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La Ilustración Liberal

El DDT y la mortífera campaña de los verdes

Hace exactamente 30 años, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) prohibió el DDT, fortaleciendo así al movimiento ambiental mundial. Aunque muchos creen que los verdes son gente abnegada que trabaja sólo por el bien de los demás, sus campañas en América Latina y en Africa mantienen a la gente en la pobreza e impiden controlar las enfermedades.

Cuando en 1962 Rachel Carson escribió sobre el DDT en su libro La primavera silenciosa, su preocupación era sobre el posible impacto del insecticida en la gente y los animales. Ella alegaba que debilitaba la cáscara de los huevos de las aves y era un carcinógeno. La realidad es que se ha exagerado el impacto del DDT en la naturaleza y no es carcinógeno. Carson, ni los que han hecho campaña contra el DDT en todos estos años, mencionan sus inmensos beneficios al evitar las epidemias de malaria y demás enfermedades transmitidas por mosquitos.

En sus cruzadas, los ambientalistas jamás permiten que la verdad o la ciencia interfiera con sus alarmantes campañas. Los hechos suelen ser complicados y fastidiosos, pero cuando la información la presentan personajes famosos, los mensajes tienen que ser parcializados, simples y cortos. El mensaje suele ser que los químicos manufacturados por el hombre son peligrosos, innecesarios y deben ser totalmente prohibidos.

Eso suena muy bien en los prósperos suburbios de Estados Unidos, donde las amas de casa gastan el doble en comprar verduras orgánicas (en cuyo cultivo no se utilizan abonos químicos), pero para millones de habitantes de los trópicos expuestos al dengue y a la malaria, las materias químicas modernas y específicamente el DDT pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte. La dramática realidad es que la gente más pobre y más vulnerable del mundo está pagando con sus vidas por los programas ecoimperialistas contra el DDT.

El DDT permitió la erradicación de la malaria de casi toda Europa y de Estados Unidos y Canadá, pero el DDT sigue siendo parte esencial y necesaria de cualquier bien planeado plan de control de la malaria.

En Sudáfrica, el uso del DDT tuvo gran éxito desde fines de los años 40 hasta 1996, cuando fue eliminado por presiones y cabildeo de grupos ambientalistas. Seguidamente, ese país sufrió la peor epidemia de malaria de su historia. El número de enfermos se disparó un 1000 % en cuatro años y los hospitales no tenían suficientes camas.

El problema es que el mosquito anófeles, que transmite el parásito de la malaria, se volvió resistente a los otros insecticidas. Y el mosquito llamado anófeles funesto, el más eficiente transmisor de la enfermedad, regresó a Sudáfrica después de una ausencia de 40 años.

Felizmente, el ministerio de Sanidad reintrodujo el DDT para controlar la malaria en Sudáfrica y en el primer año el número de casos cayó en más de 80%. Muchos de los hospitales que no tenían camas disponibles hace 18 meses, hoy reciben muy pocos casos nuevos. Pero no se trata sólo de Sudáfrica, en Zambia lograron reducir los casos de malaria en 50% con la primera fumigación de DDT. Algo similar sucedió en Ecuador, mientras que la malaria aumenta en otros países latinoamericanos.

Los virus de dengue son transmitidos por el mosquito Aedes aegypti y desde la virtual desaparición del DDT han aumentado considerablemente las epidemias y el número de muertos en los países tropicales. Actualmente, en El Salvador se ha declarado un estado de emergencia sanitaria por el dengue.

Pero el movimiento ambientalista continúa su campaña para acabar totalmente con el DDT y está siendo apoyado por la Convención de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes de las Naciones Unidas (POP). La POP trata de eliminar la producción y el uso de 12 materias químicas. Felizmente permiten el uso del DDT por autoridades sanitarias, pero dificultan y encarecen su transferencia y almacenaje, cuando en el pasado el DDT salvó a millones de vidas, no sólo por su eficiencia, sino porque era muy barato.

Esto significa que los países pobres utilizan productos alternativos, mucho más caros y mucho menos eficaces. La mayoría de los químicos prohibidos no se usan en los países industrializados, pero siguen siendo esenciales para los subdesarrollados. Cambiando las normas ambientales, las naciones ricas reprimen el crecimiento de los países pobres.

Cuando se prohíbe el DDT, el impacto negativo en la salud es inmediato y evidente. Cuando se restringe o se prohíbe el uso de otros químicos, el impacto negativo en el bienestar es menos obvio, pero igualmente real.

Los verdes deben suspender sus campañas contra el DDT y permitir a los países en desarrollo que utilicen las tecnologías que más les convengan. Por su parte, el Senado de Estados Unidos debe rechazar la POP como un mal concebido ecoimperialismo que sólo beneficia a grupos de presión en los países industrializados.

© AIPE Richard Tren es director de la ONG África Contra la Malaria y Roger bate es director del International Policy Network.

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Reseñas

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comentarios
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Una gran mentira
Gustavo Zaia

No se que intereses persiguen los señores que escribieron esta bufonada. No desmiento el hecho de que muchos ambientalistas exageran en sus conceptos y hasta pecan de ignorantes. Sin embargo, este no es el caso... Existe una gran verdad y es que los pesticidas provocan actualmente mas daños que beneficios. El mismo DDT, al que los autores defienden, fue el causante de uno de los mayores desastres económicos de la historia. Hagamos historia: el DDT apareció como una maravilla tecnológica que prometía acabar con las plagas y el ambre en el mundo, se tiró a mansalva en los cultivos y al principio funcionó, pero rápidamente los insectos plaga desarrollaron resistencia al DDT y los controladores naturales (muertos o desplazados por el mismo DDT) ya no estaban ahí para regular sus poblaciones. Esto no es todo, si no que desde que comenzó el "boom" de los pesticidas, la cantidad de plagas en los cultivos no solo no disminuyó, si no que ¡aumentó!. Por último, la deriva de los agro-químicos que se aplican en cultivos a provocado resistencia en especies de insectos vectores de enfermedades del ser humano y matado a la fauna silvestre de zonas muy alejadas al lugar de la aplicación. En síntesis, mi opinión personal es que los autores se equivocan al defender tan nefasta práctica. ?