la increíble cifra del 4% del PIB a fines de los 80.

Cuanto más exacerbaba el estado la emisión de moneda, más resultaba esto en un acelerado y vertiginoso aumento de los precios. Los argentinos huían del impuesto inflacionario desprendiéndose de la moneda estatal y haciendo que el aumento progresivo de la emisión resultara en la caída vertiginosa de su valor. Cuanto más moneda el estado emitía, "menos" moneda existía en el mercado.

El desprendimiento acelerado de la moneda local tuvo como contrapartida la elección de activos reales o el dólar estadounidense como reserva de valor. El crecimiento de la dolarización de los recursos monetarios durante 1989 fue acelerada, y se mantuvo luego de obtenida la "legalización" de la tenencia de moneda extranjera y la estabilidad del peso a partir de la convertibilidad. En la actualidad un 67% de los depósitos bancarios son en dólares.

2. Evasión impositiva

En última instancia la capacidad de gobernar está vinculada a la aceptación voluntaria de la misma por parte de una determinada población. Lo mismo puede decirse de la recaudación de impuestos. Pueden pensarse todas las estratagemas posibles para obligar a la gente a pagar los impuestos y las penas más duras para quienes no lo hagan, pero en última instancia se requiere un cierto grado de voluntariedad. De otra forma, ni siquiera asignando a una mitad de la población para que controle a la otra mitad podrá eliminarse la evasión.

Al ser castigados con la desvalorización constante de la moneda, con servicios públicos cada vez más ineficientes y con restricciones al comercio o a los viajes internacionales, los argentinos en forma creciente no se sintieron obligados a pagar esos impuestos. Para muchos era, además, una cuestión de supervivencia: pagar impuestos o subsistir.

No es de extrañar entonces que la evasión impositiva se generalizara y se convirtiera en una conducta aceptada socialmente. Resulta muy difícil brindar cifras de evasión, sobre la cual obviamente nadie realiza encuestas cuyas respuestas sean confiables, pero aun hoy, varios años después de la crisis mencionada, resulta tan difícil modificar las actitudes adquiridas durante todos esos años que algunos analistas estiman se deja de recaudar un 45% aproximadamente del Impuesto al Valor Agregado, un 46% del impuesto a las Ganancias, un 50% del impuesto a los Bienes Personales y un 43% de las contribuciones a la seguridad social, por un total de 36.800 millones de dólares . En 1990 se calculaba en un millón y medio el número de morosos de los servicios públicos (teléfono, electricidad, agua, gas).

En los últimos treinta años ha habido una moratoria impositiva, en promedio, cada 18 meses. Estas fueron minando el incentivo de los que pagaban ya que premiaban con condiciones beneficiosas y cancelaciones a quienes no lo habían hecho. Los gobiernos sabían eso, sabían también que con esas políticas perjudicaban la recaudación a largo plazo, pero las urgencias fiscales del momento los tentaban a decretarlas para obtener recursos tan necesitados. No obstante lo cual, la eficacia de las mismas fue reduciéndose con los años.

3. Incumplimiento de las normas

Esto es lo que se ha dado a conocer como "informalidad". A medida que crecía el número de regulaciones que afectaban el normal funcionamiento de los mercados los participantes fueron encontrando caminos para eludirlas, ya sea generando mercados alternativos o directamente realizando actividades supuestamente ilegales.

Centros de compra que ofrecen ropa, relojes, perfumes a precios sugestivamente bajos, la mitad de los inmuebles de la ciudad de Buenos Aires que tendría planos aprobados irregularmente, casas de juego clandestinas, mercados frutícolas operando en la ilegalidad por el monopolio otorgado a un mercado estatal, unos 5.000 puestos callejeros de ventas en Buenos Aires, medios de transporte colectivo informales. Proliferación de servicios de correos privados no autorizados, comercialización irregular de líneas telefónicas, unas 2.000 radios FM y 50 canales de televisión informales en todo el país. Todo esto es tan sólo una anécdota de un fenómeno generalizado.

4. Contrabando

Si bien las maniobras de contrabando pueden ser clasificadas tanto como una evasión de impuestos como un incumplimiento de las normas vigentes, las consideramos por separado para dar nota de la capacidad de iniciativa e imaginación que muchos argentinos supieron desplegar al respecto. Durante décadas el país llevó hasta los límites el modelo de "sustitución de importaciones" mediante la aplicación de elevados aranceles, cuotas y prohibiciones de importar.

El resultado fue que muchos argentinos nacieron y se criaron en medio de productos obsoletos y caros. Los visitantes extranjeros no podían sino sonreír al ver transitar por las calles de este país modelos de automóviles que habían sido discontinuados ya hacía décadas por las casas matrices de las empresas aquí instaladas.

Las maniobras para evadir controles en el comercio exterior iban desde los grandes negocios hasta el contrabando "hormiga". Los exportadores subfacturaban sus exportaciones con un doble propósito: pagar menos impuestos a las exportaciones y dejar en el exterior parte de las divisas que el control de cambios local les obligaba a cambiar por moneda local; los importadores sobrefacturaban sus importaciones, pagando con ello mayor arancel pero obteniendo una disponibilidad de divisas en el exterior que luego ingresaban por el mercado paralelo siendo la diferencia superior al mayor impuesto pagado. En 1990 el administrador de Aduanas estimaba la subfacturación de exportaciones en 500 millones de dólares y su organismo tramitaba entonces 60.000 expedientes por dichas causas.

5. Rechazo de la deuda pública

En la década de los 80 la Argentina había dejado de pagar los intereses de la deuda externa, ingresando como protagonista en la llamada "crisis de la deuda". Aun en 1990 encabezaba el ranking de atrasos en el pago de intereses con un monto de 7.290 millones de dólares, más que Brasil y más que todos los demás deudores atrasados juntos.

Tampoco le era posible colocar deuda en el mercado interno. De la misma forma que los argentinos rechazaban la moneda local, también lo hacían con la deuda denominada en esa moneda. No quiere decir esto que esa deuda no existiera: es evaluada en el equivalente de U$S 30.594 millones a fines de 1989.

Pero ciertamente no era ésta deuda incurrida en forma voluntaria por los argentinos sino que había sido impuesta compulsivamente por sucesivos gobiernos.

Resultado de la "salida": la bancarrota del estado

Si nos imaginamos una sociedad como una pirámide donde los ciudadanos constituyen la base y el gobierno constituye la cima, lo que sucedió en la Argentina en los años 70/80 y nuevamente a finales de los 90 es que la base se retiró hacia un costado, y la cima cayó estrellándose en el piso. En otras palabras, los argentinos huyeron de la economía oficial a través de un generalizado y espontáneo movimiento de desobediencia civil, y al hacerlo cerraron todas las fuentes de financiamiento de la actividad estatal.

Como es sabido, la principal fuente de financiamiento público es la recolección de impuestos, pero como vimos los argentinos habían dejado de pagarlos. Alternativamente un gobierno puede incurrir en deuda, pero como también vimos el camino de la deuda externa estaba cerrado por no haberla pagado y el de la deuda interna también por la desconfianza de los ahorristas. Queda el recurso de la emisión de moneda, pero tanto se había abusado de él que la demanda de moneda era prácticamente inexistente y su valor se hundía vertiginosamente; lo único que obtenía el gobierno al emitir era un automático aumento de los precios y, en particular, del dólar, hacia donde huían los argentinos para desprenderse de la moneda gubernamental. En definitiva, sin fuentes de financiamiento, el estado estaba quebrado y el poder de obtener recursos de los ciudadanos se había reducido a su mínima expresión.

Al entonces nuevo gobierno de Menem no le quedaba otra alternativa que realizar profundas reformas, tanto en el ámbito de la moneda (convertibilidad) como de los servicios públicos (privatizaciones) y el funcionamiento de los mercados (desregulación). Estos mecanismos permitieron al estado argentino volver de su estado de coma.

  • El consumo y la inversión frenados por tantos años dieron un salto espectacular y el estado pudo incluso aumentar las tasas impositivas sin frenar el crecimiento económico. Como resultado de ello la recaudación se duplicó en pocos años.
  • La estabilidad cambiaria permitió al estado abrir los mercados externos de deuda. No obstante, pasaron algunos años más hasta que pudo colocar deuda voluntaria entre los ahorristas locales.
  • La venta de activos públicos generó recursos adicionales, algunos de los cuales fueron dirigidos a reducir la deuda o, más bien, a reducir su crecimiento.

No obstante, el gasto público continuó creciendo y esas nuevas fuentes de financiamiento comenzaron a cerrarse: las privatizaciones generan ingresos extraordinarios hasta que se acaban los activos por vender (luego generan recaudación impositiva regular) y la elevación de impuestos y el crecimiento de las tasas de interés en el marco de un entorno financiero internacional volátil frenó el consumo interno, el ingreso de capitales y, por ende, la recaudación.

Habiéndose frenado el crecimiento económico desde 1998, la única puerta que quedaba abierta era la de la deuda. Y ésa es la que comenzó a cerrarse en el 2000 y lo hizo definitivamente en Julio del 2001 cuando el gobierno comprendió que no podía colocar más deuda, por más que aumentaba impuestos no recaudaba más, no tenía activos para vender y no podía emitir moneda. Resultado: vivir solamente con lo que ingresa, esto es, déficit cero.

La "voz" de los argentinos

Que los argentinos hayan utilizado mecanismos de "salida", expresando buena parte de sus preferencias y valoraciones, no quiere decir que no hayan hecho otro tanto con respecto a los mecanismos de "voz". Trataremos de ver aquí si el mensaje que envía por una vía es compatible con el que se recibe por la otra, y si este mecanismo muestra el mismo grado de eficiencia en la transmisión del mensaje.

Comencemos por este último punto. En principio resulta claro que algunos mensajes fueron muy fuertes y llegaron claramente a su destino: en 1983 se expresó el rechazo a todo gobierno militar o autoritario, todo intento golpista, mensaje que fue recibido no sólo por la dirigencia política sino también por los mismos militares. El rechazo a las políticas inflacionarias fue claro en 1989 (aunque no lo fue como mensaje sobre qué debía hacerse a cambio), la valoración de la estabilidad económica lo fue en la reelección de Menem en 1995 y en 1999 tanto sea la voluntad de mantener ciertos logros económicos al tiempo que deseando un menor grado de corrupción en la gestión política.

No obstante, los mecanismos de "voz" presentan evidentes problemas en reflejar las preferencias de los individuos, muchos de los cuales han sido analizado ya, particularmente por la escuela de la Opción Pública.

  1. El sistema político argentino presenta una estructura "cartelizada", en la cual si bien hay permanentes intentos de crear nuevas fuerzas políticas, el régimen electoral restringe la competencia a través de los siguientes mecanismos:
    1. La necesidad de pertenecer a un partido político para ser candidato a un cargo electivo impone un elevado costo para que ciudadanos independientes participen directamente en las elecciones. Los costos fijos para el ingreso en este "mercado" son elevados artificialmente por los requisitos para la inscripción. Ha habido algunas experiencias con éxito pero limitadas a ámbitos locales. Otros casos han sido desprendimientos de los partidos tradicionales (radical y peronista)
    2. El uso del aparato estatal para el financiamiento de la política genera un fuerte clientelismo, evidente en los gobiernos provinciales pero presente también en el gobierno nacional. La relación entre empleados públicos y la población económicamente activa llega a 23,81% en La Rioja, 23,62% en Santa Cruz, 21,30% en Formosa, 19,92% en Catamarca, 16,43% en Neuquen. Un estudio ha evaluado que si todas las provincias argentinas tuvieran una relación tal como la de que presenta la provincia de Buenos Aires (5,65%) se ahorrarían unos 4.400 millones de dólares al año.
      Tomando en cuenta los presupuestos de las legislaturas provinciales, otro estudio ha determinado que un legislador provincial le cuesta a los electores de Formosa $ 1.900.000 al año, seguido de 1,34 millón por legislador en Buenos Aires, 1,18 en el Chaco, 1,05 en Santa Fe observándose, por otro lado, que en Santiago del Estero la cifra llega a los 120.000 dólares al año.
      Un tercer estudio ha determinado que los principales beneficiarios del gasto público provincial "pertenecen a los sectores de mayores ingresos de cada provincia"; "menos de 10% de los empleados públicos en las provincias pertenece a hogares del 20% más pobre. En el tramo más alto, por el contrario, se concentra 30% del empleo público y si se consideran los dos tramos más altos, la proporción se eleva a 55%"
      Otro tanto sucede con las estructuras de atención a la salud de los jubilados y con el otorgamiento de las llamadas "jubilaciones de privilegio"; el interventor en la "obra social" de los jubilados comentaba en Febrero de este año: "Las auditorias me aconsejaron despedir entre 4000 y 9000 empleados de la planta de casi 12.000 personas" , cosa que, por supuesto no hizo.
      Por último, el "premio" que la política paga es un empleo con un nivel de retribución superior a un empleo similar en el sector privado. Según un estudio de la Fundación Novum Millenium, "el salario promedio del Estado es 34% superior al del sector privado, aunque a igualdad de características educativas la brecha se achica a diez por ciento, a favor de los empleados públicos".
    3. El sistema electoral para la elección de representantes, basado en la representación proporcional y el voto a listas completas aleja la atención de los representantes electos de los intereses de sus representados hacia los intereses de la estructura partidaria que le permitió ocupar un puesto en la lista suficientemente arriba como para resultar electo o eventualmente reelecto. Este sistema ha sufrido un gran deterioro en su reputación, se lo llama "lista sábana", no obstante lo cual su reforma es extremadamente difícil ya que quienes deberían hacerlo (diputados) son en gran parte quienes perderían sus cargos de modificarse el sistema.
  2. Por otra parte, como en toda elección a un cargo ejecutivo, en el caso de las elecciones presidenciales siempre se elige un "paquete" de preferencias y es así cómo el mensaje enviado por los argentinos en un aspecto particular se vio luego conjugado con la frustración en otros. Así, por ejemplo, el retorno a la democracia y las instituciones civiles con Alfonsín vino acompañado con el caos económico, la recuperación del crecimiento y la estabilidad económica con Menem lo hizo de la mano de la corrupción y la supuesta llegada de la lucha contra ésta última fue sobrepasada por una crisis económica mayor.
  3. La cartelización de la política pudo ser llevada adelante, además, gracias al abandono de la competencia entre jurisdicciones provinciales, esto es, el debilitamiento del federalismo fiscal. A partir de la década de 1930 las provincias argentinas llegaron a acuerdos con el gobierno nacional por medio de los cuales fue éste el que comenzó a recolectar un número creciente de impuestos "coparticipándolos" luego con los estados provinciales. Esta política llevó a la homogeneización de las tasas impositivas y al consiguiente debilitamiento de la capacidad de los ciudadanos de comparar las políticas fiscales en una jurisdicción u otra.
    No solamente eso, la existencia de "competencia" entre jurisdicciones subnacionales permitía a los individuos y sus recursos económicos trasladarse de un lugar a otro. Este mecanismo de "salida", mejoraba el efecto de la "voz". Así Brennan & Buchanan ([1987]1997), Bish (1987) Buchanan (1995/6) y Vaubel (1999) destacan que el proceso de competencia entre los gobiernos locales , la posibilidad que presenta la opción de "salida", limitaría las posibilidades de los gobiernos locales de explotar a sus ciudadanos y empresas. Y destaca Buchanan que no resultaría necesario que esa opción sea ejercida por una gran parte de la población sino que los efectos se sentirían igual con una proporción relativamente pequeña de los mismos. Aún los ciudadanos y empresas que nunca considerarían trasladarse serían protegidos por la reconocida existencia de aquellos que marginalmente están dispuestos a hacerlo. En este sentido, el federalismo y la descentralización servirían para limitar las posibilidades de abuso tanto del gobierno federal como de los gobiernos locales, del primero porque los recursos se encuentran repartidos entre distintos niveles de gobierno, de los segundos porque existe la posibilidad de movilizarse.


Existen claras evidencias de que este sistema política está llegando a su fin. Los dirigentes políticos son ya considerados por la opinión pública como una "clase" con intereses propios y ajenos a los de la población. Algunos ejemplos:

  • Luego de los escándalos registrados en el senado por el pago de sobornos, una encuesta de Ibope preguntó si la coima es una práctica habitual o excepcional en el Senado: para el 94,7% es una práctica habitual y sólo el 1% dijo ser excepcional.
  • Con posterioridad otra encuestadora preguntó acerca del grado de confianza en los diputados y senadores argentinos: 88% dijo que poco o nada; 11% mucha o bastante.
  • Alejados ya un poco del escándalo en el Senado una encuesta de Gallup midió el grado de confianza en la Justicia: sólo el 18% dijo tener mucha o bastante. Ese indicador cayó un 68,42% en los 16 años desde el retorno de la democracia, en 1984 era del 57%.
  • Una reciente encuesta de Gallup con vistas a las elecciones legislativas de Octubre muestra que siete de cada diez personas en condiciones de votar aseguran estar poco o nada interesadas en la política nacional; el 87% manifestó que no se siente representado por ningún partido, agrupación o líder político.


En este sentido, pareciera que los argentinos, tan acostumbrados a utilizar mecanismos de "salida" para evitar las consecuencias de las malas políticas económicas, estarían comenzando a utilizar mecanismos de este tipo en el ámbito de la política: se espera que en estas elecciones el porcentaje de votos en blanco, nulos o rechazados (por la incorporación de todo tipo de material de protesta en los sobres) alcance niveles record, incluso en cuanto a la cantidad de votantes ejerciendo su derecho y teniendo en cuenta que votar es obligatorio en la Argentina.

Voz y salida a contramano

No obstante, es necesario destacar que los problemas que enfrenta la Argentina para salir del actual marasmo se deben a dos razones: un mensaje contradictorio por parte de los votantes y la incomprensión de los dirigentes políticos de los mecanismos de salida.

Contradicciones

Si por un lado los argentinos "salen" masivamente de la economía formal secando las fuentes de recursos del estado por otro lado, también es cierto que el mensaje que transmiten por medio de su "voz" no es compatible con esas acciones:

  • Una encuesta realizada por Gallup en Junio de 2001 recabando opiniones sobre la globalización, el estado y el déficit fiscal preguntó acerca de cuál era la responsabilidad del estado frente a los ciudadanos. El 66% eligió la frase "el Estado es el responsable del bienestar de todos los ciudadanos y tiene la obligación de velar por ellos", mientras que sólo el 15% eligió "la gente debe ser responsable de su propio bienestar y tiene la obligación de velar por ella misma".
    Los porcentajes a favor de la primera frase habían sido del 55% en Julio de 1999 y del 49% en Octubre de 1998; mientras que los de la segunda en esas mismas fechas 20% y 26%.
    Paradójicamente, cuanto más el estado sume al país en la bancarrota, más se cree que el estado debería resolver los problemas de los habitantes.
    A continuación se le pregunta a la gente acerca de qué política llevar adelante frente al déficit fiscal: el 64% eligió "achicar el gasto público aunque algunos sectores puedan resultar perjudicados", 6% "pedir más préstamos aunque esto implique aumentar la deuda externa y 5% aumentar o crear nuevos impuestos.
  • Por otra parte, se ve que años de dictaduras han enraizado fuertemente en los argentinos una obligación moral hacia el voto, por lo que aun repudiando a los políticos un gran porcentaje irá de todas formas a votarlos. Y en el ánimo de enviar un mensaje de protesta contra el presente gobierno termina beneficiando tanto sea a quienes son en buena parte responsables de los actuales problemas (Duhalde, Alfonsín, Terragno) o con propuestas de izquierda totalmente inviables (Bravo, Farinello); ambos promoviendo, entre otras cosas, una reestructuración forzada de la deuda.


Incomprensión

Por otra parte, buena parte de los políticos ajenos a responsabilidades ejecutivas (y aun algunos con ellas en el mismo gabinete) manifiestan una total falta de comprensión acerca de los mecanismos de salida en el actual mundo globalizado o tan sólo se lamentan de que ello así suceda.

Añoran los tiempos en que la "política" tenía algún margen de acción. El presupuesto argentina hasta ahora era financiado en un 75% con recursos locales (impuestos) y en un 25% con endeudamiento. Debido a la mayor facilidad de "salida" de los tenedores de bonos de la deuda que de los contribuyentes locales, éstos pueden opinar a diario y lo hacen tanto sea porque evalúan una nueva medida, un dato económico o una mera declaración en los medios. Así, el denominado "riesgo-país" determina en buena parte los vaivenes de la política argentina y los tenedores de bonos (internos y externos) adquieren un peso desproporcionado en relación a los contribuyentes locales, los que son llamados a opinar en plazos más prolongados.
Los políticos se siente, con razón, "presos" del mercado y reniegan de ello, sin comprender que fueron sus mismas políticas de gasto y endeudamiento las que llevaron a esta situación. Quisieran deshacerse del mercado, esto es de los mecanismos de salida, vía default, abandono de la convertibilidad, cierre de la economía.

Por cierto que esa incomprensión no es monopolio de los políticos. Como se viera en el punto anterior, es una mezcla del reflejo de la opinión pública y de los intereses propios de la dirigencia política.

Es así como lo que explica la situación argentina actual es esa tensión entre las restricciones que el "mercado" impone y la política resiste. Los mecanismos de salida y voz no están funcionando coordinadamente en la misma dirección, estando la "voz" bastante atrasada en relación a los mercados.

Esto explica que el político sin responsabilidades de gobierno se ve motivado a denigrar la apertura, los mercados, los ajustes y una vez que llega al gobierno se ve "necesitado" de implementar muchas de las políticas que antes repudió, lo hace a medias y de esa forma no genera la credibilidad suficiente como para cambiar de plano las expectativas.

Déficit cero

Un caso claro de lo anterior es la nueva política de "déficit cero". Al cerrar las posibilidades de colocar deuda el "mercado" impuso el déficit cero de facto. Ante la evidencia, primero el gobierno tuvo que aceptarlo y luego el Congreso sancionarlo. Ambos, aunque en distinto grado, lo ven como una amarga imposición, con la diferencia que en el Ministerio de Economía piensan que no queda otra que cumplirlo y el Congreso cree que con votarlo solamente es suficiente.

Con elecciones legislativas por delante, la ley demanda presentar un proyecto de presupuesto para el año 2002 antes del 15 de Septiembre, pero antes de las elecciones nadie quiere lidiar con la realidad: si este año el déficit fiscal será de más de 6.500 millones de dólares (todo en la primera mitad), ésa es la cifra a eliminar el año que viene.

El gobierno, para cumplir con las formas, envía al Congreso una breve descripción del presupuesto en la que mantiene el "déficit cero" para el año que viene pero alcanzándolo gracias a supuestos que nadie cree: 6% de crecimiento anual del PIB, 6,2% de la recaudación fiscal, 2,7 mil millones de ahorro en pagos de la deuda gracias a un futuro canje y 1,1 mil millones de reducción adicional de gastos que el Congreso deberá decidir. Y todo el Congreso en abierta oposición a este proyecto que es mil veces más optimista que la realidad que enfrentarán el año que viene.

Y mientras la política envía esas señales, no es de extrañar que los mercados permanezcan inmutables, con el riesgo país en las nubes, con la recaudación impositiva exhausta; todos esperando para ver cómo la fantasía hace frente a la realidad.

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