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La Ilustración Liberal

La reina, mejor que el rey

El último libro, por ahora, del prolífico historiador Ricardo de la Cierva, Alfonso y Victoria, nos adentra en las causas de la caída de la monarquía de Alfonso XIII que pone fin a la Restauración. El autor enmarca los acontecimientos políticos de esa larga época (las crisis ministeriales, la influencia de la masonería, el desastre de Marruecos) en la vida personal y familiar del rey.

A pesar de la educación que recibió, idéntica a la de su padre Alfonso XII, y del ejemplo de su madre (apodada Doña Virtudes), el carácter del rey se ve deformado por su tía Isabel, La Chata, cuyo lema "con el Rey, con razón o sin ella" indicaba claramente el grado de adulación que existía en Palacio. Por otra parte Alfonso XIII, se rodeó de una camarilla de amigos, del que el principal era el marqués de Viana, que le llevó a una vida disoluta y despreocupada, que no abandonó hasta su muerte en Roma en 1941. Ahora que tanto se especula con la elección de consorte por parte del actual Príncipe de Asturias, conviene recordar las dos grandes reinas que tuvo España a principios de siglo, mujeres de una amplia formación y que ocuparon el trono con gran dignidad mayor que la de sus maridos.

Cristina de Habsburgo, Regente durante la minoría de edad de su hijo, rey desde el nacimiento, y preparada por educación y familia, supo conservar el trono durante unos años que incluyeron el Desastre del 98. Su influencia se prolongó en sus primeros años de reinado dando lugar a lascrisis orientales que relata de la Cierva. Victoria Eugenia, nieta de la emperatriz Victoria, vivió de cerca el funcionamiento de una monarquía parlamentaria, dominaba varios idiomas y en cuanto conoció a Alfonso XIII empezó a estudiar la historia de España.

Uno de los más interesantes capítulos es la descripción del nacimiento y auge de los Battemberg, dinastía de origen plebeyo, pero de gran ambición, que lograron enlazar con gran parte de las familias reales europeas a finales del XIX y comienzos del XX. De la Cierva aporta el dato de que incluso se intentó cambiar en Inglaterra el nombre de la dinastía reinante por el de Mountbatten, su traducción al inglés, lo que evitó Winston Churchill.

De las postales enviadas durante se noviazgo, aportadas por De la Cierva se aprecia que Victoria Eugenia, se casó enamorada de Alfonso pero ese sentimiento cambió debido a dos hechos.

El primero fue la hemofilia de sus hijos varones, transmitida por Victoria. De la Cierva sostiene, en contra de otros autores, que esta enfermedad hereditaria no estaba descrita como tal en 1905 y, en consecuencia, era desconocida tanto para Alfonso como para Victoria en el momento de contraer matrimonio. El historiador aporta datos médicos del reconocimiento de la enfermedad en Inglaterra como consecuencia de la llegada de varios médicos rusos expulsados por Rasputín, que informaron a sus colegas de la extraña enfermedad que padecía el zarevich Alexis.

En los Borbones se manifestó en el príncipe Alfonso, a la edad de tres años, y no en el momento de su nacimiento al practicársele la fimosis, como sostienen muchos historiadores y cronistas basándose en las memorias del general Kindelán. De la Cierva afirma que no halló ninguna mención a la supuesta hemorragia en el archivo de Palacio. El autor considera esta enfermedad, que hundió al rey en una depresión, como la principal causante de la caída de la monarquía. Alfonso XIII, un hombre testarudo, se negó a reconocer los hechos y sólo en el exilio, y debido a la presión de los escasos monárquicos leales, trasladó la condición de Príncipe de Asturias a su único hijo varón sano, don Juan.

El otro hecho determinante de la ruptura del matrimonio es la sucesión de amantes que proporcionaron a Alfonso XIII numerosos hijos bastardos, alguno de los cuales vive todavía y al que se le escamotea el uso del apellido Borbón, pese a la igualdad de todos los hijos, matrimoniales, adoptivos e ilegítimos, ordenada por la Constitución vigente.

De la Cierva presenta a Victoria Eugenia como mujer previsora de la serie de acontecimientos que dieron lugar al abandono de España por parte de su marido y que éste no pudo o no supo ver. Durante el exilio, se convirtió en la jefa efectiva de la dinastía borbónica. También intuyó que su nieto Juan Carlos tenía más posibilidades de reinar que su hijo, por lo que apoyó que estudiara en España y se casara con la princesa Sofía. El broche de oro lo puso la reina al pedir al Generalísimo Franco, protector de la familia real (anuló la condena de las Cortes republicanas a Alfonso XIII, rechazó por dos veces la pretensión de don Juan de combatir a sus órdenes en la guerra y envió dinero a los miembros de la dinastía) que eligiera en vida a su sucesor como futuro rey de España, entre los tres que tenía: don Juan, don Juan Carlos y el recién nacido Felipe.

Ricardo de la Cierva, Alfonso y Victoria, editorial Fénix, Madrid, 2001, 408 páginas.

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