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La Ilustración Liberal

Alternancia o cambalaches

Si el Partido Popular no puede presentar listas en algunos municipios del País Vasco -que está por ver-, la reacción de los socialistas no debería ser nunca la de Javier Rojo: "que pidan el voto para el PSE". Si el PP no puede presentar listas municipales, como si no las puede presentar el PSE, estamos ante un grave problema, ante una democracia desvirtuada o inexistente, que no permite bromas, frases ingeniosas ni partidismos. Javier Rojo es un socialista que ha defendido con pundonor la legalidad constitucional y las libertades ciudadanas. Nadie puede negarle esas credenciales, pero podemos preguntarnos si, en este momento, sigue creyendo, como lo hizo ante las últimas elecciones autonómicas, que el objetivo político primordial es desalojar democráticamente del poder al nacionalismo. Porque esa es la verdadera cuestión, la que justificaría en su caso listas conjuntas en los lugares más peligrosos para los constitucionales y la que tendría que estar en los programas de los partidos de los que estos forman parte.

Javier Rojo es, además, un político habilidoso que, en el maremágnum del último congreso de su partido (Patxi López versus el alcalde de Ermua, Carlos Totorika) mantuvo la distancia necesaria para que José Luis Rodríguez Zapatero le eligiera para sustituir a Redondo Terreros en la ejecutiva del PSOE y no a uno de los vencedores de la contienda política interna. Uno de sus fichajes para las elecciones locales, Emilio Guevara, expulsado del PNV, explicaba recientemente que había que vencer democráticamente a los nacionalistas y, después, tender puentes. Rojo, sorprendentemente, los quiere tender antes y en eso radica su propuesta de gobierno de concentración en una reciente conferencia en el Club Siglo XXI. Me pregunto si ese es el ambiente que el político alavés (insisto, habilidoso) olfatea en Ferraz y al que se acomoda. Es decir, si se ha renunciado a ganar a los nacionalistas y se conforma con "moderarlos" con una desvergonzada colaboración.

Si no quiere listas conjuntas y, solicitando burdamente el voto de los perseguidos, no quiere tampoco que lo dejen de ser antes de las elecciones, Rojo debería explicar si su actual posición admite pactos postelectorales con el nacionalismo, si entra en su horizonte -como cabe perfectamente en el de otros de sus compañeros políticos- intercambiar cromos entre las instituciones alavesas (en las que ahora apoyan al PP) y, por ejemplo, la alcaldía de San Sebastián. Porque me temo lo peor.

Número 13-14

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